Una pareja puede sufrir diversos momentos de crisis a lo largo de su relación y hallar solución. Aunque, ¿si el punto y aparte llega tras las vacaciones de verano? Un matrimonio nos cuenta cómo está viviendo el proceso frente a una probable separación tras varios intentos de resolver sus problemas y los profesionales preguntados subrayan que la época estival puede convertirse en la idónea para reflexionar en profundidad sobre lo que ocurre.
De los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) conocemos que en 2023 tuvieron lugar 80.065 rupturas. El pasado año 76.685 parejas se divorciaron y hubo 3.380 separaciones.
En verano las parejas pueden disfrutar juntas o echarse “de más” por tanto tiempo libre, más horas de convivencia que derivan en roces y estrés por tener más contacto con toda la familia, incluso el calor lleva a que se esté más irascible. De hecho, se sabe a partir de los datos del año 2022 del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que el mayor índice de parejas que se divorcian ocurre en septiembre.
Juan Miguel, comercial y Sonia, peluquera, ambos de 51 años, están casados desde hace dos décadas, pero posiblemente esto cambie. “Hemos tenido dos parones serios en nuestra relación e hicimos vidas por separado, en una ocasión unos meses y la otra casi un año", explica él.
La mujer comenta que pasaron por etapas difíciles donde no tenían claro sentir lo suficiente el uno por el otro como para seguir como pareja. “He llegado a sentir que no me comprendía y creo que él también lo creyó, que no éramos el uno para el otro, pero cuidábamos a dos hijos pequeños y seguimos por ellos”, asegura Sonia.
Ella siente que ahora que viven solos, sin los chicos, pueden recorrer caminos diferenciados, aunque sigan siendo una familia. “A él más que a mí le ha costado respetar mis sueños, algunas de mis decisiones y siempre ha sido discusión tras discusión. Pese a que nos hemos querido, han fallado cosas. Hoy busco libertad y pensar en mí” prosigue.
Han decidido pasar el verano en diferentes lugares, pensar y tomar la decisión a la vuelta. “Ella me ha dicho que valorase el tiempo solo y que disfrutásemos lo que nos queda, pero sin forzar más”, dice el comercial.
“Que suelan romperse más relaciones de pareja en verano o invierno, puede estar relacionado con momentos vitales que se viven, nuevos hábitos u horarios y cambios en costumbres en la convivencia”, indica Sergio Laiz, psicólogo sanitario especializado en infancia, adolescencia y familia.
No es una novedad que las parejas se separen constantemente y se formen otras. Sin embargo, Laiz señala que en décadas anteriores prevalecía más el aguantar y callar o tratar de resolver.
El profesional comenta que vacilar frente a qué hacer y no dar algo por zanjado puede estar debido al pensamiento de procurar conseguir todo. “Tenemos en mente la idea de hedonismo, el deseo de ser feliz y consumir experiencias donde los seres humanos somos reflejo de un material de usar y tirar”, destaca.
Para él, el “aquí y ahora”, la hipersexualización y el “pasar página” imperan en las relaciones de los más jóvenes y no tanto. “Somos partícipes de una tendencia al vicio por la fácil accesibilidad del siglo XXI y el estrés que vivimos y necesitamos apagar”, manifiesta. Aclara que, en el caso de parejas de más de 50 con hijos adolescentes o mayores de edad, la ruptura no sucede de repente: “Va tomando forma con el tiempo y los hijos pueden haber sido el sostén hasta que ya no están”.
Como expone, en el verano pueden darse momentos de reflexión más tranquilos promoviéndose o no, alternativas y otras perspectivas frente a lo ya conocido. Además, añade que puede ser bueno acudir a psicoterapia: “Uno puede sentirse acompañado en ese proceso con vistas también a descubrir poco a poco porqué algún miembro de la pareja repite un traspiés parecido con cierta frecuencia y termina eligiendo como pareja a un tipo de persona bastante similar”.
Demian Todo Martí, psicólogo, considera que en la actualidad la separación/divorcio ya no está tan estigmatizado y cuenta con una mayor aceptación personal y social, aunque depende de cada lugar. Entiende algunos factores a tener en cuenta si se ve como un fracaso:
Antes de concluir una relación, el psicólogo aconseja hacer un análisis, meditar bien y no dejarse llevar por impulsos: “Si ha habido malas formas, uno puede sentirse culpable o puede aparecer una gran confusión sobre el convencimiento de la decisión”.
Algunas preguntas que considera necesario hacerse son: ¿Qué me falta o no me hacen feliz en mi matrimonio? ¿He hablado con mi pareja con total sinceridad y transparencia? ¿Hemos trabajado en ello como equipo? o ¿Hemos pedido ayuda profesional? Asimismo, tiene claro que el silencio es el gran destructor de los matrimonios. “Sin comunicación no pueden saberse las necesidades que tiene la persona que amamos”, refiere.
El profesional comparte que, al tomar una decisión, lo mejor es seguir firme y evitar “idas y venidas”, ya que puede lastimar a las partes implicadas. Lo que ocurra en la pareja depende mucho del momento que vivan. “Si, por ejemplo, son personas que no pasan prácticamente tiempo juntos, hay poca o nula comunicación, además de sentirse distanciados emocionalmente, la ruptura puede ser el resultado de unas vacaciones poco deseadas”, identifica.
En el caso de desear reconectar y reconciliarse, Todo Martí apunta que: “Si hay muestras de empatía y comprensión con las necesidades y expectativas de la pareja, hay comunicación con asertividad, se trabaja como equipo y se tiene un plan, el verano puede ser un tiempo muy enriquecedor que ayude a mejorar el vínculo sentimental”.
Por su parte, María Magdalena Orosan, psicóloga, sexóloga y terapeuta de pareja, nos recuerda que en el caso de una separación con hijos adolescentes los padres precisan tener una conversación previa, ponerse de acuerdo de cómo hacerlo y comunicarlo al adolescente, desde una perspectiva conjunta que no les dañe y desde que hayan tomado la decisión para evitar la incertidumbre en ellos.
Es importante continuar con las rutinas para que el estrés se minimice y sigan aportándoles calma y seguridad. “Los adultos han de estar pendientes de las necesidades de los jóvenes y protegerlos. Si necesitan ayuda, que la busquen en profesionales, aunque sí se puede hablar de emociones en común”, comenta.
Los hijos pueden estar tristes y enfadados y pueden negar la separación ya que es un proceso de duelo y son fases no lineales. “No podemos evitarles el dolor de la situación, pero sí el sufrimiento innecesario hablando de más y haciéndoles confidentes, mensajeros o espías entre los progenitores. Jamás olvidemos mantener el respeto por el otro progenitor”, remata.