Eduarda y Salvador se amaron en secreto durante casi cuatro décadas y la vida les unió inmediatamente después de enviudar. Con 52 años encontraron el valor suficiente para declararse, por segunda vez, y confesárselo a sus respectivos hijos. Han pasado 35 años desde el momento de la confesión y se siguen amando, a pesar de que ella ha perdido la memoria y él apenas puede ya caminar.
“La vida es una noria, un círculo que te lleva al punto de partida”. Eduarda, de 87 años, repite esta frase, aunque hace ya tiempo que sus recuerdos están borrados. Su hija Nuria, de 57, nos cuenta la historia como si se tratase de una de las novelas de Corín Tellado que colgaban de las estanterías de su madre. “Mamá y Salvador tuvieron sus primeros flirteos en su época de adolescentes. Pura chiquillada interrumpida de cuajo por mis abuelos, un matrimonio de ganaderos de la provincia de Tarragona. Ella nunca supo por qué, pero miraban con suspicacia a cualquier varón que se acercase a su única hija. Con 18 años, decidió hacer sus votos de novicia en la Congregación de Religiosas Franciscanas de Madrid, aunque la vocación no le duró mucho. En uno de sus viajes a la casa familiar conoció a Javier, colgó los hábitos y emprendió una vida con él. Fruto de este matrimonio nacimos mi hermana Carmen y yo”.
La vida de Salvador, pródiga en aventuras, sería más larga de contar. Viajó, encadenó mil amores, triunfó, se arruinó y volvió a triunfar. Cuando coincidía con Eduarda, se cruzaban miradas furtivas llenas de amor. El destino quiso que los dos enviudaran con pocos meses de diferencia. En 1985, decidieron retomar su amor en el punto exacto donde lo dejaron siendo casi unos niños.
Ni dolores, ni amores, ni dinero podrían mantenerse ocultos una vida entera. El coste de mordernos la lengua menoscaba las relaciones humanas y tiene un coste muy alto para nuestro bienestar personal e incluso para la salud física, según Michael L. Slepian, profesor de Psicología Social de la Universidad de Columbia. El investigador ha descubierto que, como guardián de confidencias, el cerebro humano es lamentable. En lugar de ignorar eso que trata de ocultar, se convierte en un pensamiento recurrente que le mortifica. “Acaba perjudicándonos más el desgaste emocional de esconderlo que las consecuencias de desvelarlo”, concluye después de realizar un estudio en su universidad en el que fue capaz de encontrar hasta 13.000 secretos diferentes que agrupó en varias categorías. Observó que, cuando por fin desatamos nuestra lengua, en un momento de debilidad, euforia o cogorza, nos liberamos de esa desazón que pesa en la mente como una losa.
La investigación, publicada en el ‘Journal of Personality and Social Psychology’, concluyó que cada ser humano acumula una media de trece secretos, aunque solo cinco se los guarda para sí mismo. Estos son los que acaban causando gran inquietud. Uno de los más frecuentes tiene como epicentro el dinero. Aunque pocos lo admitirían, el 20% de las personas mantiene oculta una cuenta de ahorro, tarjeta de crédito o cuenta bancaria, según revela una encuesta realizada por la consultora Love&Money. Uno de cada cuatro de sus participantes consideró inadmisible que una persona con la que convives cometa una traición así. Para más de la mitad, sería incluso peor que una infidelidad.
Generalmente, la gente que decide guardar este tipo de secreto encuentra una justificación: la posibilidad de tener que hacer frente a una emergencia, una jubilación incierta o el futuro de sus hijos. Pero en ocasiones, dice el autor de este trabajo, el analista Ted Rossman, la única motivación es una necesidad de gastar a espaldas de la pareja. Sea por una razón u otra, la falta de comunicación erosiona como pocas otras cosas la relación. Michael L. Slepian aporta una explicación: “Cuando hablas de tu secreto empiezas a pensar en él de una manera constructiva, lo procesas, le das sentido, valoras cómo lidiar con él”. En sus experimentos comprobó que quien guarda un secreto que le carcome valora la pendiente de una montaña de forma mucho más pronunciada.
Así es como debían de sentirse Will Smith y su mujer Jada, que ahora aprovechan el programa que ella conduce en Facebook, ‘Red table talk’ para airear sus particulares secretos. Primero fue él quien decidió confesar la mala relación que mantuvo durante años con su hijo mayor Trey, fruto de una relación anterior. “Ha sido el mayor de mis fracasos”, declaró ante las cámaras. Ahora ha sido Jada quien ha admitido que hace cuatro años le fue infiel a Will con el cantante August Alsina. El affaire ocurrió cuando la pareja pasaba por un momento difícil. Los dos han soltado por fin lastre y se han liberado de esa culpa que, según lo visto, les podría haber consumido de por vida.