Aunque la liberación sexual femenina levantó ampollas en su día, sirvió para que la mujer se hiciese cargo de su propio placer y tomase la responsabilidad de sus orgasmos. Sin embargo, muchos hombres arrastran todavía el desatinado mantra de "no hay mujeres frígidas, sino hombres inexpertos" y la presión por la erección se les hace insoportable. Entonces sienten desgana, abatimiento incluso antes de empezar, una sensación que acaba generando "fracaso, decepción y angustia por no dar la talla o no lograr las expectativas creadas", según describe Rafael Aragón, psicólogo y sexólogo malagueño.
En consulta, el cuadro se conoce como rol del espectador. En pocas palabras, es la actitud, habitualmente en las relaciones heterosexuales, de responsabilizarse de placer y el disfrute de la otra persona. "Lo que sucede bajo estas circunstancias y este modo de vivir la relación sexual es que el hombre desconecta de sus propias sensaciones, hasta el punto de convertirse en un mero observador y vivir la relación sexual a través del desempeño, con el objetivo de tener que satisfacer", nos explica este profesional.
En esta presión encuentra él el origen de la gran mayoría de las disfunciones sexuales que atiende en su clínica. "Suele estar asociado principalmente al mito y a la creencia errónea de que el hombre es el responsable del placer de la mujer, como si a ella se le reconociera su sexualidad, pero no su capacidad para experimentar placer por sí misma. Es erótica, pero sigue sin ser poseedora de su propia erótica, sino como una faceta que tiene que despertarle su pareja".
En su opinión, esta actitud tiene que ver con los roles de género y con uno de los modelos sexuales que describió el ya fallecido sociólogo y escritor Josep Vicent Marqués, el modelo capitalista permisivo. Se reconoce la erótica femenina, el deseo femenino y la importancia de desarrollar una vida sexual satisfactoria, pero se sigue potenciando el papel de hombre como amante, cumplidor y autor de esa satisfacción. Es decir, una especie de "trabajador cualificado" encargado de conseguir el máximo goce de su pareja.
Cuando los hombres siguen bajo este yugo, notan especialmente la presión en el momento de la penetración, generándoles, "una gran ansiedad y malestar", según describe Aragón, lo que les aboca a pensar en las relaciones sexuales como una carga negativa. "Cuando esto ocurre, tienden a evitar el sexo para aliviar la ansiedad".
Este psicólogo andaluz, que ejerce su oficio siguiendo la recomendación de Carl G. Jung de dominar todas las técnicas, "pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana", trata el rol del espectador desde su raíz. Es decir, derribando las creencias erróneas que le han llevado ahí. "Comenzamos con educación sexual, cuestionando los mitos que impiden vivir la sexualidad de una forma saludable y placentera. Dependiendo del contexto y la personalidad de la persona, es necesario aplicar diversas técnicas de relajación y ejercicios que se practican en pareja de focalización sensorial, ayudándole a concentrarse en sus propias sensaciones placenteras".
Es un modo de egoísmo positivo muy beneficioso para la pareja porque permite compartir el placer. "Cuando la terapia sexual se realiza en pareja y ambos se comprometen, la efectividad es del 100%. Ambos acaban comprendiendo que el objetivo es el disfrute y vuelven a gozar de la sexualidad". Dejan de preocuparse de la actuación, de la duración, del rendimiento y de las expectativas para ocuparse de los estímulos que están recibiendo en este preciso instante.
En ningún momento ha considerado Aragón que un medicamento pueda ser efectivo. Le parece incluso contraproducente, puesto que enquista la raíz de todas estas dificultades. La prueba la tiene en pacientes que han llegado a él desde otras consultas después de haber tomado diferentes pastillas, como viagra o levitra, sin que les haya servido de nada. "Llegan preocupados y angustiados porque a través de este alivio superficial del problema han terminado perdiendo el apetito sexual", asegura. Dar este paso significa una voluntad de querer poner fin a un problema, el rol de espectador, que le está provocando mucho estrés y socavando en silencio la confianza en sí mismo.
La disfunción eréctil inquieta cada vez más en la consulta. Afecta en torno al 40% de los hombres mayores de 40 años y asciende hasta el 60% al llegar a los 60. Estos porcentajes podrían estar creciendo exponencialmente, según el último encuentro mundial de Medicina Sexual, por una cadena de factores a los que cada día se suma una circunstancia más: pandemia, restricciones, preocupaciones económicas, salud mental, incertidumbre.