Es la más pequeña de España y, según parece, la más pequeña del mundo. Gulpiyuri, en Asturias, tiene 40 metros de costa y el agua no sobrepasa el metro en las zonas más profundas. Sí: 40 metros y apenas un metro de agua. Podría caber en un jardín mediano, pero está al lado del Cantábrico y en su pequeño arenero se dan cita cada año grupos de turistas deseosos de conocer este capricho de la naturaleza.
Gulpiyuri debe su singularidad al efecto erosionante del mar en la roca caliza. Con el paso de los años, el mar creó una cueva en la roca y las aguas quedaron estancadas en el hueco circular que hoy puede disfrutarse. Esta insólita playa se encuentra a 100 metros del mar, del que sigue recibiendo el agua a través de las cuevas.
Su tamaño, su emplazamiento, su forma de semicírculo cerrado, y el hecho de que no sea fácilmente accesible la han convertido en una de las playas más singulares del litoral español. En la actualidad, es una de las más frecuentadas entre los turistas que pasan el verano en la comunidad asturiana.
Declarada Monumento Natural, Gulpiyuri está situada en la Costa de Llanes, al norte de la localidad de Naves, y sólo es accesible por un camino peatonal a unos 100 metros de la nacional 634. La playa es de arena blanca y fina y, como es lógico en este tipo de enclaves, carece de cualquier tipo de servicio.
El acceso a la playa se hace a través de un estrecho camino. Lo aconsejable es dejar el coche en las inmediaciones, donde los senderos no son tan estrechos, para después andar unos diez minutos. La primera visión de la playa quita el aliento: la mar brava del Cantábrico en una parte y, en la otra, prados, bosques en los que perderse y tierras de labor que suben hasta un acantilado en cuyo fondo las olas rompen contra las rocas.
Para el afortunado viajero que pasa por allí, lo más impresionante de Gulpiyuri es disfrutar en un espacio tan reducido de un ecosistema tan bello, variado y salvaje.