Todos aquellos que solemos viajar en avión, ya sea por placer o trabajo, conocemos con exactitud las rutinas que debemos seguir a la hora del despegue y aterrizaje: atarnos el cinturón, apagar aparatos electrónicos, subir la cortinilla de la ventanilla, cerrar la mesa y poner en posición vertical el asiento.
Las dos maniobras de mayor riesgo que un avión realiza son las del despegue y el aterrizaje. De todo el vuelo, esos dos momentos son los que mayor porcentaje tiene de producirse cualquier incidente y, por tanto, como medida de precaución debe de estar todo preparado por si hay que realizar alguna de las cosas que nos han indicado la tripulación de cabina.
Hay que tener presente que, en caso de algún peligro, las tripulaciones tienen solamente 90 segundos para evacuar completamente la aeronave, sin importar el clima, la hora, el número de pasajeros o el tamaño del avión, y para ello preparan el avión para hacer esto mucho más rápido y seguro, de esta forma, las ventanillas del avión permiten ver hacia adentro y hacia afuera para poder tomar las mejores decisiones en caso de que hubiera por ejemplo fuego o escombros.
A la hora de embarcarse en un avión, todos hemos de cumplir con ciertas normas. La mayoría de ellas nos parecen lógicas, como puedan ser las de ponerse el cinturón, no usar el móvil, no fumar o evitar mantenerse de pie en los pasillos. Sin embargo, hay una norma que no es tan fácilmente entendible: la de cerrar las pequeñas mesas de los respaldos de los asientos durante el despegue y el aterrizaje.
Las mesas desplegadas pueden retrasar considerablemente una posible operación de evacuación del avión. Estas mesas son un obstáculo natural para la movilidad, y más aún en esta situación, en la que imperan los nervios y las prisas.Además, las mesas abiertas en una evacuación pueden causar traumatismos a los viajeros que intentan salir rápidamente de sus asientos. Un hecho que puede impedir que la evacuación se produzca en un tiempo mínimo
Evidentemente, la maniobra de evacuación solo puede hacerse cuando el avión ha tocado tierra y está detenido, algo que ocurrirá necesariamente tras el aterrizaje. En el caso de un despegue fallido, es imprescindible tomar tierra cuanto antes. Por lo tanto, durante la elevación del avión también resulta prudente tener las mesas cerradas. Además, ambas maniobras son las que ofrecen un mayor riesgo de que se produzca un incidente imprevisto o se detecte una incidencia técnica.
La rutina es bastante parecida en todas las aerolíneas: se le pide a los pasajeros que cierren sus mesas, se pongan el cinturón y abran sus ventanas para el aterrizaje o despegue del avión al tiempo que se apagan las luces de la cabina.
Mantener arriba la persiana del avión cuando éste va a aterrizar o despegar tiene un significado más allá que de solo poder disfrutar de la vista. Aunque suene descabellado, esta simple acción forma parte del plan de emergencia en una aeronave. En caso de algún accidente, facilita las labores de los equipos de rescate para que puedan ver dentro de la aeronave, o en caso de que necesiten romper el fuselaje, no dañen a nadie.
Con la finalidad de minimizar riesgos y asegurar el éxito de la evacuación en caso de siniestro, las luces también están apagadas durante el despegue y el aterrizaje. El ojo humano tarda unos diez minutos en acostumbrarse a la oscuridad, por lo que si la cabina está en penumbra tardarán mucho menos tiempo en acostumbrarse a la escasez de luz y serán capaces de ver con nitidez. En otras palabras, les permitirá ganar tiempo.