Viajar es el mayor de los placeres, pero sucede que al cumplir los 50 te das cuenta de que todavía no te has atrevido con esas vacaciones aventureras con las que soñabas de joven. En el camino surgen demasiados impedimentos: compromisos familiares, falta de tiempo y de energía, enfermedades, la comodidad de ir a la playa cada año o el límite presupuestario. Ya no hay excusas. Ha llegado el momento de fijar una fecha en el calendario y cumplir el sueño. En Uppers te mostramos cómo planificar un viaje de aventura para mayores de 50.
Lo más obvio es concretar la aventura y decidir el grado del riesgo; no se trata de perder la cabeza sino de volver a casa en perfecto estado de revista. Para los indecisos un primer paso puede ser elegir aquel elemento de la naturaleza que más llama la atención entre el agua, el aire, la tierra y el fuego. Esta decisión es la que decantará la balanza hacia un destino u otro para seleccionar unas vacaciones de aventura haciendo una travesía en barco, subir a un globo o a un ultraligero, adentrarse en un desierto o pisar la lava ya solidificada de un volcán.
De todos modos, las posibilidades son infinitas. Por ejemplo, muchas personas que ya han viajado bastante a lo largo de su vida buscan una experiencia más espiritual o apuestan por unas vacaciones solidarias con un voluntariado aprovechando su formación y sus conocimientos. En este caso, el voluntario se hace cargo de los gastos de los trayectos pero suele tener a su disposición alojamiento, dietas e incluso excursiones a cambio de prestar una labor que es imprescindible en ese destino. Las propuestas van desde instalar bombas para la extracción de agua hasta dar clases a niños en una escuela o poner en marcha una clínica dental y dejarla funcionando.
Independientemente de que se viaje con un fin solidario o se emprenda una aventura por el puro placer de vivirla hay varios puntos que con anterioridad es necesario determinar:
El punto número uno consiste en autoevaluarse y es un campo obligatorio. Es decir, se debe ser consciente del estado de salud personal. Con una enfermedad crónica de la que siempre hay que estar muy pendiente, es posible viajar pero el destino debe disponer de un sistema sanitario que garantice la atención necesaria y que sepa reaccionar ante una recaída.
En segundo lugar un imperativo es reconocer la realidad del estado físico personal. Estar acostumbrado a salir a andar una hora diaria o a dar largos paseos por el campo no son avales suficientes para emprender una travesía de cinco días hasta alcanzar un ocho mil o pisar un glaciar.
Incluso es importante reflexionar sobre el grado de exigencia en cuanto a la comodidad. En este tercer punto conviene preguntarse si para el descanso y la higiene diarias son prioritarios una mullida cama y un buen baño con ducha de agua caliente o son “lujos” prescindibles durante unos días.
El cuarto punto es saber con quién viajar: si con guía, completamente solo, acompañado de personas allegadas o apostar por compartir la aventura con desconocidos.
Una vez se ha reflexionado profundamente y se ha sido sincero con uno mismo en cuanto a la salud, el estado físico, la higiene, las comodidades, la soledad más absoluta o la compañía entra en juego el presupuesto disponible porque es evidente que cuanto más abultado es más lejos se puede llegar y mayor será la duración de la experiencia.
En cuanto a los destinos existen casi infinitas posibilidades que, además, se adaptan a todos los gustos. El Camino de Santiago se puede hacer con una mochila y de alberge en alberge comiendo el plato del peregrino o con todo lujo de comodidades, lo mismo que un safari en Tanzania, avistar ballenas en Nueva Zelanda, bucear en las islas más desconocidas de Tailandia, visitar las Lofoten de Noruega, navegar por el Mar Egeo, llegar al Polo Norte, atravesar los Andes, conocer la selva amazónica o perderse en Nepal…
De todos modos, en la elección del destino también hay que tener presente cuál es la época más aconsejable para visitar cada zona pues las condiciones climáticas mandan. No obstante, si se puede elegir una fecha conviene no viajar en temporada de vacaciones del propio país porque siempre es más caro. Por tanto, sea cual sea el lugar para vivir esa aventura soñada hay que evitar que coincida con el verano, las Navidades y la Semana Santa donde los vuelos a cualquier destino se duplican automáticamente.
Después, llegan los trámites burocráticos como comprobar la vigencia del pasaporte, solicitar un visado si fuera necesario, vacunarse contra las enfermedades de riesgo en el país de destino y contratar un seguro que cubra cualquier percance durante el viaje sobre todo en lo que respecta al ámbito sanitario.
Por último, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación recomiendan darse de alta en el Registro de viajeros. Es una herramienta gratuita a través de la cual se informa de los datos personales y los relativos al viaje de modo que sea posible la localización en caso de emergencia grave como puede ser un desastre natural o un conflicto armado.