¿Qué vas a hacer en vacaciones? Esta pregunta repetida hasta la saciedad entre compañeros de trabajo cuando se acerca el verano viene con trampa. El lugar y la forma a la que se destine este periodo hablarán de estatus y proyectarán una imagen determinada, pero no siempre acompañan en cuestión de descanso y bienestar. España, identificada tradicionalmente con el turismo de sol y playa, ha pasado a convertir el turismo cultural y activo en su principal reclamo (en un 28% frente a un 19%), como señalaban los datos de Mabrian Technologies e Interface Spain. Y pasar unos días en un apartamento en la playa o en la casa del pueblo convive también desde hace años con un imparable ascenso del turismo internacional: en 2018 se dieron 1.400 millones de llegadas de turistas internacionales en todo el mundo (una sexta parte de la población mundial), señala la Organización Mundial del Turismo.
Pero 2020 le ha dado la vuelta a todo, cargado de condicionantes que trastocarán muchos planes a pesar de la relativa apertura de fronteras -este 21 de junio se reabre el tráfico con la Unión Europea (a excepción de Portugal) y se permiten los desplazamientos por todo el territorio nacional-. La cautela frente al contagio y al gasto, que ahora preferimos dejar en casa y en lo local, parecidas a las de antaño y liberadas de la hiperproductividad vacacional y las listas de must see que, enmarcadas dentro del fenómeno del sobreturismo, en los últimos años se habían apoderado de nuestro tiempo libre.
"Tenía planeado un crucero por Emiratos Árabes a principios de año y un viaje a Islandia, y al final me quedo en mi tierra, Andalucía: voy a pasar unos días en Cádiz", explica Antonio (60) a Uppers desde Málaga. "Después de todo lo que hemos pasado estos meses, en los que como médico no he parado de trabajar, casi que me alegro de no tener que volver a hacer maleta y pasar por el trajín de aviones, cambios horarios y demás. Me quedo en la playa y a descansar, que hace falta". Su caso deja un ejemplo de ese cambio de chip generalizado (y a la fuerza) que ha vuelto a acercar lo sencillo al centro.
Como explica la psicóloga Paola Graziano, de Psicología Estratégica, esta sensación de alivio estaría justificada en un contexto en el que nuestras decisiones se ven condicionadas en gran medida por la imagen que queremos proyectar a nuestro entorno. "Esto de la 'marca personal' se ha ido un poco de las manos y nos hemos convertido nosotros mismos en un producto que promocionar: desde nuestro outfit, las marcas que consumimos, hasta las vacaciones". Sin embargo, advierte, "vivir con esa presión social de tener que dar una determinada imagen de nosotros mismos puede ser muy frustrante. Son nuestros valores los que han de dictar nuestras decisiones. El equilibrio, el bienestar y la autoestima saludable se crean desde dentro".
"Unas vacaciones tranquilas con tiempo para reflexionar, reconectar con nosotros mismos, y con lo que realmente es importante para nosotros pueden ser de gran ayuda para mejorar nuestra calidad de vida", continúa la psicóloga. En sintonía con ese parón obligatorio en cuarentena que muchos tildaron de necesario y revelador, haciendo evidente el sinsentido de vivir acelerados, afloran recuerdos de tiempos en los que los veranos no tenían nada que ver con hacer colas para visitar monumentos o hacerse el selfi de rigor en determinado hotspot turístico.
"Yo recuerdo con especial cariño las vacaciones de mi infancia en el pueblo de mi madre. Lo único importante era conseguir reunirse toda la familia, que éramos muchos", cuenta María José (53) desde Granada. "Cuando mis hijos eran más pequeños aún íbamos de vez en cuando y lo compaginábamos con pasar un mes entero en un piso en la costa que compramos. Pero lo vendimos para tener una casa más grande y ahora, como los niños son más mayores, lo que intentamos es hacer un viaje al año todos juntos". Lo que María José echa realmente de menos, como apunta a Uppers, es "eso de ir al pueblo, bañarnos en la alberca y no hacer nada más que algún baile en las fiestas, comer pipas reunidos por la noche… No hacían falta planes, móviles ni más distracciones". La atención puesta, exclusivamente, en estar.
Una habilidad de desconectar del ruido y conectar con "aquello que es útil, importante y significativo para nosotros" que, según explica la psicóloga, se puede entrenar. "Intentar poner atención en lo que hacemos, implicarnos y estar ahí en los momentos cotidianos puede ser una buena práctica: si estás jugando con tu hijo, estar ahí 100% con él (en lugar de estar también pensando en otras cosas). Si te estás comiendo un helado, disfrutarlo con todos tus sentidos. Estar centrado en la conversación que estás teniendo con tu pareja sin distracciones como móviles o televisión. Entrenar nuestro foco de atención nos ayuda a salir de nuestro 'mundo de las ideas' y conectar más con la vida".
Esto, aplicado a las vacaciones, traerá como consecuencia esa sensación de desconexión y descanso que está en su ADN. "Si nuestro objetivo en vacaciones es hacer muchas cosas y nos ponemos una agenda muy exigente, las vacaciones pierden su función: no descansamos", señala Graziano. "Lamentablemente, en la sociedad actual cada vez nos cuesta más parar". Por eso es importante aprovechar este momento para "recuperar la perspectiva de bajar el ritmo en vacaciones, disfrutar de momentos cotidianos y parar".
Una idea que no solo aplicar en este periodo: "Necesitamos aplicarlo a todo, vivir de manera más consciente en general: muchas personas se encuentran en una vorágine constante de cosas que reclaman su atención, y una sensación interna de no llegar a todo y de prisa constante", reflexiona Paola. "Perdemos la conexión profunda con las cosas, con nosotros mismos incluso. Para poder pensar y mirar alrededor es necesario parar, aprender a tomar consciencia cada día: desconectar después del trabajo y tener pequeños momentos para mirar por dónde vamos, cuáles son nuestras prioridades, nuestras necesidades, etc. El parón forzado por el confinamiento por el que han tenido que pasar algunas personas ha podido ayudar a tener esos momentos de reflexión", concluye.