La época de verano es tiempo para -en mayor o menor grado o con más o menos posibilidades- compartir en familia. Pasear, ir a la playa, darse baños en la piscina, tomarse un helado, viajar, pasar el día en un parque acuático o cenar en una terraza con bastante margen para la sobremesa, son algunos de los planes que más pueden apetecer en los meses más calurosos del año.
Sin embargo, en cualquier familia puede ocurrir que se tomen caminos separados y comience una nueva relación de pareja. Una de las preguntas que a continuación responderán los profesionales radica en cómo podrán afrontarlo los hijos adolescentes de ambas partes en vacaciones, y es que, en muchos casos, el que no se alcance una buena sintonía y se acaten ciertas normas, podría suponer un parón o replanteamiento en la relación de los adultos.
Todo esto puede resonar en tu mente ahora que ya has vuelto de esas primeras vacaciones compartidas con la nueva familia: tú, tu pareja y los hijos de ambos. Quizá la experiencia no ha salido como pensabas y en el balance inevitable de la vuelta el saldo es negativo. Es bastante habitual, pero no inevitable. Los casos de otras parejas y las pautas de algunos psicólogos pueden ayudar a comprender el mecanismo de esta delicada convivencia para que el próximo año la maquinaria familiar funcione perfectamente.
Miriam y Javier son una pareja de cuarentañeros con hijos adolescentes de matrimonios anteriores. Ella tiene dos y él uno. Es el primer verano que pasan juntos en familia y han decidido pasar un par de semanas todos juntos en un apartamento que Miriam tiene cerca de la playa en Alicante. Los chicos ya se conocían de otras ocasiones y tienen algún amigo y hobbie en común: les gusta el fútbol y el rock y el metal como AC/DC.
“Las primeras veces que quedábamos para comer, cenar o tomarnos algo en una cafetería se les veía sin ganas de hablar, ninguno quería dar el primer paso. Mi hija mayor que tiene ahora 17 años y es la que ha llevado peor que yo tenga una nueva pareja porque adora a su padre y temía que mi pareja pretendiese ejercer de padre con ella. Pero hemos tenido varias conversaciones con los tres y lo van entendiendo y cada vez hablan más entre ellos y sienten que pueden llevarse bien sin ir más allá”, explica la mujer.
Cuando los niños se enfrentan a la separación de sus padres, se están enfrentando a una pérdida importante y se ven obligados a adaptarse a un cambio que va a ser más o menos difícil, dependiendo de cómo los padres logren manejar el proceso. Kathalina Urquizo, psicóloga clínica, magíster en psicoanálisis y en bienestar emocional y escritora, asevera que debe existir mucha comprensión y cariño para que los hijos puedan afrontar el momento.
“No es lo mismo introducir a una nueva pareja en un momento en que el niño o adolescente aún atraviesa una etapa de dolor, que introducirla cuando ya se ha trascendido de esa etapa. Cuando lo vean de un modo más positivo se les plantea el nuevo escenario”, declara la también formadora de disciplina positiva para familias.
Esta experta aclara que no debe organizarse una actividad de tal naturaleza como parte de los primeros encuentros entre los miembros de las dos familias. No obstante, una vez que se plantea la posibilidad, la decisión de adónde ir debe ser tomada por la pareja en función de las realidades de todos los hijos que conforman el grupo.
“En pareja, con consenso, coherencia y antes de la convivencia, han de establecerse unas reglas básicas e imprescindibles pensadas en las rutinas de los dos grupos de niños, porque las vacaciones no es el momento ideal para cambiar o trabajar en el aprendizaje de nuevas. Además, han de explicarse por cada padre o madre a sus hijos”, sostiene Urquizo.
Según la profesional, iniciar una vida de pareja con alguien que tiene hijos de su matrimonio anterior implica tener paciencia, no presionar, mostrarse como uno es, crear un vínculo compartiendo actividades y prestar la misma atención a tus hijos como a los de tu pareja.
Juanma, 51 años, técnico de informática, consideró una buena opción pasar con su pareja y los hijos de ambos unos días en la playa, algo que entendía que se basaría en descanso y actividades amenas como cenar fuera, darse un baño y tomar el sol, ir al cine... “Desde el primer momento en que mi pareja y yo lo decidimos, pactamos ciertas normas de convivencia que nos afectarían a todos por igual, como comer juntos en la misma mesa, conversando y dejando aparcados los teléfonos móviles”.
También añade que, durante el año de relación con su pareja, ha escuchado más de una vez “tú no eres mi padre/madre”, pero confía en que hablando y dando un cierto espacio se llegará a un buen fin.
Por su parte Aurora y César, de 50 y 47 años, tienen una hija de 17 y uno de 15, respectivamente. Los niños se conocían del colegio, pero no eran amigos. Les ha costado hacerse a la idea de que sus padres son pareja porque sus amigos del colegio comentaban y eso les hacía sentirse incómodos. “Al principio fue raro porque nuestros padres se conocieron hace casi dos años cuando nos recogían a la salida del colegio y como dice mi madre fue un flechazo. Me enfadé al principio porque veía a César muy agradable conmigo y creí que era un papel, pero, por ahora sigo viéndole atento con mi madre y conmigo”, comenta la joven.
“Pasar las vacaciones juntos, hacer planes juntos une y nos hace entendernos más, sin forzar nada, con menos estrés y dejando que los afectos surjan. Quiero compartir cosas con la hija de Aurora y que ella lo haga con mi hijo, que entiendan que pueden pasarlo bien, pero que los que llegamos no somos sus padres, aunque nos preocupemos por ellos”, manifiesta César.
“Plantear las vacaciones en familia es un auténtico reto, y si es un viaje en familia con hijos adolescentes de nuestra pareja, puede desencadenar una fuente de conflictos”, dicta Susana Escolano Lorenzo, psicopedagoga y maestra de Primaria.
Como argumenta, hablar de hijos supone muchas veces anteponerlos a la pareja, por ello concibe tan importante llevarse bien con los de la pareja para que la relación funcione. “Los chicos pueden sentir que se está alejando a su padre o madre de ellos o se le quiere suplantar, por lo que para mejorar la relación hay que dejarles claro que se les va a escuchar y apoyar como lo hace cualquier buen progenitor, además de demostrar que se apuesta por la relación sin exigirles nunca nada”, apunta esta educadora social, que también posee titulación en coaching en inteligencia emocional infanto-juvenil.
Según Escolano, hay que evitar contradecir al madre o padre, solo para ganarnos la confianza de los hijos ya que puede erosionar la pareja y enviar un mensaje equivocado a los jóvenes. “Sí hay que saber darse el lugar que corresponde, apoyando a la pareja y ayudándola en la educación y en la crianza, siempre desde un lugar secundario pero firme”.
Escolano subraya que, con hijos adolescentes, los padres han de:
En verano las dinámicas cambian y se sale de la rutina. Como expone Marta Panizo, directora de Catarsis Psicología, al estar más presentes en casa tanto niños como jóvenes, los adultos pueden sentir un mayor nivel de estrés, algo que entiende dentro de lo esperado. “Los adolescentes son personas con sentimientos a los que les cuesta muchas veces interiorizar lo que les está sucediendo. Los padres han de pasar el mayor tiempo con ellos, guiarles en todo aquello que les suceda y acompañarlos desde su madurez emocional”.
Esta psicóloga identifica que en la nueva situación no deben existir grandes imposiciones y todo debe fluir de un modo gradual, real y adaptativo. “Son necesarias muchas dosis de disciplina positiva y por supuesto, mostrarse respetuosos y empáticos con los hijos”.
Panizo aconseja consensuar actividades en familia que agraden cada vez a uno, incluso crear nuevas tradiciones, como “un día a la semana, algo (por ejemplo, viernes de sushi) y fomentar la unidad familiar”. “Si algo va mal o se complica, si entre hijos o con los adultos no se logra un buen clima habría que optar por ir a terapia familiar o individual y ver si todo mejora”, concluye la experta.