Según cuentan algunos medios, Victoria de Marichalar, hija de la infanta Elena, está descuidado sus estudios, algo que su progenitora no ve con buenos ojos. Quizá teme uno de los peores momentos que pueden darse en la vida familiar: cuando un hijo dice que no quiere estudiar. El abandono escolar, por desgracia, no es un hecho aislado en nuestro país.
El porcentaje de jóvenes de entre 18 y 24 años que abandona sus estudios tras la educación obligatoria ha aumentado en España por primera vez en 13 años. La tasa de abandono temprano en la educación y la formación ha sido del 13,9% en 2022, 0,6 puntos porcentuales más respecto a la registrada en 2021, cuando se situó en el 13,3%, según datos recientes del Ministerio de Educación y Formación Profesional (MEFP).
Aunque el abandono escolar prematuro ha caído de forma constante y pronunciada desde 2008, esta es la primera vez que registra una subida en 13 años. No obstante, la cifra es la segunda más baja en los últimos 15 años. El abandono escolar aleja a España de la media de la Unión Europea y sitúa a nuestro país como el segundo de toda Europa, después de Rumania, con más jóvenes fuera del sistema educativo. ¿Qué podemos hacer en esta circunstancia?
Comunicarse es el elemento esencial. Lo más adecuado es hacer un buen ejercicio de escucha activa, sin dejarse arrastrar por la ira o la ansiedad, permaneciendo atento a las razones que nos expongan nuestros hijos.
En esa conversación debería salir qué problema está impidiendo que tu hijo no quiera continuar sus estudios. En esa búsqueda también es aconsejable hablar con el centro educativo para que explique la actitud del alumno o si tiene algún tipo de problema con el profesorado, los compañeros o la presión académica.
Detrás de muchos abandonos escolares, hay una falta de propósito o ikigai. Solo a través de la comunicación podrá aparecer la ocupación, la profesión o el tipo de estudio que más le motiva.
Mientras lo encuentra, es bueno que no esté obsesionado y que pueda desarrollar su aficiones, ya sea el deporte o cualquier actividad de ocio, con el compromiso de cumplir con las obligaciones escolares.
La motivación interna a veces aparece cuando se muestran, de manera realista, los escenarios que se abren cuando no hay una formación académica. La regla no escrita es que una buena preparación no garantiza un buen trabajo, pero la falta de formación sí nos sitúa en un escenario de precariedad laboral.
Otra estrategia adecuada es darle a conocer el testimono de personas que se arrepienten de haber dejado los estudios. Y cuando, a modo de réplica, nos respondan que hay personas que ganan mucho dinero con un trabajo que no requiere estudios, es bueno explicarles que hay detrás con un objetivo claro: el estudio es necesario para muchos ámbitos de la vida.
Nadie dijo que padres y adolescentes tuvieran que estar solos en un asunto tan complejo como el abandono escolar. En la actualidad, hay ayuda disponible en estos casos: el propio centro escolar, a través de la figura del orientador, profesores, psicólogos y personas que sean referentes para nuestros hijos. Todos pueden ser de gran ayuda a la hora de detectar qué se está interponiendo en el proceso de aprendizaje.
Hacer que nuestros hijos encuetren su motivación interna es clave para conseguir que no dejen los estudios. Según los expertos, no es adecuado obligarles a estudiar, sino que es recomendable que surja en ellos las ganas de aprender.
Tampoco es bueno abusar del refuerzo positivo y la recompensa: no podemos recompensar por lo que constituye, en realidad, una obligación. Mucho menos hay que dar recompensas materiales. En cuanto a castigos, no son muy efectivos. Otra cosa son los privilegios, algo que hay que ganarse. Y cuando no ocurre porque se falta a algún compromiso, ese privilegio no puede darse.
Saber repartir los tiempos y las cargas de trabajo es algo fundamental. Si tu hijo aún no sabe hacerlo, siéntate con él y enséñale a organizarse, muéstrale cómo es un plan de trabajo y cómo debe priorizar los objetivos, contando también con el tiempo libre o de descanso. Los adolescentes, como todos los seres humanos, agradecen la rutina.
Y si sabe organizarse, pero siente miedo escénico ante un examen o la exposición de un trabajo (un problema frecuente), es bueno hacer simulacros de pruebas y todo tipo de ensayos. Recuerda que el objetivo es que siga estudiando y que toda la ayuda que pueda brindarse es poca.