¿Año sabático para tu hijo, sí o no? Cómo enfocarlo para que no deje los estudios
Redacción Uppers
Un grupo de jóvenes abandona una estación de tren.Getty.
Irene Urdangarín, hija de la Infanta Cristina y de Iñaki Urdangarín, ha comentado en su entorno familiar que quiere tomarse un año sabático, lo que implica que abandonará temporalmente los estudios y que empezará su vida universitaria con un año de retraso
El año sabático entre estudiantes es una decisión habitual en Europa y Estados Unidos, pero en España los padres no suelen aceptarla de buen grado, pese a que los expertos en educación esgrimen numerosos argumentos a su favor
Los padres temen que su hijo desconecte de los estudios, pierda el hábito y nunca retome la universidad
Las nuevas generaciones, aunque sean 'royals', toman sus propias decisiones. Irene Urdangarín, hija de la Infanta Cristina y de Iñaki Urdangarín, ha comentado en su entorno familiar que quiere tomarse un año sabático, que, en principio, dedicará al voluntariado, antes de iniciar sus estudios universitarios. Esto implica que abandona temporalmente los estudios y que empezará su formación académica un año más tarde de lo habitual. El año sabático entre estudiantes es una decisión habitual en Europa y Estados Unidos, pero en España los padres no suelen aceptarla de buen grado, pese a que los expertos en educación esgrimen numerosos argumentos a su favor.
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La presión del mercado de trabajo, el miedo a no retomar los estudios y la sensación de pérdida tiempo son los principales motivos que hacen que los padres no miren con simpatía e, incluso, prohíban tomarse un año sabático. Sin embargo, ese punto de inflexión puede tener efectos positivos sobre el estudiante. La clave está en cómo se plantea ese año, que, en absoluto, implica ser 'ni-ni'. ¿Qué beneficios puede procurar ese año?
Mejores notas: Según The American Gap Association, los estudiantes que han disfrutado de un año sabático antes de empezar la universidad consiguen, por lo general, mejores expedientes académicos.
Más optimismo. Esta misma asociación señalan que estos jóvenes son también más felices y saben afrontar su futuro con mayor optimismo.
Mejor nivel de idiomas. Los estudiantes que se han tomado un año sabático antes de ir a la universidad se involucran más en su carrera universitaria, y también tienen mejores competencias en el aprendizaje de lenguas extranjeras.
Más asunción de responsabilidades. Según el libro 'There is life after college' (Hay vida después de la universidad), los jóvenes que toman esta decisión sienten más ilusión por el título que quieren sacar, respecto a los que no lo hace. Los jóvenes 'sabáticos' consumen menos alcohol y se exponen en menor medida a comportamientos sexuales de riesgo porque son más responsables y están más comprometidos con sus estudios. En definitiva, empiezan a ser más responsables de sí mismos.
Mejor empleabilidad. En países como Estados Unidos o Reino Unido se valora positivamente el hecho de que el estudiante recién graduado se tomara un año sabático antes de ir a la universidad, algo que mejora la empleabilidad.
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¿Cómo lograr que continúen con los estudios?
A los padres, los años sabáticos no les parecen una buena idea por las razones aportadas: temen que su hijo desconecte de los estudios, pierda el hábito y nunca retome la universidad. Pero, de hecho, grandes universidades como Harvard o Princeton lo ven como un punto a favor del estudiante en ese maratón de pruebas de acceso a los que someten a sus posibles alumnos. La condición es que ese año haya sido un año de mejora personal. ¿Cómo lograrlo?
Comunicarse. Lo primero de todo es tener una conversación honesta, sincera y serena con nuestro hijo para que pueda expresar por qué quiere tomarse ese año sabático: ¿qué le hace querer alejarse de la vida académica? ¿Cuáles son sus objetivos? Así veremos qué necesita realmente y si es o no una propuesta seria.
Elegir bien el sueño (y el objetivo). Si ya hay acuerdo familiar, este segundo paso es importante. Un año sabático no es estar 365 días de vacaciones o sin hacer nada. El objetivo es el desarrollo personal, cuanto más alineado con los sueños de cada persona, mejor. Mejorar los idiomas, dedicar al tiempo a los demás en ONGs y voluntariados o dedicarse en profundidad a algo que apasione puede tener efectos muy positivos en la vida adulta.
Valorar la parte económica. Nada es gratis, ni la universidad ni, mucho menos, los años sabáticos. Saber qué se quiere hacer es clave para valorar cuánto supone en términos económicos. Lo ideal es combinar opciones de trabajo y estudios de idioma, aunque siempre será necesaria la ayuda de los padres. De esa manera, uno de los objetivos del paréntesis o 'gap' (expresión inglesa para el año sabático), lograr madurez, se estará cumpliendo: todo sueño implica un compromiso y esfuerzo por nuestra parte.
Planificar, vuelta incluida. Un año sabático bien planteado es un acuerdo entre partes (padres e hijos) que incluye el compromiso de retomar la vida académica. Por esta razón, en la planificación del año es necesario incluir los plazos de solicitud de las universidades para el año siguiente. Si, además, ese año puede relacionarse con algo de su futura carrera, conseguiremos implicar a los hijos aún más en los estudios que, posiblemente, pronto retomarán.