¿Y si a tu hijo le estuvieras dando un exceso de autoestima? "Estamos criando personas egocéntricas"

La autoestima desempeña un factor decisivo en la crianza. Es la base que nos permite poner límites y aceptar o no situaciones que pueden ser lesivas. Los padres lo saben, así que ponen todo su empeño en que no falte tan preciado ingrediente en la salud emocional de los pequeños. ¿Pero qué ocurre cuando nos estamos excediendo? ¿Un empacho de autoestima puede ser perjudicial?

Refuerzos demasiado positivos

"Eres el mejor", "eres la más guapa", "el equipo no sería nada sin ti" o "los demás deberían ser como tú" son frases que muchos progenitores dedican a sus hijos con la intención de aumentar su autoestima y reforzar la valoración que tienen de sí mismos.

Pero lo expertos advierten de que muchas veces se presta demasiada atención a la baja autoestima, que puede afectar al desarrollo de los niños, pero se descuidan las consecuencias de un exceso de autoestima, lo que puede llevar a criar a niños individualistas y egocéntricos, pequeños emperadores con conductas nocivas tanto para ellos mismos como para los demás. Es lo que se conoce como el síndrome del tirano que puede empezar a gestarse a edades temprana, ya que según un estudio de la Universidad de Washington, la autoestima infantil empieza a formarse en torno a los cinco años.

Los niños con una autoestima demasiado alta pueden desarrollar una actitud clasista

En busca del equilibrio

"Tenemos tanto miedo de una posible baja autoestima que nos creemos que, para no tenerla, lo bueno es que sea muy alta", señala Sylvie Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "En niños con una autoestima excesivamente alta pueden surgir conductas clasistas, desprecio por la autoridad, competitividad excesiva, la necesidad de demostrar a los demás lo mucho que yo valgo y, por tanto, lo poco que valen los demás", advierte la psicopedagoga sobre los riesgos de hinchar demasiado la autoestima de los pequeños a la hora de educarlos.

En opinión de la experta, esto se agrava en una sociedad tan competitiva como la nuestra, en la que ser el mejor es una de las máximas aspiraciones. Construir una autoestima alta no es malo, pero hay que tener cuidado. "Criar a niños con la creencia de que son muy buenos e invencibles hace que, de mayores, no puedan medir el riesgo de sus acciones ni actuar con objetividad, tengan un sesgo a su favor y, como se consideran buenos y válidos, valoren a los demás por su propio rasero, con un gran narcisismo", asegura Pérez.

Parte del problema es la inseguridad de los padres a la hora de educar a sus hijos, como apunta Ferran Marsà, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. "La generación nacida en los 80 es la primera que, cuando ha tenido hijos, ha reflexionado sobre su paternidad a través de su infancia y de la relación que tuvieron con sus padres, algo que se ve en el ámbito clínico", añade. "Ahora, cuando tienen niños, proyectan las experiencias que han vivido, y eso a veces lleva a malentendidos". Este contexto tan diferente del que vivieron sus padres provoca que se pierdan un poco y que se haya pasado de una generación que no se cuestionaba nada a otra que se lo cuestiona todo. "Creo que hemos pasado de un extremo a otro, de patrones educativos franquistas o posfranquistas a otros que se escapan de la realidad, sin ninguna evidencia más allá de teorías pedagógicas sobre la autoestima", señala.

Lo ideal es tener una autoestima alta, pero ser capaz de empatizar con los demás

Ser capaces de escuchar

"Si tengo una autoestima muy alta, no necesito a los demás; si la tengo muy baja, no puedo hacer nada sin los demás. Lo adecuado es tener una autoestima alta, pero ser capaz de escuchar a los demás, empatizar con sus pensamientos y sentimientos, incorporar sus opiniones". Así explica Sylvie Pérez en qué consistiría el ratio de autoestima ideal.

La experta subraya que casi siempre se hace hincapié en la baja autoestima, pero se pasan por alto los problemas de la autoestima excesiva, ya que se considera que un progenitor siempre va a intentar que su hijo o hija tenga la más alta posible como señal de cariño y buena paternidad y maternidad. "Siempre hay que intentar equilibrar. Querer también es esto, aunque sea difícil. El futuro solamente es de los que son capaces de adaptarse y de flexibilizar. Las personas que son rígidas o autoritarias, o las que se dejan llevar, son las que más sufren".

Marsà coincide en que ese punto medio es el ideal a la hora de desarrollar la autoestima de los niños, aunque no siempre sea fácil. "El concepto de mal padre o mala madre se asocia con prácticas que evitan traumatizar a los hijos. Hay que encontrar un término medio para que el niño se responsabilice de sus acciones, porque es una cosa muy humana y también forma parte del desarrollo de la autoestima". También apunta que se debe reforzar la comunicación entre los padres, la escuela y los centros sanitarios, ya que son los agentes principales que intervienen en el desarrollo y la adaptación de la identidad de niños y jóvenes.