Herminia está en su habitación. Sola. Vive en una residencia para personas mayores. Y está aislada por el coronavirus, como tantas otras. Es soltera. No tiene hijos. Como el 60% de personas mayores en residencias, no recibe visitas. Por suerte, ella tiene a Sandra, voluntaria de Adopta un Abuelo que, ahora, es la voz que escucha por teléfono cada tarde para hacerle compañía.
Su historia comienza hace ya unos años, cuando Sandra, sevillana, decide que parte de su tiempo libre lo quiere pasar acompañando a personas mayores que se encuentran en soledad, convirtiéndose así en la ilusión diaria de estos mayores.
Su 'trabajo' como voluntaria en esta asociación intergeneracional consistía en ir a una residencia cerca de su domicilio y hablar, jugar y, en definitiva, acompañar a su abuelo/a adoptado. Otros voluntarios se iban de cañas con los mayores, a restaurantes o a tomar un 'brunch' los domingos.
Ahora, con el coronavirus y la imposibilidad de moverse, las cosas han cambiado, como explica Alberto Cabanes, CEO y fundador de Adopta un Abuelo: "Fuimos los primeros que adaptamos la actividad debido al cierre de las residencias y nos tuvimos que reconvertir para seguir acompañando a las personas mayores. Estudiamos diferentes plataformas y, al final, vimos que lo mejor era el teléfono de toda la vida", explica.
De este modo nació 'Minutos en compañía' y la relación de Sandra y de más de 100 voluntarios pasaba a ser telefónica, abriéndose, además, a muchas más personas en soledad. "Recibimos más llamadas de abuelitos que están muy solos y en una situación muy difícil, que no tienen familia, son dependientes... Mi cometido, a pesar de la soledad que te cuentan, es que se vayan con una sonrisa y que se sientan escuchados", explica.
Según los datos facilitados por Adopta un Abuelo, desde que comenzó la campaña 'Minutos en compañía' el 31 de marzo han participado 642 personas mayores, que han sido atendidas por los 759 voluntarios actuales en un total de 6209 llamadas telefónicas y más de 100.000 minutos hablados, minutos llenos de esperanza y del mejor medicamento contra la soledad.
El ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid y la Junta de Andalucía fueron los primeros en adherirse a 'Minutos en compañía', pero no por ello las llamadas que reciben estos voluntarios son únicamente de estos lugares.
Un ejemplo de llamada que nos cuenta Sandra es el de María, una señora de Galicia que le llama habitualmente porque "está impedida en la cama, sin familia, ciega, solo con una nieta y muy sola, y ya estaba cansada de ver la misma imagen desde la ventana. Solo quería llamar para evadirse y sonreír un rato, pero cuando cuelgo he llorado muchas veces, porque es un papel que interpretas para darles ánimos pero, al final, te pesa".
Además, con el confinamiento "hay personas muy preocupadas por la situación porque no ven a sus hijos, a las personas que estaban a su lado, a personas que les cuidaban... Ahora igual les dejan la comida en la puerta o les atienden lo mínimo dentro de las residencias. Están muy solos y, sobre todo, nos preguntan que cuándo vamos a terminar con esto, que cuándo vamos a poder salir a la calle... Están recluidos en cuatro paredes y se les caen encima", explica Sandra.
En 2016, Alberto Cabanes decide echarse la manta a la cabeza y fundar esta asociación por un motivo muy especial: "Me he criado con mis abuelos y para mí son superhéroes. Iba mucho a visitar a mi abuelo a la residencia y, cuando llegas a una de ellas, eres como un imán. Hubo un señor que me dijo que su ilusión era tener un nieto y le dije que yo le adoptaba", nos cuenta.
Sin embargo, los principios fueron duros. "Cuando falleció la primera persona mayor que tenía adoptada fue un shock, porque yo conocía a todos y cada uno de ellos. Luego tenía su parte emocional porque pensabas que se iba tu abuelo pero, al menos, en sus últimos meses había recibido compañía".
Además, Cabanes ve el lado positivo de la afectación del coronavirus a este colectivo tan numeroso: "Poco a poco las personas mayores empiezan a tener un hueco más grande en la sociedad y, de las pocas cosas buenas del covid-19, es la visualización que ha tenido este colectivo".
Mientras dure esta situación, los más mayores podrán seguir haciendo uso de este ejército de voluntarios que prestan su voz y su compañía para que, al menos durante un rato cada día, puedan ver un rayo de esperanza en el confinamiento.