Ya estamos plenamente inmersos en el verano y eso solo significa una cosa: para la mayoría de españoles dormir se ha convertido en una tarea que, lo que se dice sencilla, no es. Entre las temperaturas propias de la época y las olas de calor que vienen y van, conciliar el sueño estando por encima de los 20 grados es una especie de odisea que cada uno combate como puede. ¿Lo más recurrente? Ventilador frente a la cama, a funcionar y a dormir plácidamente tapados con la sábana. Pero, ¿y si el ventilador no fuese tan recomendable como pensamos?
Ya con el aire acondicionado hay cierta polémica que se ve calmada por eso de que al apagarse puede mantener fresca la habitación durante horas, por lo que no es necesario tenerlo encendido toda la noche, cosa que no ocurre con el ventilador. Sus ventajas son claras, pues nos ofrece el ambiente fresco que permite conciliar el sueño bien tapados y librarnos del calor nocturno tan molesto de la temporada estival, y en horario valle, así que no provocará un subidón en la factura.
Hasta ahí bien, ¿quién no va a querer un ventilador durante las noches veraniegas? Quizá aquellos que su ruido no les permita caer rendidos en la almohada. Pero su funcionamiento puede traer algunos problemas para ciertas personas. Darle al botón y que sus aspas empiecen a girar no es la mejor idea cuando en esa habitación duerme una persona alérgica o asmática. ¿Por qué? Al comenzar su movimiento en ese aire que nos llega también se mueve polvo o polen que, obviamente, no será lo mejor para estas personas.
A su vez, ese aire tan fresquito hace que algunas partes del cuerpo se resequen, entre ellas las fosas nasales debido al flujo constante de aire que tiene una serie de consecuencias. Que se sequen las fosas nasales puede provocar que haya más mucosidad en la zona para compensarlo, es decir, puede ocasionar mayor congestión y dolores de cabeza. Pero esa sequedad también puede producirse en la piel, e incluso cierta irritación en la garganta y los ojos, especialmente en aquellas personas que acostumbran a dormir con ellos algo abiertos.
Mucho ojo con colocarlo demasiado cerca, también con los que van en el techo justo encima de la cama, ya que el aire frío que genera el ventilador puede terminar repercutiendo en la musculatura de tal forma que provoque rigidez en algunos músculos, especialmente en la zona del cuello y la cara si nos da directamente ahí.
Pero claro, quizá muchos piensen que es mejor tener algún que otro efecto que pasar ese infernal calor durante toda la noche que impide conciliar el sueño. Para minimizar esos efectos es clave mantener limpio el ventilador, tanto su parte externa como la de las aspas, así como la habitación donde dormimos. De esta manera, cuando nos vamos a dormir y lo encendemos levantará muy poco polvo y las consecuencias serán mucho menores.
Por su parte, para evitar los dolores de cabeza, la sequedad de fosas nasales y piel o la rigidez de la musculatura es primordial mantener cierta distancia de seguridad. De ahí que, además de tenerlo bien limpio, tengamos que poner el ventilador no muy cerca para que nos llegue el fresco pero no suframos al día siguiente los efectos negativos.