Montar en bicicleta está de moda. Y no solo como como actividad deportiva, sino como herramienta de movilidad sostenible en las ciudades modernas, e incluso como herramienta para practicar un turismo distinto, a veces en lugares inalcanzables con vehículos a motor. Y gran parte de responsabilidad en el auge de las dos ruedas la tienen los carriles bici que se están expandiendo rápidamente en muchas ciudades.
De hecho, para que la bicicleta se consolide como medio de transporte urbano es necesario que las ciudades se adapten, no solo con más carriles bici, sino con espacios más seguros y conectados que protejan la integridad del ciclista. Por ejemplo, en España hay grandes diferencias entre una zonas y otras. Mientras que ciudades como Vitoria, Valencia, Sevilla y Barcelona están bien preparadas, otras como Madrid, A Coruña, Málaga o Bilbao distan mucho de tener unas infraestructuras adecuadas.
La falta de conexiones seguras y adecuadas entre ciudades sigue siendo el caballo de batalla de la movilidad sostenible en España, mientras que en otros países los carriles bici sí permiten desplazarse de manera segura de una ciudad a otra sin tener que lidiar con otros vehículos en la carretera.
Uno de los ejemplos de carril bici más ambicioso es el que está considerado el más largo del mundo, en Corea del Sur. Conecta la capital, Seúl, con la ciudad de Busán a lo largo de más de 600 kilómetros, una distancia similar a la que separa Madrid de Barcelona. Se trata de un recorrido mayoritariamente llano, asfaltado y bien señalizado.
Construido por K-water, una agencia gubernamental encargada de la gestión del agua, este carril forma parte de una ruta ciclista más extensa de 1.757 kilómetros que sigue el curso de los cuatro ríos principales de Corea del Sur (Hangang, Nakdonggang, Geumgang y Yeonsangun), conectando este, oeste, norte y sur del país. De hecho, una de las tareas de la también denominada Ruta Ciclista de los Cuatro Ríos consiste en revitalizar las áreas que discurren a lo largo de los ríos y proteger estas zonas de las inundaciones.
Miles de visitantes se desplazan cada año desde diversos puntos del país asiático y también del extranjero para cubrir los 600 kilómetros del carril. Los participantes obtienen una medalla y una certificado al completar el recorrido, aunque antes deben sellar una cartilla en los distintos puntos de control establecidos a lo largo del trayecto, como si del Camino de Santiago se tratara. En esas zonas de control, los ciclistas pueden encontrar todo lo que necesitan, desde albergues a cafetería, pasando por conexión wifi gratuita y estaciones para inflar las ruedas.