Tres de la tarde de agosto y el coche a pleno sol cuando en la calle la temperatura ronda los 38 ºC. Nos disponemos a entrar en su interior, pero todo quema: el asiento, la palanca de cambios, el cierre del cinturón de seguridad… Nos encerramos dentro, arrancamos y activamos el aire acondicionado a tope esperando alcanzar el modo “frío del norte” en un segundo. Prepárate para sudar un buen rato porque lo has hecho todo mal. En Uppers un experto en refrigeración del automóvil nos ha enumerado cuáles son los errores frecuentes al encender el aire acondicionado del coche.
El aire acondicionado de un vehículo requiere el mismo mimo que cualquier otra maquinaria o electrodoméstico si queremos optimizar su uso y alargar su vida útil. La refrigeración nos aporta confort para conducir y es tan necesaria como que, según el fabricante de vehículos SEAT, influye en los reflejos del conductor. Los estudios de la marca concluyen que las reacciones son un 20% más lentas a una temperatura de 35 ºC, un porcentaje similar estimado en “las personas ligeramente borrachas”.
A continuación, enumeramos los cuatro errores más frecuentes al encender el aire acondicionado del coche:
En los días de mayor calor y cuando el coche a permanecido un tiempo al sol la sensación térmica dentro de un vehículo podría alcanzar hasta los 60 ºC, de ahí esa “manía” de activar a tope el aire acondicionado nada más arrancar el motor para enfriar el habitáculo. Es un gran error y lo cometen la mayoría de los conductores. Estamos exigiendo que el dispositivo realice un esfuerzo máximo, que implica que se eleve el gasto en el consumo de combustible y de batería además de otros problemas que a la larga influyen en su correcto funcionamiento.
La forma conveniente de actuar es equilibrar en la medida de lo posible la temperatura interior, que será elevadísima, con respecto a la exterior. En primer lugar, antes de encender el aire, es preferible ventilar el habitáculo creando corriente a base de abrir las puertas y bajando las ventanillas. Así la temperatura comenzará a estabilizarse de forma natural. Después será el momento de poner a trabajar el sistema de refrigeración, en modo ventilación, y tras unos minutos pasar a activar el aire acondicionado, pero en su posición mínima e ir subiendo hasta la deseada. Así en menos tiempo alcanzará esa temperatura confortable con la que nos gusta conducir.
Como recordatorio, apuntar que el aire frío tiende a bajar y el aire caliente a subir, con lo cual es oportuno tener en cuenta esta certeza. La tendencia es que el conductor oriente a su cara y a su persona los difusores de aire, sin embargo, no es la mejor forma de que el frío se reparta por todo el coche uniformemente. Lo recomendable para una climatización completa es redirigir el flujo del aire frío hacia arriba e incluso hacia las ventanas para crear una “cortina” que amortigüe la entrada del calor del sol a través de ellas.
La función de recirculación del climatizador de un vehículo permite, por un lado, reciclar el aire del habitáculo y, por otro lado, evitar la entrada de aire sucio al interior, una opción que se aconseja cuando se permanece largo rato en un atasco o se circula por un túnel. Los expertos apuntan que esta opción de recirculación se debe utilizar durante un máximo de 10 minutos, ya que además de llegar a enrarecer el aire del interior tiende a crear condensación en las lunas, lo que provoca que se empañen los cristales.
Al igual que el cambio de aceite o la sustitución de los neumáticos cada ciertos kilómetros o tiempo de rodaje, el sistema de climatización requiere un mantenimiento concreto, lo que también alarga su vida útil. Según los fabricantes lo recomendable es llevar a cabo el mantenimiento a los 15.000 ó 20.000 kilómetros de uso. Consiste en comprobar el funcionamiento del compresor, del evaporador o de la válvula de expansión, verificar que no haya fugas, recargar el gas y montar un filtro nuevo del habitáculo. También adelantan que incluso en invierno es necesario poner en marcha el aire acondicionado una vez al mes para lubricar los conductos y evitar que se resequen. Esto además impide la proliferación de moho y bacterias en el interior que incluso llegan a causar malos olores.