De Madrid a Doha. 19 países. Más de 9.000 kilómetros pedaleando en bicicleta durante seis meses. Esa es la loca aventura en la que se ha embarcado el argentino Juan Miguel Silio, de 56 años, con un objetivo muy claro entre ceja y ceja: acompañar a su selección en la gran cita del Mundial de fútbol de Qatar que se disputa en noviembre. Pero más importante que el destino es el camino, y Juan Miguel no está solo en su odisea. Hasta Estambul (Turquía) le acompañaban tres fieles amigos de Gualeguaychú, y a partir de ahí se le une su esposa para atravesar Siria, Líbano y Jordania. Desde Amán ya sí le toca afrontar solo los 2.300 kilómetros del desierto de Arabia Saudí.
“Mis amigos me dicen que estoy loco, pero aquí estamos de paso y tengo claro que no voy a postergar mis sueños”, nos dice Juan Miguel. De hecho, este ni mucho menos es el primer gran viaje que afronta. Lleva dos décadas practicando el cicloturismo por todo el mundo. Sudámerica, Cuba, Bosnia, Estambul… todos los años procura hacer un gran viaje, a veces más largo y a veces más corto, dependiendo de lo que le permitan sus obligaciones en la notaría en la que trabaja.
El viaje actual comenzó a tomar forma en su mente hace cuatro años, durante el Mundial de Rusia. Tiempo suficiente para prepararlo, aunque el conflicto en Ucrania trastocó parte de sus planes: “Pensaba hacer hasta Kiev con mis amigos. Quería conocer la ciudad e iba a ser el punto de encuentro con mi mujer. No imaginamos que íbamos a asistir en febrero a un conflicto más propio del siglo XIX”.
Juan Miguel partió con sus compinches Yamandú Martínez, Luis Ledri y Franco Baggio desde la plaza de Callao de Madrid el pasado 21 de mayo. Su plan pasaba por hacer 100 kilómetros al día. “Hay días que hacemos 80 y otros que son 120. Por necesidad he llegado a hacer 180 kilómetros. Uno tiene una planificación, pero el camino se elige día por día, en función de relieves, zonas de interés, tráfico, meteorología, y eso no se conoce hasta estar en el lugar. Un desperfecto en la bicicleta también nos puede hacer frenar”, nos explica.
Una jornada promedio comienza a las 7 de la mañana. “Desayunamos, preparamos las alforjas, revisamos las bicis y a las 8 o 9 ya estamos andando”. Cuatro horas por la mañana y otras cuatro por la tarde. “Pedaleamos hasta las 17 o las 18, y después hay conocer un poco la ciudad”. Porque una de las premisas irrenunciables del viaje es disfrutar. Deleitarse con la naturaleza, con los paisajes, las gentes, pasear por las calles, paladear los distintos sabores y olores que ofrece cada sitio que visitan.
“A las grandes ciudades le dedicamos un par de noches al menos. San Sebastián, Bilbao… En París cuatro días; no se puede estar menos tiempo”. De hecho, en Burdeos hicieron hecho una parada más larga de lo habitual por un buen motivo: dejaron las bicis y cruzaron a Londres en avión para animar a Messi y compañía en la Finalissima de Wembley ante Italia, que terminó con triunfo albiceleste por 0-3. Son alegrías como esta las que motivan a retomar el viaje con más empeño.
Las noches se alternan en hoteles, campings, albergues y alojamientos gratuitos, cortesía en algunos casos de amistades y conocidos. Le preguntamos a Juan Miguel si un viaje como este es caro. ”En realidad es muy económico. Ten en cuenta que no gastas en transporte. La comida no se debe considerar porque también comes cuando no viajas. La única incidencia es dormir. Si fuéramos todas las noches de hotel sí sería más caro, pero alternamos. Y si durmiéramos todas las noches en carpa sí que no gastaríamos nada. El presupuesto se adapta a las necesidades”.
Dicho así casi dan ganas de sumarse a su grupeta. Pero, ojo, que aunque llevan encima lo indispensable no van precisamente ligeros de equipaje. “Ropa, siempre poca para no lastrar peso. Un equipo de campamento completo, artefactos de cocina, bolsa de dormir, carpa, juegos de herramientas, cámaras de repuesto, cubiertas… Las piernas siempre se enteran cuando uno lleva de más. En total, llevamos no menos de 30 o 35 kilos”, nos relata. Bueno, quizás no sea tan buena idea acompañarle si uno no va bien preparado.
Obviamente cualquiera no puede afrontar físicamente un desafío de esta magnitud. “Yo tengo muchos kilómetros hechos en bicicleta. Entreno habitualmente y he corrido maratones”, nos cuenta Juan Miguel, que prefiere no pensar en lesiones que puedan truncar la aventura: “Nunca he tenido una lesión. Los dolores son los propios de cualquier actividad física. Si tengo menos energía hago menos kilómetros. Si estoy dolorido descanso un día. Si uno es precavido se hacen las cosas sin inconvenientes”.
Juan Miguel no le teme a las lesiones, ni siquiera teme demasiado por su seguridad, especialmente en el tramo del Medio Oriente (“esa parte va a exigir una logística un poco más cuidada, ya que no hay tantas ciudades juntas”) y en las carreteras del desierto (“allí tendré que planificar el tema del agua, indispensable, porque no podré llevar toda la que quiera”).
Lo que más teme este aguerrido argentino es que su viaje se trunque precisamente en Arabia Saudí por causas ajenas totalmente fuera de su control. Y es que está pendiente de conseguir la visa que le permita pasar por el país asiático: “Es muy difícil conseguirla, no se le dan a casi nadie. Tengo la de Siria, la de Jordania, y esta la estoy tramitando”. ¿Hay plan B? Probablemente tendría que recurrir a la vía aérea para completar la aventura, pero ya no sería lo mismo.
Llegará hasta donde le dejen, pero Juan Miguel se dejará la piel en completar epopeya. Casi podríamos decir que a estas alturas vive para este tipo de desafíos. “Nuestros dos hijos ya son mayores, están en la facultad, y mi mujer me acompaña casi siempre, aunque esta vez solo dispone de dos meses. En mi oficina somos dos notarios y se queda mi socio. Uno no es tan imprescindible, hay que tenerlo muy claro. Y tengo mucha conciencia de la finitud”, asegura el gualeguaychuense. ¿Hasta cuándo piensas seguir con este tipo de locuras? Le preguntamos para terminar. “Mientras el disfrute sea superior al sufrimiento pienso seguir haciéndolo”, nos asegura.