Tras años luchando por acallar las protestas de un cuerpo excesivamente castigado por las lesiones, Rafa Nadal por primera vez se atreve a poner fecha a su retirada. La lesión de grado 2 en el psoas ilíaco de la pierna izquierda que sufrió en el Abierto de Australia se ha prolongado mucho más de lo esperado y finalmente el manacorense no podrá defender la corona de Roland Garros. Tampoco tiene intención de jugar ya los próximos meses. "Hay que poner un punto y aparte", ha dicho en rueda de prensa.
El objetivo de esta parada temporal es intentar regenerar su cuerpo para "encarar el año que viene con garantías, que intuyo será mi último año. Quiero darme la oportunidad de disputar los torneos que me apetezcan el próximo año". Así pues, 2024 se adivina como su última temporada como profesional. "No me merezco terminar así. La intención es que mi último año no sea sólo de comparsa, sino hacer lo posible para competir al más alto nivel, luchando por los grandes torneos, como ha sido en mi carrera".
La resistencia contra viento y marea de Nadal a decir adiós es algo consustancial al deportista de élite que nunca termina de ver claro el momento de decir 'hasta aquí hemos llegado'. Nadie está preparado para el día después, menos aún si se ha sido un gran campeón, todavía siente que puede dar un poco más o se queda con una 'espina clavada'. El profesional comienza a entrenar desde muy niño, le dedica toda su vida a esa tarea, en algunos casos de manera obsesiva, y cuando llega el momento, no por esperado menos temido, lo hace de forma abrupta. Con toda una vida por delante que hay que saber llenar con cosas distintas.
José Carrascosa, psicólogo del Deporte y director de Saber Competir, explicaba hace tiempo a Uppers cómo es esa difícil transición. Según datos de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (Fifpro), el 35% de los jugadores retirados sufre depresión u otros trastornos mentales y el 28% tiene problemas para conciliar el sueño. Lo que está claro es que la retirada implica un gran cambio vital o personal que genera todo un volcán de emociones (vacío, incertidumbre, temor, nostalgia, rutina, aburrimiento) difícil de gestionar, sobre todo cuando se ha vivido con la adrenalina de la competición y todo lo que implica (victorias, derrotas, aplausos, críticas, alegrías, decepciones).
"Son personas que han competido mejor que nadie, se les ha obligado a crecer y a alcanzar las máximas cotas de rendimiento. Cuando todo ello ha perdido su significado, pueden caer en una melancolía destructiva. Lo eficiente es ayudarle a construir una nueva identidad y otra vida", explica el psicólogo deportivo Carlos Ramírez.
Efectivamente, el deportista retirado se enfrenta a la incertidumbre a nivel profesional, cómo orientar su vida, cómo llenar las horas. Pueden tener unos buenos ahorros, pero no tienen vida. Aunque muchos de ellos tienen formación académica, su verdadero talento era el deporte. Muchos se rodean de personas que les asesoran de forma interesada, hacen malas inversiones o abren negocios que no funcionan.
Muchos pueden decir que eso mismo es lo que le ocurre a cualquier trabajador que se queda sin empleo o que se jubila. Pero no es lo mismo. Otros ámbitos profesionales están más hechos al cambio, a la inestabilidad laboral. El deportista termina a los 35 o 40 años una actividad que comenzó cuando tenía 10. No es una liberación, sino un salto hacia un vacío que puede provocar una crisis emocional grande.
"Generalmente, un deportista de primer nivel no quiere retirarse, puesto que supone un apagón a nivel social, personal, económico y mental", nos indicaba Luis Astrain Romano, psicólogo deportivo. Por ello, necesita entender sus emociones, gestionarlas, reorientar su futuro profesional, su relación de pareja y la convivencia familiar. Y eso muchas veces no es posible sin el trabajo de un psicólogo que debería formar parte de un protocolo de actuación en la retirada del deporte.
No es fácil colgar las botas y convertirse en gente corriente. Los avances médicos y la preparación física cada vez más sofisticada y controlada permite que los deportistas cada vez se retiren más tarde. Hace escasas fechas el futbolista Joaquín Sánchez, el eterno capitán del Betis, anunciaba su adiós a los 41 años tras 23 en el fútbol. El ciclista Alejandro Valverde puso fin a su trayectoria profesional la temporada pasada a los 42 años y después de dos décadas en el pelotón profesional.
Años atrás un deportista a los 35 años ya estaba retirado o a punto de hacerlo, con el organismo totalmente exprimido. Hoy todavía le pueden quedar varios años más en la élite. Los entrenamientos, las dietas, la mejora de la recuperación y la importancia del equipo médico han sido determinantes en este cambio de paradigma, en el que la edad ha dejado de ser un condicionante absoluto a la hora de determinar el fin de una etapa deportiva profesional.
Se conoce mucho mejor cuáles son los puntos flacos de un deportista desde el punto de vista físico, cómo prevenirlos y cómo atajarlos. ¿Es posible que dentro de unos años los deportistas aguanten sin problemas más allá de los 40? El doctor Christophe Ramírez Parenteau, jefe de los Servicios Médicos de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA), no se atrevía a dar un pronóstico cuando se lo planteamos, pero sí vaticinaba que las mejoras de rendimiento con la edad tienen un límite biológico próximo: "Constantemente surgen mejoras técnicas o de entrenamiento que consiguen sacar más rendimiento. Seguro que se seguirá mejorando pero cada vez la mejora será más pequeña".