Ningún aficionado al baloncesto en los años 90 puede haber olvidado a Joe Arlauckas. El ala-pívot estadounidense formó una memorable dupla con Arvydas Sabonis en el Real Madrid que ganó la ansiada Copa de Europa de 1995. Su presencia era realmente intimidante y su poder anotador apenas tenía equivalentes. De hecho, aún ostenta el récord de anotación en un partido de Euroliga, con 63 puntos ante la Buckler de Bolonia. Pero aquel jugador excepcional también tenía una cara oscura. El alcohol y la depresión fueron una constante durante su carrera y, sobre todo, después. A principios del nuevo milenio era un exdeportista perdido y arruinado, pero hoy está feliz y agradecido de haber podido contarlo. "Ha sido un viaje accidentado, pero estoy de puta madre", admite en una entrevista en El Mundo.
Arlauckas, de 58 años, vive en Madrid, es embajador de la Euroliga, regenta un gimnasio y dirige un exitoso podcast, The Crossover. Aunque en los 80, cuando era adolescente, no soñaba con convertirse en una leyenda del basket. Lo que le gustaba de verdad era el beisbol. Pero el destino le acabó llevando por otros derroteros. En la Universidad de Niagara comenzó a ganarse una reputación de animal nocturno muy aficionado a las bebidas espirituosas. "Somos muy gilipollas a esa edad. Tenía un problema gástrico de tanto beber. (...) Me ingresaron siete u ocho días. Perdí 18 kilos y ¿sabes lo que aprendí? Nada. Lo primero que hice cuando me dieron el alta fue irme de megafiesta y emborracharme", rememora sobre sus días más salvajes.
Su paso por la NBA, con los Sacramento Kings, fue breve ("ese equipo era un cachondeo, salíamos todas las noches"), y es tras su salto a Europa cuando empezó a llamar realmente la atención. Del Caja de Ronda pasó al Baskonia, donde hizo muy buenas migas con Pablo Laso. "Era la única persona a la que le gustaba la noche más que a mí, nos entendíamos perfectamente dentro y fuera del campo. Nunca he tenido una química igual con alguien", recuerda. Y del Baskonia pasó al Real Madrid, un equipo al que había "cogido un poco de asco" en su etapa en Vitoria.
Aunque tenía reservas a la hora de fichar con los blancos ("me jodía convertirme en uno más, ser otro de tantos que ficha por el Madrid para ganar un título"), ese salto le convertiría en una estrella. Y una con mucho ego. "Flipo con los jugadores de hoy en día porque son todos buena gente. Yo era un auténtico hijo de puta. Ganaba dinero, hacía lo que quería... Era una mala persona capaz de hacer y decir las cosas más salvajes", explica en otro momento de la entrevista. Con Sabonis formó la pareja más determinante de Europa. "Somos igual más amigos ahora que cuando jugamos, pero nos llevábamos bien. Era un talento descomunal. Y en los bares también marcaba el ritmo, aunque se desmayaba mucho", recuerda entre risas.
En el año 2000 se retiró y regresó a EEUU. No le fue bien. "Quería ser un hombre de negocios sin tener ni puta idea y me fue mal. Mi matrimonio se jodió, echaba de menos las fotos y el reconocimiento que antes me molestaban y pasé una depresión muy fuerte. Perdí el dinero, las ganas, la fuerza... Fue como si me hubieran quitado toda la testosterona de golpe", recuerda. Necesitó mucha ayuda psicológica para salir de ese infierno, pero lo logró, aunque aún no sabe muy bien cómo: "La respuesta a cómo salí de la depresión es la misma que cuando me preguntan cómo llegué a ser tan bueno al baloncesto: no tengo ni puta idea. Lo que sí sé es que tengo mucha suerte, porque muy fácilmente podría haber acabado de una manera mucho más trágica".