Si un futbolista retirado hace más de 15 años puede dar la campanada de anunciar su regreso a los terrenos de juego, ése es Romario. Ya lo hizo una vez, apenas un año después de colgar las botas, para defender el escudo del equipo de sus amores, el América de Río, y ahora repite, con 58 (él asegura que sigue en forma gracias a las pachangas en la playa), para cumplir el sueño de calzarse las botas junto a su hijo Romarinho, quien nació en España cuando el astro carioca jugaba en el Barça, y ahora milita en las filas de este modesto club brasileño del que el propio Romario es presidente.
El que fuera considerado por muchos uno de los mayores talentos de todos los tiempos regresará a las canchas cobrando el salario mínimo estipulado, sueldo que él mismo reintegrará en forma de donación al club, dejando claro que nada tiene que ver este retorno con lo económico.
Poco le había quedado a Romario por hacer con el balón en los pies… y sin él. Fue campeón del mundo con Brasil en el 94, temporada en la que además fue galardonado con el Balón de Oro; jugó en algunos de los mejores clubes del mundo como el Barcelona, donde conquistó la Liga a las órdenes de Cruyff, el PSV, donde lo ganó todo y aún le consideran el mejor extranjero que ha pasado por su campeonato, o algunos de los equipos más importantes de Brasil, como Vasco o Flamengo. Además, tuvo tiempo para deleitar con su fútbol en países como Australia, Qatar o Estados Unidos.
Sin embargo, Romario daba tantos titulares dentro del césped como fuera de él. Es histórico, por ejemplo, su encontronazo con Luis Aragonés, cuando el Sabio era su entrenador en el Valencia y le reprochó durante un entrenamiento haber estado de fiesta unas noches antes en un conocido hotel de la capital del Turia. Aquel “¡míreme a los ojitos!” de Aragonés al astro brasileño dio la vuelta al mundo y terminó de enterrar una relación que nunca fue buena.
Romario siempre negó haber estado en aquella fiesta, pero no tuvo jamás problemas en reconocer que le gustaba la noche y que necesitaba salir para rendir después en el campo. “Si no salgo, no marco” era uno de sus mantras. Tanto es así que durante su etapa en el Barcelona llegó a tener a una persona encargada de seguirle por las noches y a la que él, en más de una ocasión, llegó a comentarle: “Te pago esta copa y te vas a casa, que te va a salir más barato que seguirme durante toda la noche”.
Romario era así y así había que aceptarle, pero no todos lo hicieron. El propio Cruyff llegó a decir de él: “No soy policía, soy entrenador. Si no rinde, va fuera”. Él, cuando se enteró, fue contundente: “Cruyff no es mi padre”, respondió.
Claudio Ranieri llegó a amenazarle con no ponerle si seguía saliendo por las noches, lo que le impediría jugar el Mundial al terminar la temporada. Él siguió siendo Romario y espetó en el vestuario a sus compañeros: “Mi vida es mía y fuera del campo hago lo que quiero con ella. La noche siempre ha sido mi amiga”.
Cierto es que nunca nadie pudo decir de él que bebiera, fumara o consumiera algún tipo de droga, pero todos los que compartían vestuario con ‘O Baixinho’ sabían que la noche -y las mujeres- eran una absoluta prioridad en su vida. Él, en eso, iba de cara y no tenía problema en reconocerlo públicamente e incluso en ruedas de prensa.
Una vez colgó las botas, el destino le llevó por unos derroteros muy alejados de los terrenos de juego, toda vez que se inclinó por continuar su labor profesional en el mundo de la política para, según dicen las malas lenguas, saldar las enormes deudas de una vida de excesos.
Así, en 2010 sacó un escaño como diputado federal en Río de Janeiro, mientras que en 2014 ya logró ser senador por el Partido Liberal de Jair Bolsonaro. En ese puesto se ha mantenido hasta la fecha, ya que fue reelegido en 2022 gracias a más de dos millones de votos.
En el campo de la política tampoco le han sido ajenas las polémicas al goleador brasileño, quien ha mantenido un enfrentamiento directo con Bebeto, el que en el 94 fuera su mejor socio para conquistar el Mundial. Uno y otro han defendido intereses contrapuestos, ya que mientras Romario se presentaba junto a Bolsonaro, Bebeto lo hacía al lado de Lula da Silva, algo que no gustó ni mucho menos a Romario, que llegó a decir de su ex compañero que era un “traidor” y que estaba “viejo”.
Sin embargo, cosas de la vida, el fallecimiento de la madre de Romario hace sólo unos cuantos días, sirvió para que ambos tuvieran unas palabras de aprecio para con el otro. Tras el pésame de Bebeto al que fuera su socio sobre el verde, este se lo agradeció: "Gracias por amarme a mí y a mi madre. Gratitud, eterno compañero".
Así las cosas, ayer mismo el propio Romario anunció en sus redes sociales que, más allá de lo que implica su día a día profesional, ha decidido calzarse las botas de nuevo para jugar junto a su hijo en el América de Río: “No voy a competir por el campeonato. Sólo quiero jugar algunos partidos en el equipo de mi corazón, el Mecano. Quiero cumplir el sueño de jugar junto a mi hijo”.
De este modo, Romario, presidente del club, hará realidad su fantasía de jugar al lado de su hijo, quien ya hizo realidad la suya cuando llegó al América, pues así se lo había prometido años atrás a su abuelo.