Quedan sólo unos días para que Saúl Craviotto, el deportista español con más medallas olímpicas de la historia junto a David Cal, se suba a la piragua junto a Marcus Cooper (abanderado de nuestro equipo olímpico), Carlos Arévalo y Rodrigo Germade. Ellos formarán el K4 en busca de un metal que, para Saúl, sería el sexto. Historia viva del deporte español.
Sólo unas pocas semanas antes, Saúl nos atiende entre una sesión de fisio y un entrenamiento que, digamos, no es plato de buen gusto porque está cayendo una buena en Gijón. “¿Crees que me apetece ir al agua con este día? Me iría al sofá ahora mismo, pero es lo que hay. Tenemos que apretar al máximo”, reconoce.
La determinación y la disposición para el trabajo son señas de identidad de un deportista que lleva más de media vida enfocado en que cada cuatro años tiene una cita con las medallas en los Juegos Olímpicos.
Tienes ya cuatro Juegos a tus espaldas y vas a por los quintos. ¿Qué cambia de unos a otros? No será lo mismo con 20 que con casi 40…
La verdad, es más o menos lo mismo, tener claro el propósito al acabar un ciclo olímpico. Después de Tokio me propuse ir a París y estaba dispuesto a pagar el peaje que conlleva. A partir de ahí toca planificar, rodearte de un gran equipo y trabajar. Básicamente, es la misma esencia en todos los Juegos Olímpicos. Estos son especiales porque están cerca de casa, no hay pandemias, y mucha gente va a vernos. Tienen otro aroma, creo que van a ser muy bonitos.
Y el hecho de tener ya cinco medallas y la posibilidad de ser el español con más medallas de la historia, ¿te infunde respeto o te da igual?
El objetivo es el mismo, da igual si tengo una o cuatro medallas. No pienso mucho en ser el máximo medallista olímpico. Compararnos entre deportes es injusto; en natación puedes ganar varias medallas en unos Juegos y en maratón solo una. Lo importante para mí es haber mantenido el máximo nivel en cinco Olimpiadas diferentes. Llevo desde los 20 peleando.
Has logrado medallas compitiendo, en pareja y en equipo. ¿Cuál sabe mejor?
Las de equipo, sin duda, son muy especiales. Aunque una medalla individual tiene su mérito, el barco de equipo es más bonito de entrenar. Las victorias se disfrutan más y los fracasos se comparten. Es una sensación de equipo, y más si hay buen rollo.
Dentro de la piragua con otros tres no cabe lugar a ningún mal rollo, ¿no?
Claro, al final somos uno. Paso más horas con mis compañeros que con mi mujer. Son como hermanos para mí. Pasamos muchas concentraciones lejos de casa, hemos hecho una piña. Lo importante es que todos demos el 100% y si quedamos cuartos nos abrazamos igual.
¿Es posible competir por una medalla si no os lleváis bien?
No me ha pasado nunca ir a unos Juegos Olímpicos con alguien que no soporte. En 20 años de carrera, me he topado con gente que me cae peor, pero nunca he competido con alguien que no soporte. Entiendo que influiría, sobre todo en el día a día.
¿Cómo describirías con una palabra a Marcus?
Mente fría, perfección. Sé que no me va a fallar.
¿A Rodrigo?
Es el chasis del K4. Con él, tranquilidad pura.
¿Y a Carlos?
Explosividad, la chispa del K4, potencia y fiabilidad.
¿Y a ti mismo?
Quizá el nexo, el capitán, o el ordenador a bordo. Soy el que lleva el ritmo y la cadencia de paleo. Todos aportamos potencia, velocidad y resistencia.
Empezaste tu primer ciclo olímpico con 'veintipocos' y ahora rondas los 40. ¿Qué has cambiado en tu día a día y en tu forma de entrenar?
Nos adaptamos a los cambios de edad. Ya tengo más resistencia y trabajo aeróbico en el cuerpo, necesito más descanso que un joven de 22 años.
Decías antes que al terminar un ciclo olímpico te planteas si estás dispuesto a pagar el peaje para el siguiente. ¿Cuál es el mayor peaje?
A mayor aspiración, mayor precio. En mi caso, el tema familiar es un peaje importante. Paso mucho tiempo fuera en concentraciones y competiciones. Soy deportista 24 horas, no tengo vacaciones como la mayoría. También está el desgaste físico; entrenamos ocho horas al día y estoy todo el día reventado.
Muchos deportistas dicen que no recuerdan el último día que entrenaron sin dolor. ¿Os pasa a vosotros también?
Mi deporte no es muy lesivo. Es duro y sacrificado, pero por suerte, hasta ahora, pocas lesiones.
Al salir del agua y llegar a casa, tu vida ha cambiado mucho en estos 20 años de Juegos Olímpicos. Ahora tienes niñas, una familia. ¿Cómo influye eso en tu vida?
Mis hijas son mi razón de todo y lo que me motiva. Pero llego a casa agotado de entrenar y solo quiero descansar, ver una serie o algo así. En cambio, tengo a mis hijas diciendo "papá, quiero hacer un puzzle" o "papá, quiero colorear". Es el jaleo de cualquier casa con niños. Es duro, pero a la vez me llena.
¿Las ves metidas en el mundo del deporte, del piragüismo?
Sí, ya hacen deporte. Natación, tenis, ahora juegan al voley y al baloncesto. Me gusta que hagan deporte y a ellas también. El piragüismo no lo han probado, pero si algún día quieren, estoy abierto a ello.
Tienen al profesor en casa, ¿no?
Sí, la pequeña no tiene miedo al agua y eso me preocupa. Tenemos piscina en casa y me gustaría que le tuviera más respeto. Hay que tener mil ojos.
Después de haber ganado todo en unos Juegos, ¿cuál es tu motivación?
La motivación para mí está sobrevalorada. Creo más en la disciplina. Hay días que llueve, como hoy en Asturias, y no apetece entrenar. Pero si quieres una medalla, tienes que ser disciplinado. La motivación es un multiplicador, pero no siempre estás motivado. Hay que fomentar la disciplina en la sociedad.
¿Qué es más complicado, entrenar a nivel mental o físico?
La cabeza manda. Es la que da la orden a los músculos. La lucha más dura es mental, pero una vez superas esa barrera y ves resultados, engancha.
Dejemos un poco el agua y el deporte. Te has enganchado a la cocina…
No era muy cocinillas porque siempre estaba en hoteles y concentraciones, pero me gusta cocinar, vengo de una familia gastronómica. Mi abuelo tenía un restaurante de leonés en Lérida. Subo recetas a Instagram y a mis seguidores les gusta. Es una forma de mostrar otra faceta mía.
También has publicado un libro de recetas. ¿Cómo surgió esa idea?
Las oportunidades van surgiendo. Me gusta el mundo gastronómico, es un hobby. Pero no me voy a dedicar a ser cocinero profesional. Es una forma de relajación para mí.
Siendo deportista, ¿es bueno o malo saber cocinar?
Está bien porque puedes darle sabor a la comida sin que deje de ser saludable. No siempre es pollo a la plancha. Se pueden hacer platos saludables y sabrosos.
Das otro aire a la comida de deportista.
Así es, pero tampoco soy el típico deportista que come de manera híper cuadriculada. Me permito un postre de vez en cuando.
Y además de todo eso, colaboras con Ayuda en Acción. Eres una de las imágenes de la campaña sobre el cambio climático. ¿Qué opinas de la concienciación en países como España?
Mi labor en esta campaña es concienciar sobre cómo el cambio climático afecta más a los países menos desarrollados. Los que tenemos cierta exposición pública deberíamos dar voz a estas acciones. Siempre he estado concienciado con el tema y me encantó poder participar.
Quizá aquí no entendemos lo que supone el cambio climático en determinados países del mundo.
Claro. Aquí estamos concienciados pero respecto a nuestro entorno. Sin embargo, para países del tercer mundo el cambio climático supone un desastre absoluto.
¿Cómo te ves después de retirarte del deporte?
Es la mayor preocupación de cualquier deportista. Siempre he tenido inquietud por tener un plan B. Soy Policía Nacional, doy conferencias, tengo inversiones. No sé cuándo me retiraré, pero gracias a mi formación y proyectos, no tengo esa preocupación ahora. Intento inculcar eso a los jóvenes deportistas porque es una preocupación real. Habría que hacer más hincapié en la formación de los deportistas jóvenes para que no se centren solo en el deporte.