El año que nació Iñaxi Lasa se pusieron de moda los vestidos huecos de falda larga con volantes anchos, el dictador Primo de Rivera clausuró el Ateneo de Madrid y desterró a Unamuno, se descubrieron las Tablillas de Glozel, Pablo Neruda escribió 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada' y Mussolini ganó las elecciones italianas. El mundo acababa de salir de una guerra mundial y aún faltaba tiempo para la Segunda Guerra Mundial y para la Guerra Civil española. Suena extraño, pero es que Iñaxi tiene ya 100 años, estupendamente llevados, por cierto.
Aunque nos atiende desde Benidorm, donde se encuentra pasando unos días de vacaciones con su hijo Iñaki, nació en la aldea de Ichaso (Guipúzcoa), en 1924. Y no fue mala cosecha aquella. Ese mismo año llegaron al mundo Marlon Brando, Eduardo Chillida, María Dolores Pradera, Lauren Bacall, Truman Capote, Marcelo Mastroianni o Giacomo Puccini, por nombrar algunas celebridades. De todos ellos, Iñaxi es la única superviviente.
No le gusta hablar de calamidades ni de guerras, y en ese optimismo está una de las claves de su saludable longevidad. Por eso, empezamos comentando esa popularidad que no deja de crecer desde que empezaron a difundirse sus entrenamientos diarios en el gimnasio. En TikTok, sus vídeos suman más de 1.200.000 likes y tiene más de 120.000 seguidores, a los que hay que añadir otro buen puñado de miles en Instagram. Una influencer centenaria que encabeza sus redes sociales con una declaración de intenciones: "Soy la más vieja del gym, pero prefiero a ser a la más joven del asilo". En una de sus últimas publicaciones reflexiona: "La vida es como un partido de fútbol: 90 minutos más el descuento. Jamás hay que tirar la toalla".
Vive con su único hijo y a medida que avanza la conversación, tanto Iñaki como Iñaxi van desplegando de forma natural en qué consiste eso que la ciencia llama envejecimiento saludable. Es decir, el elixir mágico de la eterna juventud. No hay misterio. Iñaxi se despierta cada mañana con un propósito, está rodeada de cariño y, además de seguir unos hábitos saludables, tiene una actitud positiva ante la vida. Su plan de vida coincide con el de las llamadas zonas azules, esos lugares, como Okinawa, donde abundan los centenarios.
"El ejercicio físico me está dando vida y me mantiene fuerte. No es solo el entrenamiento, también caminar todos los días y seguir unos hábitos sanos". Nos lo cuenta cuando acaba de regresar de uno de sus paseos diarios aprovechando los últimos rayos de sol que caen sobre la ciudad costera. Seis kilómetros, confirma Iñaki. Confiesan que esta fama que empezó en las redes sociales y ahora trasciende a los medios de comunicación a veces les provoca cierto vértigo, pero lo asumen como algo natural. ¿Quién no querría conocer el secreto de la longevidad de Iñaxi? Ella es el ejemplo más palpable de cómo sumar años a la vida y, sobre todo, vida a los años.
Esta centenaria se ríe porque cree que nadie mejor que uno mismo sabe cómo lograrlo. "Empecé el gimnasio con 93 años y ahora es ya parte de mi rutina diaria", señala. Todo comenzó por una lesión de una empleada de hogar que tenían en casa. "En el gimnasio donde se recuperaba le dieron una invitación y se la regaló a mi madre. Se sintió tan bien que decidimos que tenía que continuar. Ahora soy yo quien la acompaña", explica Iñaki. Por supuesto, esto implica un esfuerzo y una fuerza de voluntad inquebrantable para vencer la pereza, el desánimo o las molestias con las que una persona de esta edad se puede despertar. A cambio, el cuerpo y el alma le corresponden a Iñaxi con su mejor cara.
La idea de saltar a las redes sociales fue precisamente ver los beneficios palpables en esta mujer centenaria. "Su ejemplo -advierte el hijo- es muy inspirador y, según nos dicen, está sirviendo de impulso para muchas personas que van cumpliendo años". Aparte del entrenamiento de dos horas diarias, en los que practica levantamiento de peso y ejercicios de cardio, madre e hijo salen a caminar cada día al menos un par de horas para respirar aire puro y disfrutar de los rayos de sol. "El sol le hace sentir muy bien y le da mucha vitalidad. Le encanta".
Esta regularidad mejora su sistema cardiovascular, su flexibilidad y la producción de endorfinas con las que potencia sus defensas. La medicina es, por supuesto, ha sido un factor esencial. Se ha fracturado la cadera en dos ocasiones y ha superado un cáncer de mama, además de otros achaques, como la artrosis, un mal menor a estas alturas de la vida y al que desafía a fuerza de disciplina.
Esta mujer, vasca hasta la médula, de ojos claros y rostro sereno, llega al gimnasio impecable, con sus uñas pintadas y con diseños deportivos muy juveniles. Está llena de vida. Con su voz enérgica deja claro que mantiene a raya tanto el cuerpo como la mente. Solo lamenta la visión perdida. "Tener la vista deteriorada está condicionando su calidad de vida", confirma su hijo.
Hoy sus ojos son los de Iñaki. Él se preocupa de su bienestar, de procurarle aquellos suplementos que puede necesitar, como ácido fólico, y, sobre todo, de brindarle amor. No hace falta mucho más para responder a esta pregunta que le hacen a su madre insistentemente desde que se dio a conocer: ¿Cómo llegar a centenario? Es verdad que la longevidad no ha dejado de batir récords en las últimas décadas, pero soplar el centenar de velas con una salud mental y física como la de ella no es algo frecuente.
"Nací y crecí en una zona rural, en un hogar en el que no había ni luz ni agua. Nos iluminábamos con un quinqué. En invierno, el frío era infernal. Mi padre murió cuando yo tenía ocho años, dejando a mi madre viuda al cuidado de ocho hijos. Seis mujeres y dos varones. La casa estaba en la zona alta del pueblo y había que caminar un buen trecho para llegar a la escuela. Por eso, a mediodía teníamos que comer en unas escaleras lo que nos preparaba mi madre. Ateridos de frío".
La dureza imprimió carácter. Solo recuerda el caso de un pariente más que haya llegado al siglo de vida, por lo que, en este caso, la genética no parece haber sido un factor decisivo en su longevidad. A pesar de su origen humilde, el hecho de criarse en el campo le permitió alimentarse de forma saludable con los productos que le da la tierra. Dice que sigue siendo así: frutas, verduras, hortalizas... La última vez que compraron fruta fueron unas cerezas. La huerta le ofrece casi todo cuanto necesita para vivir. Iñaki añade que es una alimentación natural y orgánica, sin pesticidas ni químicos. Y siempre en su justa medida.
A todo eso, madre e hijo añaden su actitud positiva para afrontar los días con buen humor y optimismo. La vida le enseñó a adaptarse a las circunstancias y a la pérdida de seres queridos, un precio ineludible cuando uno llega a centenario, pero al mismo tiempo desarrolló resiliencia y una capacidad infinita para disfrutar de lo bonito que pueda traer el día. El gimnasio, las redes sociales, el súbito interés que ha despertado en los medios y saberse un referente de envejecimiento saludable le da aún más motivos para levantarse y reconectar con la sociedad de una manera que jamás había imaginado. Son cosas que alargan la vida y también la llenan de sentido.
Quien entienda que es un fenómeno digno de estudio no encontrará más secreto que la tranquilidad y belleza natural que desprende, vivir en sintonía con la naturaleza y libre de presiones, cultivar una mentalidad positiva, mantener una alimentación basada en productos locales y frescos, ocuparse del cuidado de su huerta y las tareas cotidianas y conexiones humanas. Fue el punto de partida de esta mujer antes de que su cuerpo comenzase a envejecer. Y, sin duda, uno de los mayores pilares es, sin duda, su hijo Iñaki, que le brinda 24 horas de amor y la cuida respetando su ritmo, sus tiempos y sus necesidades.