Incluso quienes pasan olímpicamente del fútbol, la noche del 11 de julio de 2010 gritaron "¡Gooool!" cuando Andrés Iniesta perforó la portería de la selección holandesa brindando a España su primer Campeonato Mundial de este deporte. La proeza traspasó el interés meramente futbolístico; el país, sumido entonces en una severa crisis, vivió una fiesta. Durante al menos unas horas (o unas pocas jornadas) la población olvidó el paro, los recortes y los desahucios y abrazó con entusiasmo aquel triunfo como lo que era: la única noticia positiva de esos días. Tuvo un efecto analgésico.
El banco holandés ABN Amro había calculado en 2006 —estudiando el desarrollo de los países campeones desde 1970— que aquel que sale victorioso de este evento balompédico ve incrementado su PIB anual en un 0,7%. El augurio dio muchas esperanzas a los atribulados españoles, pero el PIB de España solo aumentó un 0,2% ese año. Tendrían que pasar algunos más para que el país saliera de la recesión. Pero el golazo de Iniesta tuvo beneficios a otros niveles. Fue un momento de oro para la llamada "marca España" y sirvió de incentivo al turismo: en plena crisis, este sector fue de los primeros en levantar cabeza, con un incremento del 1%, como reveló el entonces secretario general de Turismo, Joan Mesquida.
Quizá por esos momentos de dificultad tampoco se dio el esperado baby boom que acompaña, nueve meses después, a todo hito feliz que se precie. En 2011, nacieron 3% menos niños que el año anterior. Una de las excepciones a esta sequía procreadora fue el propio Iniesta: el goleador fue padre en abril de 2011 de su primera hija, Valeria, a quien algunos medios bautizaron como "la hija del Mundial".
El propio Iniesta recordaba así en El País el histórico trance: "Nunca soñé meter un gol en la final de un Mundial. Lo que he conseguido, visto desde la plaza de Fuentealbilla en la que jugaba de niño, es impensable. No soñaba esto. He visto el gol mil veces". Hizo dos promesas; una de ellas, nunca la ha revelado; la otra, hacer el camino de Santiago: "¡No sabía que eran 3.000 kilómetros! Pero lo haré, lo cumpliré. Cada vez que veo el partido recuerdo que tengo dos cosas que cumplir".
Lo que ofrece pocas dudas es que el instante en que el zurriagazo de Iniesta enfilaba la portería holandesa, el país entero contuvo la respiración; se congeló. Y cuando la pelota tocó la red, se produjo una extraña y emocionante reacción, en la que jóvenes y mayores, gente de izquierdas y de derechas, famosos y anónimos y todas las divisiones binarias que se nos ocurran con respecto a los habitantes de España hicieron por una vez algo al unísono: alegrarse por el éxito de un símbolo de la nación. Para muestra de aquel sentimiento transversal, hemos pedido a personalidades de la literatura, el cine, la música, la gastronomía y el deporte que evoquen para Uppers cómo vivieron la inolvidable gesta.
El ganador del Premio Nacional de Gastronomía 2006 lo recuerda "como si fuera ayer. El 11 de julio de 2010 estábamos todo el equipo de pacoroncerocatering en Londres ya que al día siguiente dábamos un evento para 600 personas. El equipo ya llevaba dos días en la capital inglesa organizando todo y yo llegué esa misma mañana. A la hora del partido estábamos en las cocinas del hotel NH, de nuestra compañía donde nos alojábamos, ultimando detalles para el día siguiente: el equipo de cocina terminando toda la mise en place y el de sala puliendo todos los detalles; íbamos siguiendo el partido por la prensa digital. Para el segundo tiempo ya habíamos terminado y nos bajamos a la cafetería del hotel para terminar de verlo. Lo disfrutamos muchísimo todos juntos, sufriendo hasta la prórroga.
"Fue una euforia colectiva muy grande -prosigue-, todos dando botes, abrazos, brindando... ¡una alegría inmensa! Además siento un enorme respeto y admiración a los deportistas de alto nivel además, tengo varios amigos tanto en activo como retirados, y mi mujer [la exatleta Nerea Ruano] lo fue, por lo que sé de primera mano todo el trabajo diarios de años que hay detrás de una victoria, que no se ve...; mucho esfuerzo y sacrificio, momentos buenos y otros no tan buenos, lesiones inoportunas...; y es algo similar a los que nos pasa a los cocineros cuando te dan una estrella Michelín. Así que me emocioné mucho, por ellos y sus equipos de trabajo".
El líder de Hombres G y furibundo madridista recuerda que el Mundial de 2010 coincidió con una de las giras de la banda. "Lo que hacíamos era poner al público en las pantallas los partidos, y era muy emocionante", dice. La final la vio en una pausa de esa serie de conciertos. "Me tocó seguirla en Zahara de los Atunes, en casa de mi amigo Javi. Estuve con mi familia, mis hijos, Javi y su chica..., preparamos una cena especial, por supuesto, para vivir esa noche como España entera; cuando marcó el gol Iniesta, imagínate: una alegría inconmensurable; corría el minuto 116 de partido, íbamos a ir a los penalties, una tensión enorme... Y después, con el gol, una alegría inmensa. Pensé en mi padre [el cineasta Manuel Summers, fallecido en 1993], que nunca vio a España ganar un Mundial. Fue una noche preciosa. Salimos a la calle, en Zahara, pero había muy poca gente, porque no hay muchísima gente en el pueblo; salimos a divertirnos un poco, pero fue muy familiar, muy tranquilo, muy entrañable”.
Al solicitadísimo actor la final le pilló, cómo no, delante de las cámaras. "Estaba rodando 'No habrá paz para los malvados' y mientras Santos Trinidad moría, se oía en la lejanía la voz de Camacho 'Andresito de mi vida…'; evidentemente tuvimos que repetir la toma. Es imposible abstraerse del concepto de 'españolidad' justo en momento. A los españoles nos cuesta ponernos de acuerdo en casi cualquier cosa y en ese momento fuimos uno y eso siempre emociona. Pensé en mi padre con el que vi muchos partidos a lo largo de mi vida".
"Estaba en Rota, Cádiz, como cada verano", evoca el poeta, hincha del Athletic Club de Bilbao y exjugador de los juveniles del Real Madrid. "Lo vimos en casa de Almudena Grandes y Luis García Montero. Llevé la misma camiseta roja todo el Mundial, soy supersticioso. Y puse una pequeña bandera de España encima del televisor, como también hacía en cada partido del campeonato".
"Lo viví como un acto de reparación -continúa-: llevaba toda la vida diciendo que no pensaba irme de este mundo sin un Mundial. Y también porque a mí además de ganar me gusta merecerlo, y para mí era el triunfo de España y el del mejor fútbol que se hacía en aquel momento. Vengo de la poesía y el juego de aquella selección iba hacia la poesía. Cuando la editorial Visor quiso sacar un libro sobre la relación entre el fútbol y la poesía llamado 'Un balón envenenado', escribí este poema, que tiene el mérito de estar escrito por un hincha del Athletic de Bilbao y socio del Real Madrid a un jugador, al fin y a cabo, del Barcelona: "Por lo visto, Di Stéfano y Pelé fueron Shakespeare./ Pero Iniesta es Cervantes y en España es lo más: el Quijote y su gol contra Holanda en Sudáfrica / son las mejores obras que ha dado este país”. (fragmento.)
El donostiarra es aficionado de la Real Sociedad y vivió el gol de Iniesta en París, a donde había ido con su chica y una pareja de amigos a pasar unos días. "Recuerdo que buscamos una cervecería con pantalla gigante; fuimos a la mañana a reservar un buen sitio y vimos el partido en unos butacones con mucha cerveza y cositas de picar. El partido estaba acabando, hubo una ocasión clarísima de Holanda...; estábamos sufriendo bastante. Mi amigo y yo llevábamos un buen rato viendo el partido de pie; era imposible estar sentado. Cuando metió el gol Iniesta fue un disparo al corazón, un subidón terrible. No lo celebramos de ninguna manera especial; nos quedamos allí, seguimos bebiendo cervezas y lo que sí recuerdo es que luego, caminando del bar al hotel, nos cruzamos con muchos coches con banderas y tocando el claxon, lo que nos chocó bastante. Fue muy bonito. Llegamos al hotel, pusimos la tele, vimos todos los resúmenes y el famoso beso de Iker a Sara Carbonero... Fue muy bonito, la guinda de un viaje muy especial".
"Recuerdo ese momento como un momento de superación, de confirmación de una generación de futbolistas espectacular no solo en lo deportivo sino en la mentalidad", dice quien fuera ganador dos años (1988 y 1990) en Roland Garros en la categoría de Dobles. La leyenda del tenis español hace sobre todo una lectura deportiva. "Para mi personalmente fue la consagración de que España podía conseguirlo todo. Admiré mucho a Del Bosque por saber llevar al grupo, pero sobre todo me acordé de Luis Aragonés, que para mi fue el que hizo que el grupo creyese y que si podían, esos años previos fueron fundamentales, me acorde también de Salinas, Luis Enrique, Clemente, Camacho, del Buitre, de Raul, de Suarez, de todos los futbolistas que habían tenido en sus botas situaciones que habían podido marcar la diferencia y por lo que fuese no lo consiguieron. Todo el grupo, cada línea era mejor que la otra, Torres en la Eurocopa e Iniesta con esa soltura y aquel zapatazo eliminaron todas nuestras dudas".
"Ese triunfo supuso tanto para nuestro deporte y una confirmación de que si podíamos con todo. Fue un subidón. En esa etapa comenzó un serie de triunfos sensacionales que han continuado hasta hoy, 2008 Eurocopa, Nadal numero 1, ganamos la Davis jugando fuera, 2010 campeones del mundo, basket, waterpolo, medallas en balonmano... Resaltar también lo importante que fue para la selección que un equipo como el Barça invirtiese en su propia cantera, y naciese esa generación increíble de futbolistas que era la base de su equipo y de la selección, y unidos al resto de talento de otros equipos hizo un grupo que ha marcado una época. Guardiola indirectamente colaboró en dar a esa columna vertebral una mentalidad ganadora. Recuerdo que estaba en la playa en Sitges en Port Ginesta, lo vimos con la familia y unos amigos, y sí llevaba la camiseta, por supuesto. He tenido la suerte de representar a España 13 años en Copa Davis, tres Olimpiadas como jugador y una como entrenador y llevarla puesta fue una de las cosas que más orgullo me ha proporcionado en mi carrera”.