"El deporte. De joven jugaba algunas pachangas con amigos, me saqué la licencia de socorrista de la Cruz Roja y, a medida que he ido cumpliendo años he ido incorporando el ejercicio a mi vida. Salgo a pasear bastante, me compré una elíptica y un remo y lo hacía en casa, pero hasta ahora que me he jubilado no me he apuntado a un gimnasio en sí mismo. Vamos, que he pisado por primera vez un gimnasio a los 64 años", nos cuenta Pedro, un periodista retirado que está disfrutando de sus primeros meses de asueto tras dejar la televisión pública, donde ha trabajado los últimos 30 años.
De acuerdo con los datos de Statista, menos del 10% de los usuarios de los centros deportivos en nuestro país son mayores de 54 años, pero es que debemos tener en cuenta que los clubes de fitness en España perdieron 1,19 millones de clientes en 2020, lo que llevó a los datos mínimos desde que se tienen registros, solo el 9,1% de los españoles estaban inscritos en un centro deportivo. El miedo al contagio y la necesidad de practicar la actividad física con la mascarilla puesta han sido dos de los principales indicadores para que se esté optando, cada vez más, por otro tipo de entrenamientos, ya sean al aire libre o siguiendo rutinas en casa.
Pese a esto, Pedro se ha animado a pisar por primera vez un centro grande, de varias plantas, "hay sala de máquinas, una zona de musculación, multitud de actividades, pistas de tenis y pádel, una piscina y también un SPA”. Esto último ha sido decisivo a la hora de elegir porque, según nos cuenta, le gusta mucho nadar en verano y es lo que menos pereza le da, "así si puedo hacerlo también en invierno y terminar con un circuito termal relajante, es una motivación más, sobre todo esos días en los que cuesta superar la pereza".
Aún así, su rutina incluye, primero media hora de elíptica, "es un ejercicio que los monitores me han dicho que de cardio es lo más completo, además tengo las rodillas fastidiadas y así evito el impacto que puede suponer correr en cinta". Después, y dependiendo del día de la semana, le toca hacer brazos, piernas, pectoral o espalda. "Mi intención no es tener un cuerpo esculpido a los 64, simplemente ganar un poco de masa muscular y salud para disfrutar de estos años venideros. Además, tengo que reconocer que me gusta, le he cogido el punto", comenta entre risas.
Sistemático y muy organizado, el gimnasio se ha convertido en parte de su vida diaria y le ha cogido hasta el punto. "Bajo todas las mañanas, de lunes a viernes, sobre las 11 y estoy hasta, aproximadamente, la una y media. No es que esté todo el rato entrenando, pero entre que me cambio, hago el ejercicio, nado y me meto en la sauna o el baño turco, se me va la mañana. Después, me acerco a ver a mi madre a la residencia y cuando ella entra a comer, ya me subo para casa".
No obstante, cansado de las obligaciones, no se lo toma como algo cerrado e inamovible. Con su jubilación ha dicho adiós al trabajo y a hacer cosas que no le cuadren. "Si no me apetece nada, no voy, si he quedado con amigos o tengo otro compromiso, no pasa nada. No quiero llegar al punto de culpabilidad, es algo que hago por mantenerme activo y sentirme bien, si me empieza a generar otro tipo de sentimientos, dejará de valer la pena", concluye Pedro.
Lo primero que hizo Pedro al apuntarse al gimnasio fue hablar con uno de los monitores que trabajaban allí. "Yo apenas sabía nada de máquinas o impacto, me costaba hasta fijar un peso, y necesitaba asesoramiento a la hora de organizarme la rutina. Algo que fuese adaptado a mis posibilidades, porque ya no soy un jovenzuelo”, bromea.
Allí, Javier le preparó una tabla personalizada que van a revisar a los seis meses y que les permitirá ir adaptando los ejercicios a la nueva forma física que Pedro está consiguiendo poco a poco.