El secreto de Cary Grant para mantener una vitalidad envidiable a los 80 años era simple: tomarse una tostada con ajo. Sí, ajo, el mismo que, según el cine de terror, logra repeler a los vampiros y el mismo que seguramente tienes en la cocina. El ajo es un pequeño bulbo conocido desde la antigüedad por sus propiedades antibióticas y por su valor gastronómico. Es un ingrediente indispensable en la mayoría de las despensas, pero si nos excedemos con la dosis o tenemos alguna intolerancia, también puede ser origen de algunos problemas. Es lo que se conocer como 'resaca de ajo'.
Después de una cena con mucho ajo ocurre algo muy parecido a lo que sucede tras una noche con mucho alcohol. Los afectados describen los siguientes síntomas:
Como se ve, son las secuelas típicas de la intoxicación por alcohol. Pero, ¿por qué el ajo tiene estos efectos en algunas personas?
El ajo es muy saludable: promueve la circulación sanguínea, tiene un efecto positivo en la formación de glóbulos rojos y también en los niveles de grasa y azúcar en sangre, y es un 'booster' (amplificador) del sistema inmune.
El ingrediente clave se llama alicina, un compuesto de azufre que se hace más intenso al pelar y picar los dientes de ajo. Es el responsable del sabor picante y característico del ajo. La alicina es también la sustancia que tiene las propiedades antibióticas de este alimento, pero, según cada preparación culinaria, está disponible de diferentes maneras.
En principio, cuando está crudo es cuando la acción es más directa. Cocido y frito pierde alguna propiedad; en este caso, la dosis es la responsable de estos incómodos efectos secundarios. Para asegurarnos de una ingesta segura, lo mejor es no abusar de la cantidad. Pero, ¿si ya lo hemos hecho, qué podemos hacer?
La sensación de lengua pesada o sucia y el mal aliento después de una comida que contiene ajo es muy habitual y se debe a estos compuestos sulfúricos. La mala noticia es que se metabolizan no solo a través del aliento, sino a través de todos los poros del cuerpo con el sudor. Por eso, es un olor más persistente de lo habitual.
Los remedios caseros más habituales para combatir esto son beber leche, masticar cardamomo, un pequeño trozo de limón (poco porque puede estropear el esmalte dental) o chupar granos de café. Sin embargo, hay que saber que se trata de algo difícil de eliminar con rapidez.
Curiosamente, un exceso en la ingesta de ajo produce efectos similares a las bebidas alcohólicas ácidas, como el vino blanco o el vino espumoso, responsables de la sobreestimulación del estómago. Cuando está crudo, hay que tener cuidado con las cantidades. En pequeñas dosis, los ingredientes del ajo tienen un efecto estimulante sobre las membranas mucosas gástricas y, por tanto, sobre la digestión. Sin embargo, la sobredosis puede provocar rápidamente irritación y dolor de estómago.
Para solucionarlo, además de vigilar las cantidades, un remedio que funciona es quitar la simiente, el pequeño tallo verde pálido que está en el interior del ajo. Si lo quitamos cuando lo pelemos o cortemos, muchas de estas molestias digestivas se verán minimizadas.