Una de las primeras recomendaciones médicas cuando nos diagnostican hipertensión es reducir e incluso eliminar el consumo de sal. Sin embargo, hacerlo no es tarea fácil. Pese a que no está clara la relación que existe entre ambas cosas, se sospecha que el consumo de sodio puede jugar un papel importante en el mantenimiento de la tensión. Una parte importante de la cantidad diaria que ingerimos viene directamente incorporada en los alimentos que compramos, por eso es tan importante controlar la que añadimos. Ahora, un nuevo estudio publicado en el Journal of The American College of Cardiology nos da la solución. Te la contamos.
Los científicos plantean una estrategia que se basa en un sencillo truco: reducir un pellizco de sal cada día en la mesa, además de evitar los precocinados y ultraprocesados. "Las personas que agregan un poco menos de sal a sus alimentos a menudo tienen un riesgo mucho menor de enfermedad cardiovascular, independientemente de su estilo de vida o enfermedades previas", explica el Dr. Lu Qi, uno de los autores y profesor de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans.
Para la investigación, evaluaron si la frecuencia de agregar sal a los alimentos se puede relacionar con el riesgo de enfermedad cardíaca en 176.570 participantes. Para ello, realizaron cuestionarios al inicio del estudio para recopilar datos sobre el uso de sal en los alimentos, excluyendo la usada para cocinar. También los cambios de la dieta en los últimos 5 años y se completaron periódicamente durante 3 más.
"Descubrimos que cuando los pacientes combinan una dieta DASH con una menor adición de sal en las comidas, tienen un menor riesgo de enfermedad cardíaca. Esto es significativo, ya que reducir la sal adicional en los alimentos, sin reducirla por completo, es un factor de riesgo modificable que, con suerte, es posible instruir en los pacientes sin que deban realizar mucho sacrificio", apunta el doctor.
El estudio también analizó la asociación entre la frecuencia de agregar sal a los alimentos y la dieta DASH (una de las pautas diseñadas para tratar la hipertensión) en relación al riesgo para el corazón. Y se descubrió que aquellos que menos sal agregaban a las comidas, tenían un IMC más bajo. Los que mejor resultados obtuvieron fueron las muejres blancas, que llevaban una dieta rica en frutas, verduras, legumbres, frutos secos, cereales integrales, bebidas bajas en grasa y poco azucaradas, y con un menor consumo de carne roja o procesada.