Los efectos del bótox sobre cerebro

Los retoques estéticos han aumentado considerablemente en los últimos años, tanto que en la última década se ha multiplicado por dos la cantidad de gente que se somete a un retoque estético. Según datos de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), en 2021 se realizaron 626.778 tratamiento faciales de medicina estética, de los que el 42% eran de toxina botulínica, es decir, bótox, que se utiliza para acabar con las arrugas de expresión y que puede tener efectos sobre nuestro cerebro y percepción.

El bótox es una neurotoxina producida por la bacteria Clostridium botulinum que puede aparecer en alimentos mal conservados, provocando una intoxicación alimentaria, y que también se puede encontrar en algunos animales, como el pez globo, que pese a consumirse en cocinas como la japonesa, su consumo es peligroso, por lo que solo pueden prepararlo cocineros experimentados.

El efecto paralizante de la toxina botulínica se utiliza en la medicina estética para reducir las líneas de expresión. No obstante, la científica del Instituto de Neurociencias de Alicante Sandra Jurado ha expuesto en un artículo publicado en The Conversation que más allá de los retoques, el bótox también se emplea para combatir espasmos musculares, migrañas crónicas o la incontinencia urinaria, entre otros, que siempre debe ser una sustancia administrada por un profesional.

Afecta a la captación de emociones

Sin embargo, señala como un estudio de la Universidad de Irvine, en Estados Unidos, “sugiere un sorprendente efecto secundario del bótox sobre el procesamiento de las emociones. Su origen estaría en los mecanismos más básicos que emplea el cerebro para reconocer las expresiones de las personas que nos rodean”.

Pero el foco lo ponen en las expresiones, ya que pequeños gestos nos pueden comunicar diferentes emociones, siendo una gran fuente de información sobre el que tenemos delante. El bótox disminuye la movilidad de los músculos faciales, lo que limita la capacidad para expresar emociones naturales y, por tanto, dificulta la percepción de las emociones por parte de la otra persona. El problema está en que la persona que se pone bótox también ve afectada su capacidad para reconocer e interpretar emociones del resto de personas.

Para comprender bien todo, la investigación midió la actividad cerebral de 10 mujeres de entre 33 y 40 años a las que se les había inyectado bótox para inducir parálisis temporal del músculo que ayuda a fruncir el ceño. De esta manera, registraron la actividad cerebral de las mujeres (antes y después del tratamiento) cuando observaban imágenes de rostros cuando mostraban diferentes emociones. Para los expertos fue algo inesperado descubrir que los resultados mostraban cambios en la actividad de la amígdala, región del cerebro clave en el reconocimiento e interpretación de las emociones.

Influye en nuestra percepción

Los autores creen que, al restringir nuestra propia gesticulación, esto puede dificultar la retroalimentación facial. “La prevención del ceño fruncido con el bótox impediría la formación de las microexpresiones, afectando al procesamiento de las caras emocionales”, expone la científica en su artículo. 

"Los problemas para interpretar las señales sociales pueden dificultar el establecimiento de relaciones y la construcción de una red social sólida. Aunque se necesita más investigación para confirmar los hallazgos y comprender mejor el papel del bótox en la interpretación de las emociones, es importante sopesar sus posibles (e inesperados) efectos secundarios a la hora de considerar someterse a este tipo de tratamientos", concluye.