"Tienes hinchazón de barriga y sientes que tu estado anímico ha cambiado profundamente? ¡Puedes tener SIBO!", asegura en su cuenta de Instagram Néstor Sánchez Férez, especialista en el sistema digestivo y fundador de Clínicas Regenera.
El SIBO responde a las siglas en inglés de Small Intestine Bacterial Overgrowth. Se refiere a un sobrecrecimiento bacteriano; es decir, la proliferación excesiva de bacterias en el intestino delgado. En principio, son bacterias que habitan de manera natural en el tracto gastrointestinal, pero que han crecido de manera excesiva en zonas donde no debería haber bacterias.
Estos microorganismos dañan la pared del intestino e interfieren en la digestión de los alimentos. Hacen que estos fermenten, produciendo como consecuencia gas en intestino delgado. Esta acumulación de gas produce los síntomas característicos del SIBO que son distensión, flatulencias, dolor abdominal, diarrea, estreñimiento o ruidos intestinales, entre otros.
El sobrecrecimiento bacteriano se produce cuando existe una proliferación de bacterias del colon (intestino grueso) hacia el intestino delgado. Las especies más habituales son estreptococos, bacteroides, escherichia, lactobacillus, klebsiella y aeromonas, entre otras.
Los síntomas descritos son el primer indicio de que podemos padecer SIBO, pero hay más pistas: cuando nos sientan mal alimentos saludables como legumbres, frutas o verduras puede ser indicio de la enfermedad, así como si nos han diagnosticado intolerancia a la fructosa o al sorbitol.
La peor consecuencia del SIBO es que puede originar un trastorno de malabsorción alimentaria: la incapacidad de absorción de ciertos nutrientes como azúcares, grasas, proteínas o vitaminas (vitamina B12, hierro, vitaminas D, A y E). Esta malabsorción puede degenerar en estados de desnutrición.
Además, al ir dañando la pared del intestino, este se vuelve más permeable, por lo que pasan partículas de alimentos no digeridos o las propias bacterias al organismo. Esto puede desencadenar diferentes reacciones por parte del sistema inmune.
Se estima que la prevalencia del SIBO puede rondar entre el 12 y el 22%. De hecho, es una enfermedad infradiagnosticada, ya que los pacientes atribuyen los síntomas a otro tipo de dolencias como el hipotiroidismo, la enfermedad celiaca, el síndrome de intestino irritable (SII).
Aparte de los gases, la distensión abdominal y las alteraciones en el tránsito intestinal, con episodios de diarrea o estreñimiento, hay otras consecuencias importantes en el desarrollo de un SIBO. Entre las fundamentales:
Aunque los síntomas del SIBO pueden ser muy diversos en función del tipo de paciente existen algunos comunes a todos ellos como lo son los siguientes:
En muchos casos, el SIBO se trata con antibióticos, tanto farmacológicos como herbáceos; entre ellos, la alicina, la canela, la berberina, el aceite de orégano o el aceite de tomillo.
Aparte del tratamiento farmacológico es fundamental corregir y modificar la alimentación para reducir la sintomatología. En este caso la dieta que más resultados presenta es la dieta baja en FODMPAPs (sigla compuesta por las palabras Fermentable Oligosacáridos Disacáridos Monosacáridos y Polioles). Los alimentos que se recomienda evitar en esta dieta son trigo, centeno, cebollas y ajos, legumbres, lácteos, miel, jarabes, manzanas y frutas con fructosa, alimentos light y edulcorantes.
No hay una dieta específica para el SIBO pero, como explicamos, se suele utilizar la dieta baja en FODMAP con el fin de reducir la producción de gas y mejorar los síntomas. Poco a poco, se van reintroduciendo alimentos para ver la tolerancia a cada grupo. Además, hay pautas básicas para favorecer las digestiones. Estas son las más importantes: