La lucha contra el mal de Alzheimer que afecta a un millón de familias españolas está plagada de decepciones. Pese a todos los esfuerzos de la comunidad científica, se han conseguido muy pocos resultados efectivos en cuanto a tratamientos. Actualmente sigue siendo una enfermedad sin cura, quizás el mayor drama sanitario del siglo XXI, pero en ocasiones recibimos noticias alentadoras respecto a su prevención. Es el caso de una investigación del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) publicado en The Lancet Healthy Longevity, que ha confirmado el vínculo entre los factores de riesgo cardiovascular tradicionales y el alzhéimer, lo que implica que evitar ciertas actitudes poco saludables puede ayudar a prevenir el desarrollo de esta forma de demencia.
El estudio, efectuado contando con 4.000 participantes asintomáticos de mediana edad, 50 años, arroja nuevos datos que ratifican la importancia de controlar la hipertensión, el colesterol, la diabetes, el tabaquismo o el sedentarismo, no solo para cuidar la salud cardiovascular, sino también para prevenir demencias para las que no existen tratamientos.
En concreto, muestra que la aterosclerosis -el acúmulo de placas de grasa en las arterias- y sus factores de riesgo asociados, además de ser las principales causas de enfermedad cardiovascular, están también implicados en alteraciones cerebrales típicas del alzhéimer.
El doctor Valentín Fuster, Director General del CNIC y uno de los autores principales del estudio, señala que la información obtenida es relevante porque abre la posibilidad de intervenir sobre un trastorno modificable, como son las enfermedades cardiovasculares, para prevenir el desarrollo de demencias: "Cuanto antes empecemos a controlar los factores de riesgo cardiovascular, mejor será para nuestro cerebro”.
Así, la investigación podría tener importantes implicaciones para la práctica clínica si sirve para implementar estrategias de prevención cardiovascular primaria en etapas tempranas de la vida. "A pesar de que todos sabemos la importancia de cuidarse y controlar los factores de riesgo cardiovascular para evitar un infarto, el hecho de que están relacionados con un deterioro de la salud cerebral puede hacer que haya una mayor conciencia de la necesidad de adquirir hábitos saludables en las fases más jóvenes de la vida", añade el doctor Fuster.
En 2021, los investigadores del CNIC descubrieron que la presencia de factores de riesgo cardiovascular y de aterosclerosis subclínica -antes de que aparezcan los síntomas- en las arterias carótidas, que son las que suministran sangre al cerebro, en individuos de 50 años aparentemente sanos estaba asociada a un menor metabolismo de glucosa cerebral. El metabolismo de la glucosa cerebral está considerado un indicador de salud cerebral.
El equipo de Fuster siguió a estos individuos a lo largo de 5 años y encontraron que aquellos que mantienen un riesgo cardiovascular elevado durante todo este tiempo sufren una disminución aún mayor del metabolismo cerebral. “Detectamos un declive metabólico cerebral tres veces mayor que el de personas que se mantienen en bajo riesgo cardiovascular”, señala Catarina Tristão-Pereira, primera firmante del artículo.
La glucosa es la principal fuente de energía de las neuronas y otras células cerebrales. “Si el consumo de glucosa cerebral disminuye durante varios años puede limitar la capacidad del cerebro de lidiar en un futuro con enfermedades neurodegenerativas o cerebrovasculares”, asegura el doctor Gispert, experto en Neuroimagen del CNIC
Además, el equipo del CNIC descubrió que la progresión de la aterosclerosis subclínica en las carótidas durante estos cinco años se relacionaba con una disminución del metabolismo en regiones cerebrales vulnerables a la enfermedad de Alzheimer, de manera aditiva al efecto de los propios factores de riesgo cardiovascular. “La relación entre el cerebro y el corazón es un tema fascinante y con este estudio hemos visto que empieza mucho antes de lo que se creía”, explica el director del CNIC.
“Aunque aún no conocemos el impacto que esta disminución en el metabolismo cerebral puede tener sobre la función cognitiva, el haber detectado ya daño neuronal sí que nos indica que cuanto antes empecemos a controlar los factores de riesgo cardiovascular, mejor será para nuestro cerebro”, concluye la doctora Cortés Canteli, neurocientífica del CNIC.