Los últimos estudios nutricionales nos indican que no solo somos lo que comemos, sino que nos sentimos como comemos. Emociones y nutrición están íntimamente unidos, como muestra la doctora Isabel Belaustegui (@vidapotencial) en una de sus publicaciones de Instagram.
Como explica la doctora Belaustegui en su publicación, si queremos gozar de una buena salud emocional tendremos que introducir algunos cambios en nuestra dieta, eliminando los que favorecen las emociones negativas y priorizando los que proporcionan más bienestar, teniendo en cuenta que todas las emociones son funcionales; es decir, sirven para que canalicemos emoción y acción.
Sin embargo, sabemos que una emoción sostenida en tiempo puede desembocar en un trastorno emocional. Es el caso de la tristeza y la depresión. Precisamente, la tristeza es uno de las emociones que más relación guarda con los alimentos. ¿Por qué? Las elevaciones de glucosa en sangre (glucemia) facilitan el paso de toxinas al cerebro a través de la barrera hematoencefálica (BHE). Cuando esta se debilita llegan entonces al cerebro bacterias perjudiciales, radicales libres y citokinas inflamatorias que dañan al sistema nervioso.
Los azúcares merman las reservas de vitaminas y minerales esenciales para la salud del sistema nervioso, como el magnesio, el zinc, el selenio y las vitaminas del grupo B. Además, favorecen el daño oxidativo de las células nerviosas por radicales libres. A su vez, dañan a las células intestinales, sobre todo si contienen gluten, y alteran el funcionamiento del sistema inmune.
Por último, los alimentos procesados contienen aditivos que se comportan como toxinas y pueden afectar a la función cerebral y el estado mental y emocional. Son especialmente nocivos los potenciadores del sabor como el glutamato monosódico y los endulzantes artificiales como el aspartamo.
Y, ahora, sí, ¿cuáles son esos alimentos que debemos mantener lejos de nuestra despensa? Todos los ricos en azúcar y almidones. Entre ellos:
Curiosamente, cuando nos sentimos tristes parece que nos apetece más tomar algo dulce. El sabor dulce, de hecho, está vinculado desde la infancia a los sentimientos de cariño, amor y cuidado. Pero, curiosamente, no son esos alimentos dulces los que 'arreglan' el trastorno emocional, más bien al contrario. Lo que ocurre es que cuando nuestra dieta es rica en azúcares, las bacterias de nuesta microbiota que consumen ese azúcar están al mando y piden ese combustible para seguri fortaleciéndose. Entramos, así, en un círculo vicioso en el que nuestro cuerpo nos pide azúcar, nos encontramos mal anímicamente y echamos mano de las sustancias que lo empeoran.
¿Cómo romper el círculo? Priorizar los nutrientes salados y ácidos es una buena estrategia. ¿Qué recomiendan los expertos?
Por último, el cacao puro, el té verde, el café natural, el caldo de huesos y el vinagre de manzana son otros alimentos y preparaciones muy interesantes para nuestro bienestar emocional.