¿Por qué sentimos hambre o no? La ruta del apetito del cerebro al estómago

  • Necesitamos comer para vivir, y el hambre desempeña un papel fundamental: nos avisa de que debemos conseguir combustible en forma de alimentos para conseguir energía

  • El sistema límbico, en el cerebro, es el encargado de regular la sensación de hambre, pero es el estómago el que secreta las hormonas que nos impulsan o nos impiden comer

  • Si tenemos ataques de hambre, es fundamental dejar pasar unos 20 minutos para que nuestro cuerpo transforme la grasa acumulada en el azúcar necesario para que los niveles de glúcidos estén estables

Aunque está de moda hacer ayuno, lo cierto es que necesitamos comer para vivir. La energía necesaria para una vida plena viene de los alimentos que ingerimos. La señal de que estamos bajos de energía es el hambre. En principio, sentir hambre es algo funcional; sin embargo, cuando sentimos más del necesario y comemos, a veces por hambre emocional, ese exceso se acumula en el organismo en forma de grasa. Comer de manera adecuada en la clave de una buena salud y el hambre desempeña una función clave porque es el instinto encargado de 'encender' y 'apagar' la necesidad de comer. ¿Cómo se regula este mecanismo exactamente?

El sistema límbico controla nuestro hambre

El sistema límbico organiza nuestra conducta alimentaria. El hipocampo es la primera área del sistema límbico involucrada en el hambre. Es el que da la orden de comer y la incorpora en nuestro cerebro como un hábito. El tálamo, por su parte, es el encargado de despertar nuestro apetito. Que sintamos atracción o rechazo ante ciertas comidas es responsabilidad de la amígdala. También es la encargada de que sintamos placer ante un buen plato de comida.

Por último, el hipotálamo es el encargado de regular todo el proceso. Según la energía que necesitemos en cada ocasión, el hipotálamo regula nuestro metabolismo. Como se ve, el cerebro está muy involucrado en la mecánica del hambre hasta que empieza la tarea del estómago.

Ghrelina y leptina

En el estómago se encuentran la ghrelina y la leptina, dos hormonas encargadas de regular, respectivamente, la sensación de hambre y la sensación de saciedad.

Con el estómago vacío, segregamos ghrelina y a través del nervio vago, que regula el eje sistema digestivo-cerebro, nuestras células cerebrales reciban la señal de que hay que comer. Con el estómago lleno, segregamos leptina, la hormona que activa la señal de saciedad. En principio, cuanta más grasa tomemos, más leptina tendremos; pero en algunas circunstancias, cuando hay kilos de más o tenemos ansiedad, esa señal de saciedad puede quedar opacada. Cuanta más grasa se tiene, más leptina se segrega, aunque se ha observado que las personas obsesas suelen ser insensibles a ella.

La leptina alcanza su secreción máxima durante la noche y la mínima por la mañana. Es la razón por la que antes de irnos a dormir apenas tenemos hambre y sí por la mañana.

¿Qué hacer cuando nos da el ataque de hambre?

Tenemos claro que necesitamos alimentarnos para vivir. Pero también tenemos claro que no es bueno tener kilos de más. La obesidad es la antesala de enfermedades graves como la diabetes, la hipertensión y otros patologías cardiovasculares. La mayoría de los excesos de peso no se deben a ninguna enfermedad metabólica, sino a una ingesta excesiva. Y eso es una buena noticia porque quiere decir que si reducimos la ingesta podremos adelgazar. La pregunta, por tanto, es qué hacer cuando viene un ataque de hambre, algo normal cuando estamos reduciendo calorías.

El médico y nutricionista Jesús Vázquez lo explica de manera sencilla en su cuenta de Instagram.

Para este experto, el hambre no es más que "una pequeña bajada de azúcar". Si cuando se tiene hambre no se ingiere nada en 20 o 30 minutos, nuestro cuerpo buscará esa energía en la grasa almacenada, transformará esa grasa en azúcar y el nivel de azúcar en sangre volverá a estabilizarse y no sentirás hambre.

La cabeza, sin embargo, puede seguir indicándonos que tenemos hambre. ¿Qué hacer? Es fundamental responder al impulso con alimentos con más aporte de proteínas y pocos azúcares; por ejemplo, pavo, jamón de york, un taco de atún o unos boquerones, algo que haga que nuestro cuerpo siga buscando energía en nuestro almacén de grasa. De esa manera, 'engañamos' al hambre, pero seguimos gastando de nuestra reserva de grasa, algo muy beneficioso si queremos mantenernos o bajar de peso.