Llámalo desertización, subida del nivel del mar, ola de calor extremo, emergencia climática; llámalo asma, neumonía, cáncer, EPOC. Cualquiera de estos términos, ya más reales que apocalípticos, sirve para aproximarse al nuevo y poco halagüeño escenario que, según los estudios científicos, le aguarda al ser humano.
Las consecuencias del cambio climático no solo afectan a la realidad de la Tierra, también nuestros propios cuerpos evidencian sus efectos. Se calcula que en las próximas décadas surgirán nuevas enfermedades derivadas de esta pandemia no tan silenciosa; otras como el riesgo de infarto podrían agravarse a medida que se acentúen los cambios en el agua, en el aire que respiramos o en la temperatura de la Tierra.
En buena parte de la comunidad científica ya existe un consenso sobre lo que está por venir, y así lo sintetiza la OMS en una de sus advertencias. ‘El calentamiento global afectará, de formas profundamente adversas, a algunos de los factores más importantes de la salud: la comida, el aire y el agua".
No podemos obviar otra enfermedad: la dialéctica. La emergencia climática es sistemáticamente puesta en entredicho por parte de quienes niegan la realidad del horizonte y vienen armados con fake news. Son los perros de presa del negacionismo, tan inoperantes como malévolos.
Pero ¿qué enfermedades se agravarán con el clima extremo y la destrucción de los ecosistemas?
Julio Díaz, jefe de Área del Departamento de Epidemiología y Bioestadística del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), explica en una entrevista para la fundación AQUAE algunas de las principales consecuencias del aumento de la temperatura en la superficie terrestre y el impacto en nuestras ciudades, cada vez más contaminadas.
“La mortalidad en España atribuible al calor pasaría de las 1.200 muertes al año a las 12.000. Es decir, se multiplicarán por diez, lo cual nos va a costar cerca de 50.000 millones de euros al año. Esto es si no nos adaptamos”.
El incremento de tumores específicos es otro de esos fantasmas en el horizonte, sobre el que la fundación IARC ya a advertido. El factor principal: los preocupantes niveles de contaminación del aire y la emisión de gases, tanto a nivel global como individual, así como el debilitamiento de la capa de ozono y la exposición al sol. Se calcula que la contaminación atmosférica también tendrá impacto en otro tipo de cánceres, como el digestivo o el de vejiga.
En su análisis, Díaz incide en el aumento de las partículas contaminantes y la facilidad para entrar en las vías respiratorias. “Son un carcinógeno de primer orden”, y añade que la contaminación ambiental repercute también en enfermedades como la demencia o el Azheimer, y puede provocar cambios neurodegenerativos en los recién nacidos.
“Nuestros estudios en España nos dicen que el 13% de los partos prematuros estarían asociados a la contaminación, así como el 17% de nacimientos de bajo peso. Hace poco se ha visto que el asma no solo se ve exacerbado por la contaminación, sino que la contaminación lo produce”.
La EPOC es la cuarta causa de defunción en nuestro país, y la tercera del mundo. Esta afección pulmonar crónica limita radicalmente nuestra capacidad respiratoria. Los cambios bruscos de temperatura que prevén los expertos agravarán los síntomas, muy relacionados con las causas y efectos del cambio climático, desde la creciente polución a los incendios.
No es que tengamos alergia al futuro, es que el destino de la humanidad es, sencillamente, alérgico. Se ha comprobado que, con el aumento del calor, los niveles de polen, smog y hongos crecerán exponencialmente en las próximas décadas, redundando así en el agravamiento de enfermedades como el asma, una enfermedad que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo.
“La temperatura, el grado de humedad, la lluvia o el viento tienen una influencia categórica en la polinización, de forma que las variaciones de estos fenómenos climáticos son decisivas en la estacionalidad, prevalencia y gravedad de estos procesos”, explica el científico F. Muñoz López en su artículo ‘Cambio climático y asma’.
“Es muy posible que el cambio climático experimentado en los últimos años tenga una relación directa con el citado aumento de la incidencia del asma y de otras enfermedades alérgicas, y no solamente por la influencia sobre la polinización y las esporas de hongos, sino también por el aumento de sustancias contaminantes, como consecuencia del calentamiento del planeta (dióxido de carbono, metano, óxido de nitrógeno, dióxido de sulfuro, ozono, clorofluorocarbonados–CFCs, partículas aéreas: PM-10)”.
Para Greenpeace, el cambio climático ha alterado por completo la biodiversidad de nuestro planeta, lo que favorece que enfermedades como el ébola, el paludismo, el dengue o la tuberculosis, por nombrar solo unas pocas, se transmitan mucho más rápidamente a medida que aumentan las olas de calor, la sequía y la falta de agua potable en determinadas regiones, y se vuelvan más persistentes a nivel global. El cambio climático está cambiando los patrones de los seres vivos más minúsculos: los microorganismos causantes de distintos tipos de dolencias.
“Existen muchas más enfermedades provocadas por este fenómeno” explican en la web de la organización: “Infecciones en la piel, el sistema digestivo, el aparato respiratorio y enfermedades cardiovasculares. La OMS refiere que solo la contaminación atmosférica es la causante de siete millones de muertes al año.”