El mundo duerme mal. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, el 40% de la población mundial sufre algún tipo de trastorno del sueño. El más habitual es el insomnio, además de las apneas, el síndrome de las piernas inquietas o el sonambulismo. El sueño también es escaso: la mayoría de los adultos tiene déficit de sueño.
Dormir poco y mal nos agota. Según los médicos de la Clínica Mayo, la falta de sueño está asociada a una serie de riesgos importantes para la salud, como la obesidad, hipertensión, diabetes, enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares y los trastornos mentales. En ese escenario, echarse una cabecita cuando el cansancio asoma es el sueño (nunca mejor dicho) de todos.
Según los expertos, la siesta ofrece varios beneficios para los adultos sanos. Entre los más importantes; favorece la relajación y facilita el descanso. Después de una siesta, además, estamos en un estado de alerta más intenso, el humor mejora y desempeñamos mejor cualquier tipo de trabajo, reaccionando mejor y con mejor memoria frente a cualquier estímulo.
Sin embargo, dormir en un mal momento del día o demasiado tiempo podría ser contraproducente. Así lo explica la neurocientífica Nazareth Castellanos en una de sus publicaciones de Instagram,
Un estudio realizado en Australia y publicado en Progress in Brain Research ha medido el efecto que tiene la siesta sobre el cerebro y las funciones cognitivas. El estudio comienza categorizando las siestas según su duración: la siesta breve, de cinco a diez minutos; la corta, de 20 a 30 minutos, y la larga, a partir de los 30 minutos. Lo sorprendente es que el cerebro y la función cognitiva reaccionan de manera diferente según el tiempo de descanso.
El nuevo estudio muestra que tras una siesta breve, de cinco a diez minutos, se produce una mejora en las funciones cognitivas, obteniéndose más atención, más memoria y mayor capacidad de procesamiento. Este beneficio dura unas tres horas.
Cuando nos despertamos tras una siesta corta (de 20 a 30 minutos), perdemos capacidades cognitivas durante unos minutos. Los beneficios del descanso empiezan a verse al cabo de una hora de haber despertado. Hasta que transcurre esa hora, es posible que no podamos concentrarnos plenamente.
Tras una siesta larga (más de media hora), estamos más aturdidos. El estudio revela que perdemos capacidades cognitivas durante casi una hora, y los beneficios no comienzan a verse hasta al menos dos horas después de despertar. Eso explica que si dormimos una siesta larga el fin de semana, nos cueste retomar cualquier actividad.
Como se desprende del estudio, el mayor incremento de capacidades cognitivas sucede con la siesta breve. Según los investigadores, la mejor siesta consiste en dormir unos siete minutos. Además del tiempo de sueño, ¿cómo es la siesta perfecta? Los médicos de la Clínica Mayo comparten las siguientes recomendaciones: