Los microplásticos y nanoplásticos se han convertido en uno de los principales problemas para el medioambiente y también de nuestra salud. Pese a que se intentan implementar políticas más sostenibles, lo cierto es que la cantidad de plásticos que se acumula a nuestro alrededor es cada vez más, con su consecuente lenta degradación que acaba formando microplásticos que ingerimos a través de alimentos, bebidas e incluso inhalamos por el aire que respiramos, haciendo que terminen en nuestro interior, con el peligro para nuestra salud que supone.
Son varios los estudios que señalan cómo inhalamos unas 16 partículas de nanoplásticos cada hora, es decir, entran en nuestro cuerpo plásticos del tamaño de una tarjeta de crédito cada semana. Por eso mismo es importante reducir tanto la inhalación como la ingesta de microplásticos para evitar los efectos perjudiciales que pueden tener sobre nuestra salud.
A lo largo de estos años las investigaciones se han centrado en saber cómo de dañinos pueden ser tanto los microplásticos como los nanoplásticos para la salud y, hasta el momento, se ha detectado que pueden ser perjudiciales para los procesos de las células de órganos como los pulmones o el hígado, además de asociarse al desarrollo de algunos tipos de cáncer.
No obstante, también se han realizado estudios que han relacionado estas partículas con la aparición de trastornos neuronales e incluso con la reducción del funcionamiento cognitivo.
Una investigación recientemente publicada en Science Advances ha relacionado el párkinson y otras demencias con los microplásticos que nos llegan a través de diferentes vías. El autor principal del trabajo y profesor del Departamento de Farmacología y Cáncer de la Escuela de Medicina de la Universidad de Duke, Andrew West, señalaba a Medical News Today que en uno de sus experimentos su equipo se percató de algunos tipos de nanopartículas de plásticos provocaban la formación de una proteína (alfa-sinucleína) que está relacionada con las enfermedades del cerebro, como el párkinson y otras demencias.
A partir de este hallazgo se decantaron por emplear tres modelos. El primero era un test de prueba; cultivos de neuronas; y por último un modelo de ratón de la enfermedad del párkinson a los que se expuso a nanopartículas de poliestireno, presente en muchos envases de nuestro día a día.
Así fue como comprobaron que las nanopartículas provocaban cambios moleculares en la proteína alfa-sinucleína, además de que los plásticos impedían que la maquinaria celular funcionase de forma correcta, es decir, que destruyese los depósitos de la proteína defectuosa.
Ante estos resultados, el equipo de West insiste en la necesidad de crear tecnologías que sean capaces de monitorizar la polución de los plásticos según se acumulan en el cerebro, lo que ayudaría a conocer los diferentes niveles de exposición asociados al párkinson y otros problemas neuronales.
Por tanto, el investigador asegura que harán estudios a largo plazo para analizar a fondo los diferentes tipos de nanoplásticos y cómo afectan en el progreso de las enfermedades neurodegenerativas según la exposición.