En nuestra vida diaria nos cruzamos con muchas personas, y cada una afronta su propio conjunto de desafíos. Por supuesto, los de algunos son mayores que los de otros, estando en este grupo aquellos con discapacidades visuales, que navegan por el mundo con un conjunto diferente de habilidades. Pero, ¿alguna vez te has preguntado cómo podrías ayudar a una persona ciega si te la encuentras en la calle? Aquí te presentamos un decálogo de acciones que pueden facilitar la interacción, para así brindar ayuda de una manera mucho más respetuosa y efectiva.
Este decálogo no sólo te prepara para ofrecer ayuda de manera efectiva, sino que también invita a ponernos en los zapatos de la otra persona, fomentando la empatía y el respeto. Los pequeños actos de bondad y comprensión pueden marcar una gran diferencia en la vida de otras personas.
Yendo un paso más allá, Once recomienda seguir la técnica de movilidad denominada de guía vidente, cuya idea es que el guía aporte muy poca información verbal, ya que la información necesaria vendrá dada por sus movimientos y la posición de su cuerpo. La persona con ceguera desliza el dorso de su mano hasta localizar el brazo del guía, y se sujeta a él por encima del codo, con el dedo pulgar en el lado exterior del brazo del guía y manteniendo su brazo en un ángulo de 90 grados.
La persona con ceguera va un paso por detrás del guía (este es un detalle importante para poder anticipar con suficiente antelación los desniveles y la dirección). El guía mantiene el brazo a lo largo del cuerpo, y su hombro se colocará justo delante del hombro contrario de la persona a la que guía. El avance debe ser simultáneo, y hay que recordar que no se debe coger en ningún caso el bastón o la ropa para guiarlo, y mucho menos empujarlo por detrás.
La interacción humana es un tejido complejo de empatía, comprensión y comunicación. Cuando nos encontramos con personas con discapacidades visuales en el espacio público, tenemos la oportunidad de enriquecer este tejido, aportando nuestra ayuda de manera respetuosa y consciente. No obstante, es esencial recordar que cada persona es un universo en sí misma, con sus propios deseos, necesidades y preferencias. Lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra, por lo que la clave es mantener una actitud abierta, estar dispuesto a aprender y adaptarse a las circunstancias.
La empatía es una habilidad que se cultiva con la práctica y la experiencia. Al seguir este decálogo, no sólo estaremos proporcionando ayuda práctica, sino que también estaremos cultivando una actitud de respeto y comprensión hacia las diferencias y desafíos que enfrentan los demás.
En conclusión, ayudar a una persona ciega en la calle es mucho más que una simple acción individual; es una manifestación de una sociedad inclusiva y empática. A través de este tipo de pequeñas interacciones, podemos construir una comunidad más comprensiva y respetuosa, donde cada individuo es valorado y apoyado, independientemente de sus capacidades personales.