En 2022, en todo el mundo, se diagnosticaron 2,3 millones de cáncer de mama, según datos de la Organización Mundial de la Salud. En España, se prevé que la incidencia de la enfermedad alcance al 30% de las mujeres. Una de esas mujeres es la poeta, música y 'artivista' (activista a través del arte) Maijo Mora.
Diagnosticada como paciente de cáncer de mama bilateral triple negativo, desde hace más de 10 años convive con sus efectos secundarios, además de haber superado dos ictus y distintos problemas derivados de las cirugías de reconstrucción. El resultado de esta experiencia transformadora es 'Vértices' (Cuadranta), un poemario que, desde un posicionamiento feminista, busca abrazarse a las mujeres que transitan por la misma situación.
Como un vértice, el libro de poemas de Maijo Mora, también artista musical, conversa con la obra de la activista Anne Boyer, otra paciente de cáncer de mama. El libro también tiene carácter solidario, ya que las ganancias irán destinada a la plataforma de mujeres artistas oncológicas Intra-Venus. De todo ello, de qué significa ser resiliente en el peor de los momentos, de los "días extraños" de la enfermedad y de cómo se construye una vida alternativa, trata esta entrevista.
¿Cómo reaccionaste ante el diagnóstico de tu enfermedad?
Cuando me confirmaron el primer diagnóstico, me sentí muy vulnerable y aterrada por cómo mi cuerpo iba a reaccionar por los tratamientos. En uno de los versos de mi poemario Vértices explico sobre “la búsqueda de un oncólogo y la quimioterapia que romperá mi centímetro. Mi cuerpo. Sin desearlo, ya está dentro de un ecosistema”.
Después de mi segundo diagnóstico, sentía una rabia inmensa y sólo me preguntaba, ¿cómo es posible que siga estando enferma? Con el paso del tiempo me di cuenta que el primer año fue la antesala de otro tratamiento más feroz, física y emocionalmente.
¿Cómo ha ido evolucionando tu ánimo en este tiempo?
Mi estado anímico fue evolucionando poco a poco. Cada mañana al despertarme, leía todas las frases escritas por mis buenos amigos y me iba a la cama pensando en cinco momentos positivos o los que ocurrieran a lo largo del día. Ayudaba a mi cerebro emocional. Una llamada telefónica inesperada, el abrazo de mi padre o un delicioso plato cocinado, eran suficientes. Aprendí a vivir el presente.
¿Qué te ayudó a mantener tu integridad emocional?
Cuando me diagnosticaron, tenía un estrés supremo por el trabajo y vivía para el futuro. Según varios informes, el estrés es el causante de un gran porcentaje de las mujeres diagnosticadas de cáncer.
La poesía y la literatura feminista de otras mujeres pacientes me ayudaron a entender mi situación y a valorar mi capacidad de elección en mi enfermedad, al igual que aquellos lugares vulnerables donde otras mujeres diagnosticadas se reunían en mi hospital. Espacios donde compartimos risas, hablábamos de nuestros efectos secundarios o la falta de pelo y formamos, con el paso del tiempo, una maravillosa amistad que dura más de una década. Mi libro está dedicado a estas mujeres y a mi familia.
Además de la poesía, también creas a través de la música. ¿La música y la poesía curan?
Audrey Lorde explica que la poesía "nos ayuda a nombrar lo innombrable". Con mi libro muestro mi vulnerabilidad como paciente en los diferentes procesos del cáncer. Porque no sólo se trata de terminar un tratamiento, sigues viviendo como superviviente de una enfermedad domesticada. Como Lorde o Anne Boyer, hay que nombrar lo innombrable.
La música siempre ha estado en mi vida. Sentía que necesitaba fusionar secuencias y versos. En mi primer disco de spoken word Elektrosía existen poemas comprometidos con el cáncer. El single, por ejemplo, 'Resiliencia', habla sobre mi cabeza aludiendo a mi primer infarto cerebral tras terminar un par de años después mi tratamiento de quimioterapia y un Máster.
¿Has logrado tener una buena convivencia con la enfermedad y sus secuelas? ¿Cómo os lleváis ahora?
Nunca se vive bien con tu propia genética (risas). Digamos que priorizas muchísimo más y le das valor a las cosas que realmente importan. En el fondo, sufres menos.
Al ser paciente con el oncogen BRCA1, un gen heredado por parte de mi madre, tengo mis revisiones cada seis meses. Siempre pienso que todo va a ir bien aunque la noche anterior no duerma.
¿Te consideras una persona optimista? Si es así, ¿qué nutre ese optimismo?
El dolor, al igual que la resiliencia, va por grados. Soy una persona que ha heredado esta capacidad de mis padres, sobre todo de mi padre.
Siempre recuerdo a mi madre y cómo se maquillaba cada día y en mitad de su quimioterapia para recibir a mi padre cuando llegaba a casa del trabajo. Cuando tengo días extraños, me pinto los labios y los recuerdo.
¿Qué te hace feliz?
Pienso en los momentos ya vividos, dar un paseo por la playa frente al Atlántico, escribir un poema al día, abrazar a mi perro, pensar en un nuevo disco y dejarme llevar sin expectativas por mi nuevo poemario.
¿Ha cambiado tu idea de la felicidad a raíz de la enfermedad?
He aprendido a vivir el presente. Sin expectativas, además, se vive mejor (risas). Con este libro, busco ayudar a otras mujeres en el tránsito de su enfermedad. Es lo que me motiva. Por esta razón, 'Vértices' es un libro solidario donde la parte económica irá destinada a la plataforma Intra-Venus, una iniciativa de mujeres artistas que han pasado un cáncer o están en tratamiento oncológico.
¿Has descubierto algo de ti que no sabías en este momento de tu vida?
En los últimos años de mi enfermedad, el activismo o el 'artivismo' se fueron sumando a mi vida. Mi caso clínico con dos reconstrucciones fallidas, dos ictus y numerosos problemas discapacitantes ha creado un "armazón”, como bien escribe la ensayista Anne Boyer en su libro premiado 'Desmorir'.
¿Qué le dirías a quienes estén pasando por una experiencia parecida a la tuya?
Como paciente de cáncer de mama quiero mostrar que puedes volver a escribir, a actuar, a enamorarte, vivir sin pechos, a elegir por ti misma y ser la mujer que quieras ser gracias a un trabajo personal, la resiliencia y el autocuidado. Nunca lo olvides.