El que tenga el olfato bien desarrollado es capaz de identificar a quienes conoce a la perfección por olor, por el aroma personal que desprenden, algo que los hace únicos y los diferencia sobre el resto de las personas. Sí que es verdad que durante mucho tiempo se ha dicho que el olor corporal está relacionado con la edad, y que hay uno muy característico relacionado con la vejez, lo que se ha llamado ‘olor a viejo’ u ‘olor a mayor’.
La realidad es que la ciencia sostiene que ese aroma existe. Ahora bien, ¿a qué se debe que a partir de cierto momento vital muchas personas de edad avanzada compartan un olor muy similar entre ellos? Pues es un aroma inevitable y que empieza a fraguarse desde los 30 años.
Todo parece estar relacionado con la molécula 2-nonenal. Esta es una molécula orgánica la cual se desarrolla durante la descomposición de determinados ácidos grasos insaturados que están presentes en la piel. Lo que ocurre es que según vamos envejeciendo aumentamos la producción de esos ácidos grasos y, por tanto, también la molécula 2-nonenal.
Si por algo se reconoce a esta molécula es porque expande un olor característico que suele describirse como grasiento y herbáceo, un aroma que muchas personas asocian a la casa de sus abuelos o de sus padres cuando ya son mayores.
Sin embargo, a pesar de que este olor se asocia a edades ya avanzadas, la ciencia, más allá de confirmar que sí, que es un aroma que existe, sostiene que empieza a desarrollarse en las personas más o menos a partir de los 30 años. Pero ¿por qué no es evidente hasta muchos años después?
En principio se debe a los cambios hormonales y metabólicos que van surgiendo a partir de esa edad en el organismo, por lo que es un olor natural que no se puede evitar. En todo caso, sí que se señala que hay determinados factores que pueden influir en que aparezca antes o después, o que su olor sea más o menos potente, como los hábitos de vida, la higiene personal o la dieta que se lleva.
La molécula 2-nonenal puede llegar a producir un olor de una gran potencia que puede adherirse a los tejidos e incluso a las paredes, permaneciendo durante largos periodos de tiempo. Por eso mismo se ha vuelto un aroma frecuente y característico en las casas de los ancianos o en las residencias de mayores.
Aunque en muchas ocasiones puede llegar a relacionarse con la higiene, lo cierto es que no tienen nada que ver por lo que no se puede evitar, aunque sí llegar a tener cierto control para que no sea excesivamente potente. Así, mantener una higiene diaria que se combina con desodorantes que neutralizan el aroma pueden ayudar, al igual que mantener unos buenos hábitos de vida que permiten controlar esta molécula y reducir los ácidos grasos que se originan en nuestra piel, por tanto retrasando su aparición o haciendo menos evidente su olor.