La sal se ha utilizado para saborear y preservar los alimentos durante miles de años. Todos necesitamos algo de sal para una buena salud, pero consumir demasiada sal puede aumentar nuestra presión arterial, aumentando así nuestro riesgo de enfermedades cardíacas.
Tanto el sodio, como el cloruro son esenciales para muchas funciones corporales. Los dos ayudan a regular la presión arterial, a controlar el balance de fluidos, a mantener las condiciones adecuadas para la función muscular y nerviosa y a permitir absorción y el transporte de nutrientes a través de las membranas celulares. El cloruro también se utiliza para producir ácido gástrico (ácido clorhídrico, HCl) que nos ayuda a digerir alimentos.
Se estima que los requisitos mínimos diarios exactos de sal están cerca de 1,25 g – 2,5 g (0,5 – 1 g de sodio) al día. Dado que la sal se encuentra en una gran variedad de alimentos, el riesgo de deficiencia es bajo. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha declarado que una ingesta de sal de 5 g al día (equivalente a 2 g de sodio) es suficiente para satisfacer nuestros requisitos tanto de sodio como de cloruro, así como reducir nuestro riesgo de alta presión arterial y cardiopatía. Esto equivale a cerca de 1 cucharadita de sal por día de todas las fuentes.
Científicos del Colegio Médico de Georgia de la Universidad de Augusta (Estados Unidos) concluyeron que las mujeres de todas las etnias y edades son más sensibles a la sal que los hombres, y que esta propensión a retener más sal, que eleva la presión arterial, aumenta después de la menopausia. “La realidad es que las mujeres y los hombres regulamos la tensión arterial de forma diferente y que nuestra tensión arterial inicial es distinta”, explicó Eric Belin de Chantemele, uno de los líderes de este artículo de revisión, publicado en la revista científica Hypertension.
Se cree que las mujeres están mejor protegidas contra las enfermedades cardiovasculares que los hombres hasta la menopausia, momento en que el riesgo se nivela. Los estudios de laboratorio en modelos tradicionales de ratas hipertensas, como la rata Dahl sensible a la sal, respalda estas ideas, incluida la equiparación del riesgo en los dos sexos tras la extirpación de los ovarios.
Según Belin de Chantemele, esto apoya la teoría de que el cromosoma sexual XX predispone a las mujeres a la sensibilidad a la sal, presumiblemente porque las mujeres necesitan casi duplicar su volumen de líquido durante el embarazo, y el estrógeno ayuda a mitigar parte del mayor riesgo relacionado, al menos hasta que sus niveles descienden después de la menopausia.
”La sensibilidad a la sal es uno de los principales factores de la hipertensión. Y, si nos fijamos en las personas que tienen hipertensión resistente al tratamiento, que es la mayoría de la gente, la mayoría son sensibles a la sal. Es muy importante conocer su causa”, agregó Belin de Chantemele.