Numerosos estudios confirman que el interés por seguir una alimentación saludable ha ido en aumento en los últimos años, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Pero en ocasiones cumplir este propósito no depende únicamente de los alimentos que componen nuestro menú, sino del tiempo que invertimos en comerlos y el modo en que lo hacemos.
En ocasiones, nuestras múltiples actividades nos impiden disfrutar de las cosas simples de la vida. Admirar un atardecer, gozar de la compañía de los demás e, incluso, comer. Pero mientras los primeros solo nos harán añorar haber valorado a tiempo, cuando se trata de comer rápido las consecuencias pueden ser graves.
Comer rápido y no masticar los alimentos favorece el aumento de peso. Esto ocurre debido a que el organismo no tiene suficiente tiempo para que las señales de saciedad lleguen al cerebro, haciendo con que se ingiera más cantidad de alimentos y a su vez más calorías de las que el organismo necesita, favoreciendo así la ganancia de peso.
El proceso de masticación no sólo tritura los alimentos, también forma parte del proceso de digestión, ya que a medida que se mastica se liberan enzimas que "preparan la comida" para facilitar el proceso de digestión en el estómago.
Asimismo, comer rápido también produce otros problemas como indigestión y acidez. Por este motivo, es importante cambiar este hábito alimentario, debiendo tratar de dedicarle por lo menos unos 20 minutos a la comida y realizarla en un lugar calmado que permita disfrutarla y saborearla. Por lo que las consecuencias de comer rápido y no masticar los alimentos correctamente son:
El cerebro y el estómago trabajan juntos para controlar el apetito, pero este proceso no es instantáneo. El hecho de comer rápido no permite que las señales de saciedad sean transmitidas hacia el cerebro, las cuales demoran entre 15 a 20 minutos en llegar, indicando que ya no es necesario ingerir más comida porque ya el estómago está lleno.
Esto hace con que la persona ingiera mayor cantidad de alimentos y consuma más calorías de las que el cuerpo realmente necesita. Todas estas calorías extra las almacena en forma de grasa y hace con que la persona suba de peso. Asimismo, esta situación también puede causar a largo plazo un aumento de la glucemia, del colesterol y de los triglicéridos en la sangre, especialmente si la grasa se acumula a nivel abdominal.
Es importante modificar este hábito y comenzar a comer más lento, haciendo cambios en la alimentación y realizando actividad física regularmente, ya que en conjunto ayudan a combatir la obesidad y a su vez las enfermedades asociadas como la hipertensión y la diabetes mellitus.
El ardor estomacal, la sensación de tener la barriga hinchada, la acidez, el reflujo, la pesadez y los eructos también pueden surgir como consecuencia de una indigestión por comer rápido. Estos síntomas se producen porque la comida no se mastica correctamente quedando en trozos más grandes, siendo más difíciles de digerir y permaneciendo por más tiempo en el estómago. Además de esto, también puede haber mayor formación de gases porque es más fácil tragar aire y la digestión es más lenta.
Al comer rápido hay un mayor riesgo de atragantamiento, porque los alimentos no son masticados correctamente, pudiendo quedar atascados en la garganta y causar asfixia e inclusive la muerte.