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La soledad 'controlada' es buena para la salud, según la ciencia

La soledad no deseada es una pandemia silenciosa que puede alcanzar a cualquiera, sin importar la edad. Un 44% de la población en España la experimenta de forma indirecta, y un 9% asegura sentirla directamente más de la mitad del tiempo de cada día, según un un estudio de la Fundación Iseak para Cruz Roja. Sin embargo, cuando la soledad es buscada pero no demasiado intensa, en las dosis adecuadas, puede ser beneficiosa para la salud, según una investigación publicada en la revista 'PLOS ONE'.

El ser humano es eminentemente social, necesita formar parte de un colectivo. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU, los vínculos sociales fuertes están relacionados con una mayor esperanza de vida, una mejor salud mental y un menor riesgo de padecer enfermedades graves, como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y demencia. Pero una forma de soledad 'controlada' también es efectiva para restaurar la energía y fomentar la conexión social.

Diferentes niveles de soledad

Encontrar el punto de justo equilibrio era el objetivo de la investigación dirigida por Morgan Quinn Ross, de la Universidad Estatal de Oregón, y Scott W. Campbell, de la Universidad Estatal de Ohio. Para ello encuestaron a casi 900 adultos en EEUU y descompusieron la soledad en distintos niveles, estableciendo cómo se sienten las personas en cada grado. Estos niveles iban desde la 'soledad básica', con ausencia de interacción directa pero con disponibilidad, hasta la 'soledad total'.

Las conclusiones parecen indicar que la soledad puede ayudar a las personas a recuperarse después de interacciones sociales intensas. De hecho, actividades que proporcionan formas menos completas de soledad, como jugar en el teléfono o ir al cine solo ofrecen algunas ventajas que no ofrecen otras más intensas, como un viaje a solas en coche por el desierto o escribir en una cabaña aislada.

El gasto de la 'energía social'

El estudio planteaba que aunque las interacciones sociales promueven sentimientos de conexión y pertenencia, también consumen la denominada 'energía social', un recurso que es limitado y que necesita cargarse como si fuera una batería. La soledad permite renovar esa energía, pero a costa de reducir los sentimientos de relación o cercanía con otras personas.

Sin embargo, esta recuperación no llega a ser efectiva en situaciones de soledad total, como realizar senderismo en solitario en áreas remotas. Según explican los autores, factores como el aburrimiento o incluso las interacciones imaginarias podían interferir en los beneficios esperados de esta forma completamente aislada de estar solo.

Soledad en un entorno social

“Nuestro estudio sugiere que la soledad no es la otra cara de la interacción social. Mientras que una interacción social menos intensa produce conexión pero agota la energía, una soledad más intensa agota tanto la energía como la conexión", explica Ross. Así, actividades que combinan la soledad con un entorno social, como leer en un café o escuchar música en un transporte público, permiten mantener un sentido de conexión con los demás, incluso sin que haya interacción directa. 

Estas conclusiones valen tanto para los extrovertidos como para los introvertidos, asegura Ross, quien anima a intentar buscar la soledad sólo cuando se esté constructivamente motivado para hacerlo.