Lisas, estampadas, con bandera o sin ella. El mundo de las mascarillas de tela cada vez se amplía más y es más común verlas por la calle. Mientras que una FFP2 vale una media de cinco euros en las farmacias, las de tela tienen un precio similar, pero son lavables y reutilizables y por lo tanto, más ecológicas. También más estéticas. Ahora que cada vez más comunidades han establecido su uso obligatorio tanto en exteriores como en interiores aunque se respete la distancia de seguridad y que la edad del perfil del contagiado de coronavirus baja a los 45 años, hacemos una radiografía de este accesorio, sus especificaciones, los filtros que deben llevar, consejos de utilización y trucos para distinguir las que protegen de las que no lo hacen.
Muchos de los modelos confeccionados en tela incluyen una abertura en la que colocar un filtro de protección y es de suma importancia hacerlo. Según las pautas del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, las mascarillas de tela son una opción recomendable para frenar la propagación del virus, pero es fundamental que tengan este filtro para asegurar su eficacia.
Desde el Ministerio de Sanidad no aclaran esta necesidad pero sí hacen una recomendación en cuanto el tipo de filtros necesarios. Deben cumplir con las normas UNE:EN 143:2001 y es mejor que no se reutilicen. Lo más comunes son los P2 y P3 que se pueden encontrar fácilmente en farmacias o establecimientos en los que se adquieren estas mascarillas. Dependiendo del tipo de filtro para mascarilla de tela que se quiera adquirir, los precios pueden variar desde 1 euro hasta los 30.
En internet también existen los PM 2.5 que están compuestos por cinco capas de tela no tejida y son desechables. Algunas marcas incluyen también carbón activo que es considerado uno de los purificadores de aire más eficientes del mercado. No obstante, debemos tener en cuenta que la protección ofrecida por estas mascarillas está enfocada a aislar al contagiado pero no a prevenir el contagio. Es decir, que nunca nos protegerán tanto como las N95 o las FPP2 pero sí son equiparables a las higiénicas.
En todo caso, los expertos desaconsejan utilizar los filtros caseros que se popularizaron cuando las mascarillas empezaron a ser obligatorias y que estaban fabricados con papel de horno o de cafeteras, ya que, además de no resultar efectivos pueden contener partículas nocivas para nuestra salud.
Si se trata de una mascarilla de tela homologadaque son aquellas equiparables a las higiénicas reutilizables y que han pasado todos los controles de sanidad, no se debe colocar en ellas filtro alguno ya que el tejido en sí cumple las condiciones requeridas para su efectividad.
Es muy importante reemplazar el filtro después de cada uso para asegurar que su eficacia sigue intacta y no empieza a degradarse. Para ello, lo primero es una correcta higiene en las manos antes de manipularlo. Una vez limpio, es debemos tocar solo la mascarilla de tela desde la parte posterior, evitando el contacto con la zona frontal que es la más expuesta al virus.
Una vez realizado el proceso, se debería aprovechar para lavar la mascarilla en la lavadora, a 60 grados y en un ciclo de, al menos, media hora. Para que no se produzcan irritaciones, además de aclarar las mascarillas muy bien, es recomendable usar detergentes indicados para pieles sensibles o reactivas, como el que se emplea para la ropa de bebé. Otra fórmula eficaz para desinfectarlas, siempre y cuando se trate de mascarillas de tela blancas, es introducirla durante media hora en una solución 1:50 de agua con lejía y después enjuagarla bien con agua y jabón, antes de dejarla secar. Si se quiere emplear un virucida, de los que ha aprobado el Ministerio de Sanidad, para desinfectarlas es de vital importancia seguir las instrucciones del fabricante para evitar cualquier tipo de reacción nociva en nuestra piel.
Una vez lavadas, se aconseja que se dejen secar a altas temperaturas, por lo tanto, la secadora se convierte en el electrodoméstico ideal. En su defecto, se puede colocar al sol en las horas centrales del día o utilizar un secador de pelo. Cuando esté completamente seca, se coloca un nuevo filtro y lista para su reutilización.
A la hora de hacer en casa o comprar una mascarilla de tela, el material más recomendado por su gramaje es el algodón y, a ser posible, tejido con una doble capa y bolsillo. Cuanto mayor sea el número de hilos del tejido, más protegerá, por eso una alternativa, de cara el invierno, será la franela. Pero más allá del material también es importante la forma de manipularlo.
Muchas de las mascarillas de tela que encontramos están realizadas con el mismo diseño que las higiénicas y por lo tanto llevan pliegues laterales. Todos deben realizarse en el mismo sentido y una vez que nos la colocamos, deben quedar mirando para abajo para evitar que el polvo y las partículas se queden almacenados en los mismos. La mascarilla debe ser lo suficientemente ancha para que cubra nariz y boca y que quede bien ajustada a la cara y no queden espacios, gracias a las gomas laterales, es fundamental.
Como ocurre con las higiénicas, estas mascarillas no deben emplearse más de cuatro horas seguidas ya que el filtro pierde su eficacia y es importante guardarlas aisladas si nos la quitamos para comer, por ejemplo. Un sobre o bolsa de papel sigue siendo el lugar de conservación más eficaz, ya que evitan que se acumule humedad y permiten un secado más rápido, en el caso de que queden gotículas de saliva al retirarla. Además, debemos tener en cuenta la vida últil de la mascarilla de tela, que debe ser especificada por el fabricante.