Es el motor de muchos. Hasta que no notan su aroma entrar por sus fosas nasales y no se toman una taza, son incapaces de empezar con el día y arrancar con sus quehaceres. Es el café. No son pocos los que en el momento en el que apagan su despertador van automáticamente a prepararse una taza de café que les ayude a despertarse. Pero ¿y si tomarte tu café a primera hora no fuese precisamente lo más adecuado? Pues la realidad es que es mejor esperar un poco para que nos haga el efecto deseado.
Es lo que el doctor de la Escuela de Medicina Geissel, Steven Miller, señaló hace unos años, que el efecto de la cafeína no tiene tanto que ver con la cantidad que tomamos, más bien con el momento en el que lo bebemos. Y todo está relacionado con el cortisol, la hormona del estrés y que nos ayuda a estar alerta.
Según lo que expone el experto, al despertarnos nuestro cuerpo instintivamente sabe que debe despertarse y se mantiene en un estado de alerta, más activo. Por eso mismo, Miller no ve lógico consumir bebidas o alimentos que nos ayuden a despertar entre las 8 y las 9 de la mañana porque podrías descoordinar nuestros ciclos naturales.
Miller interpreta que tomar una taza de café cuando estamos en esa fase nos puede provocar una sobreexcitación y mayor predisposición al estrés, lo que al final nos puede hacer estar más cansados. Por tanto, señala que nuestros picos de cortisol son a primera hora de la mañana y a media tarde, sobre las 17:30 horas.
Es por ello que la recomendación principal de Steven Miller es que la taza de café mañanera se tome entre las 9:30 y las 11:30 de la mañana, aunque también ve correcto hacerlo media hora antes de tener una subida de cortisol, en el caso de que nos levantemos entre las siete y las ocho de la mañana. En todo caso, aconseja calcular que hay que tomarse el primer café unas horas después de despertarnos, ya que los niveles de cortisol dependen de la hora a la que abramos el ojo.