Llega el fin de semana y los horarios se complican. Nos levantamos más tarde. Desayunamos más tarde. Hacemos pereza. El aperitivo. Conclusión: estamos comiendo a las cuatro y media. En principio, y al no tener prisa, puede parecer algo inofensivo pero para nuestro cuerpo no lo es. Un reciente estudio de la Universidad de Barcelona, publicado en la revista ‘Nutrients’, asegura que la irregularidad en los horarios de las comidas los fines de semana, lo denominado como ‘eating jet lag’, está relacionado con un aumento de peso.
Tras analizar a 1.106 personas en España y México, los investigadores afirman que existe una relación entre el índice de masa corporal y la variabilidad en los horarios de las tres comidas los fines de semana está asociado a la aparición de la obesidad. Esto se produce, según los datos obtenidos, cuando existe una diferencia de horarios de más de tres horas y media.
Nuestro cuerpo tiene un reloj biológico, que es un dispositivo innato de nuestro organismo que se encuentran en, prácticamente, todos nuestros tejidos. Este es el que dice que por el día debemos estar activos y por la noche, dormir. Según esta investigación, cuando la ingesta tiene lugar de forma regular, nuestro reloj circadiano pone en marcha nuestro metabolismo para asimilar los nutrientes. Sin embargo, cuando esa periodicidad se pierde, nuestro metabolismo también.
Y precisamente aquí está la novedad. Es el primer trabajo que demuestra de forma científica que la regularidad de los horarios, incluyendo los sábados y domingos, son importantes para el control de peso. Es decir, que el cuerpo asimila las calorías de forma diferente en función de la hora del día en que se consuman.
"Hasta ahora, los nutricionistas siempre hemos visto que el problema de los fines de semana es la ausencia de rutina. Nos levantamos más tarde, comemos peor, solemos salir fuera y hacer peores elecciones. Entra también en juego el aperitivo o la cerveza de media tarde. Durante estos días es más fácil que se coma más y peor ya que el control no existe", explica Emilio Galindez, dietista nutricionista de la clínica Policlínica Gerocastillo.
Una lucha. Es lo que aseguran los científicos de la Universidad de Barcelona que existe entre lo que quiere tu cuerpo y lo que quiere tu cabeza. Explican que cada fin de semana existe una ruptura entre el horario que quiere llevar nuestro cuerpo y el que nos obligan a llevar nuestras relaciones sociales. "Unos horarios definidos de alimentación y sueño ayudan a mantener la organización temporal del organismo y a promover la homeostasis energética. Por tanto, las personas que tienen una mayor alteración de horarios serían más propensas al sobrepeso y a la obesidad".
Al final, el dietista Galindez nos asegura que todo está relacionado. "Suele darse que las personas que tienen un horario fijado y comen y cenan pronto suelen coincidir con aquellas que más concienciadas con la alimentación están. Sin embargo, los que cenan tarde suelen tener horarios complicados, dedican muchas horas al trabajo, realizan poco ejercicio físico y atraviesan graves crisis de ansiedad”.
Pese a que el estudio asegura que hace falta más investigación al respecto, apunta que los datos obtenidos son basado únicamente en el horario. Es decir, sin tener en cuenta otros factores como el tipo de alimentación que llevaban los encuestados, el nivel de actividad física o las horas de sueño.