Admitámoslo: todos mentimos en algún momento: para sobrevivir, para disimular algo que no nos beneficia, para obtener algo... Incluso hay mentiras que pueden tener un objetivo noble. Son las famosas 'mentiras piadosas', las 'white lies". Porque, también hay que admitirlo, no siempre decir la verdad beneficia o es útil.
Al margen de esto, hay personas que mienten de manera habitual y sin que necesariamente obtengan ningún beneficio personal. Son mentirosos patológicos, mentirosos compulsivos. La buena noticia es que se les detecta pronto. La tarea puede ser aún más fácil si estás atento a estas señales.
Una persona mentirosa es egoísta. Su principal rasgo de carácter es que es terriblemente egocéntrica. Siempre se pone por encima de los otros sin importarle nada, aunque aparentemente parezca que son humildes. Pero no lo son, mienten con el fin de sentir, aunque sea momentáneamente, superioridad.
El mentiroso patológico cree en sus propias mentiras y desea que esas mentiras se conviertan en realidad. Tienen la habilidad de contar mentiras creíbles. Pero a veces la fantasía les delata y es común que algunos detalles no nos cuadren. Si es así, tendrás que confirmar si la persona que tienes delante no es un impostor.
Un rasgo característico del mentiroso patológico es que presume continuamente. Alardean todo el tiempo, quieren mostrar constantemente todo lo que presumen saber sobre diversos temas. Los mentirosos asumen una modestia falsa y la mayoría de las veces logran pasar como personas humildes.
Toda su actitud hace que tengan confianza en sí mismos. Van de 'sobrados', lo que les permite tener cierta agilidad para darle vuelta a las situaciones desfavorables, incluso cuestionan la buena memoria de otras personas con el único fin de lograr dar credibilidad a sus mentiras.
Las personas que mienten, pero no lo hacen de manera compulsiva, suelen mostrar algo de culpa de alguna forma u otra. Sin embargo, el mentiroso patológico no siente ninguna culpa, no tiene empatía y suelen pensar que sus mentiras no hacen mal a nadie.
Cuando una persona que miente de manera habitual se siente desenmascarada, se pondrá a la defensiva de una manera poco habitual. No se sentirá culpable ni dará muestras de inseguridad. Al contrario, se le verá animado y empezará a cambiar de conversación para desviar la atención o incluso culpabilizar a otros. Y todo con un punto de euforia.
Muchas personas que son mentirosas patológicas, muy frecuentemente, se comportan con naturalidad en sociedad. Pero la cosa cambia cuando hablan de manera más íntima o cercana con una sola persona. Se sienten incómodos y evitan todo contacto visual. En una situación de cierta intimidad se sienten incómodos porque saben que no es el ambiente propicio para mentir. Están mejor cuando pueden contar mentiras. Es la paradoja del que se ha construido una ficción como marca personal.