Al principio fue el 'hygge', el concepto danés de disfrutar en casa de las pequeñas cosas, desde un té calentito al clásico combo de peli y manta. Después vino el 'lagom', la idea sueca de disfrutar todo con moderación. Y ahora, el norte de Europa nos sorprende con un nuevo concepto que pretende acabar con el estrés: el 'niksen', para los holandeses tan sencillo como no hacer nada. A los españoles nos sonará más lo de 'mirar a las musarañas'. Y no vamos desencaminados
Literalmente, niksen significa no hacer nada o hacer algo que nos gusta y que no tiene ninguna utilidad. En algunas consultas psicológicas de Holanda ya empiezan a recomendar a sus pacientes "no hacer nada" como terapia frente al estrés o al síndrome 'burn out' que cada vez más se da entre los trabajadores. Este hacer nada no tiene que ser literal. Basta con salir a dar una vuelta, tomarse un café, solo o con alguien, hacer punto, ver una revista o contemplar el paisaje. Cualquier cosa "que no tenga nada de productivo", como afirma Carolien Hamming, directora de CSR Centrum, un centro de coaching ubicado en pleno centro de Amsterdam.
El concepto está relacionado con el Mindfulness, pero va más allá. Mientras en Minfulness se practica la atención consciente, en niksen simplemente hay que 'ser' y no centrarse en los detalles de una acción, algo que le conecta a ciertos tipos de meditación.
En Holanda, donde la productividad siempre se ha valorado, hasta ahora el niksen no tenía buena fama porque se asociaba a la pereza. Sin embargo, con niveles de estrés rampantes en toda Europa y Estados Unidos y su impacto en la salud en forma de estrés crónico, ansiedad y trastornos mentales, la comunidad médica está siendo receptiva a los beneficios de no hacer nada.
Las investigaciones que se han llevado a cabo en la universidad de Berkeley afirman que los beneficios de hacer pocas cosas (y especialmente si se hacen de manera lenta) ayudan a reducir la ansiedad, pero también a ralentizar procesos relacionados con el envejecimiento y a fortalecer el sistema inmune. Es decir, vaguear un poco nos hace sentir menos angustia y también a defendernos de un simple constipado.
Lo cierto es que el cerebro trabaja incluso cuando parece que no hace nada. "En esos momentos está procesando información que le permitirá ser creativo en situaciones difíciles", señala Ruut Veenhoven, sociólogo y profesor de la universidad Erasmo de Rotterdam. Esa 'despensa' de creatividad nos permite desbloquear situaciones que nos impiden desarrollarnos. De hecho, un estudio de 2013 publicado por la revista 'Fronteras de la psicología' mostró que los periodos de descanso, esos en los que decimos que 'cargamos pilas', nos ayudan a inspirarnos para conseguir los objetivos que nos marquemos.
Lo cierto es que reservar una jornada a no hacer nada especial, simplemente a dejar que la vida fluya, puede parecer extraño. Y algunos de los pacientes que lo hacen por prescripción facultativa admiten sentirse bichos raros. No son los únicos y ya hay apps en el mercado que ayudan a no hacer nada. Como suena, porque en una sociedad volcada hacia la productividad y los números, la propuesta de dejar de hacer parece imposible.
Desde el punto de vista terapéutico también hay voces que ven efectos secundarios indeseables. Dejar vagar la mente libremente es la puerta abierta a la rumiación, eso de pensar en bucle, normalmente temas no muy agradables. "Una mente divagante es una mente infeliz", se dice en las prácticas meditativas. Algunos estudios muestran que divagar sin control puede contribuir al insomnio y a la mencionada rumiación.
Como siempre, la virtud está en el equilibrio. Hacer niksen continuamente sería malo para nuestro cerebro y nuestra agenda vital. "La cuestión es entrenar la mente para vagar de manera creativa", señala Eve Bekman, de la universidad de Berkeley. Para esta investigadora, reservar tiempo para estar tranquilos y sin obligaciones es fundamental para la salud.
Pero no hay que dar de lado la actividad. "El descanso es básico, pero no es la principal fuente de felicidad. De hecho, las personas que participan en actividades productivas son más felices porque tienen una vida social satisfactoria y un sentimiento de que son útiles para los demás", asegura Ruut Veenhoven. En suma, ¿mirar las musarañas? Sí, siempre que esté precedido o seguido de otra actividad que nos haga sentir conectados con el resto del mundo.