Queremos a los hijos más que a nada en el mundo, pero la labor de criarles en la tolerancia, el respeto y el valor a las normas y los límites es complicado, más todavía cuando alcanzan la adolescencia y deja de ser suficiente una cara seria porque “ya no son niños”. A continuación, psicólogos, especialistas en la materia nos dan unas indicaciones para no abusar de la parte más autoritaria y, sin embargo, hacerles entender que se les entiende, pero que las normas que se implantan de manera consensuada en cada casa están para cumplirlas.
Los límites son necesarios para el óptimo desarrollo del niño ya que le indican “hasta aquí puedes llegar y hasta aquí no”. “Los límites no se traducen en normas que siempre tienen que ir seguidas de unas consecuencias tanto si se cumplen como si no. Las consecuencias naturales y relacionadas con la norma son las más eficaces”, asegura Luis Torres Cardona, docente universitario y psicólogo de Ramos Paul Psicólogos.
“Muchos padres tienen miedo de parecer autoritarios a la hora de poner las normas, porque piensan que estas les facilitan la vida a ellos. Pero, la clave está en no pasarse con el número de normas ni tampoco quedarse cortos. Para alejarse del autoritarismo, algo bueno y sano, resulta en poner excepciones a esas pautas. "Por ejemplo, si siempre se cena sin ver la tele y en la cocina, ¿por qué no cenar el viernes en el salón mientras vemos una peli”, afirma este profesional.
Torres apunta que en la adolescencia la clave de las normas radica en la negociación, aunque sin olvidarse de aquello innegociable. “Tenemos que aprender a negociar las reglas con el joven. Llegará un punto donde nosotros como padres cedamos algo y él también”.
Este psicólogo concluye que el respeto, el consenso y el cariño son claves para el buen funcionamiento de las normas a estas edades. En palabras del experto: “Siempre son necesarias para que la casa no se convierta en un hostal y el púber mantenga a raya sus obligaciones y responsabilidades”.
Ángel Peralbo Fernández, psicólogo, docente y escritor, expone que, frente a la necesidad de los padres de conectar con sus hijos adolescentes, que interioricen lo desaprendido, que asuman riesgos..., pueden hacerlo desde el miedo y eso resulta contraproducente para el ambiente familiar y su relación.
Este profesional pone el acento en dos aspectos: los miedos de los propios padres y la necesidad de poner límites desde edades tempranas. "Con los padres habría que trabajar sus temores, que los descubran, porque de lo contrario, por su parte se agranda el impacto que pueda tener la adolescencia, esto es, hay una preocupación extrema por si sobreviene un desastre académico, por las salidas nocturnas de los hijos... Por esto, a los padres les supondrá un problema ponerse en el lugar que le corresponde. Por otro lado, los padres pretenden ponerles límites a los adolescentes, cuando en muchas ocasiones, llevan años sin tenerlos. Asimismo, quieren implantarlos sin priorizar, sin establecer consecuencias que seguramente no hayan vivido nunca... y sin entender que ya no son niños y no basta con ponerles una cara seria", señala este experto.
“Queremos salir al campo de batalla a luchar, con alarma e intentando ganar el primer día. Cuando los padres, se hacen cargo de sus propias emociones, porque verdaderamente existe mucha frustración, fracaso, enfado, falta de comunicación..., podrán llegar a sus hijos. Siendo tan autoritarios lo que suelen hacer los adultos es mostrar su debilidad”, resalta el psicólogo.
Peralbo subraya que es importante para encajar con los adolescentes entender cómo se sienten, ya que sus emociones están a flor de piel. “No debemos olvidar que en esa etapa la conexión con los hijos puede explotar por los aires y parece no existir ningún lazo afectivo y eso es muy grave. La pubertad es una fase que puede ser dramática, con el aislamiento propio de la edad y que padres e hijos no se comuniquen de un modo saludable, sino solo se dirijan reproches... Es algo temporal, pero si no se aborda, puede convertirse en algo tremendamente serio”.
Como padres es necesario establecer efectos razonables, analizando y conociendo a los hijos adolescentes en casa. “Impliquemos a nuestros hijos en asuntos importantes y no les apartemos ni les agobiemos. Ellos entienden que se les debe poner normas, es más, lo prefieren. Incluso, si se les pregunta, sostienen que si fuesen padres serían más duros con sus hijos que sus progenitores con ellos”, manifiesta el docente.
El psicólogo señala que si los padres entienden o hacen por entender más al hijo, les será más fácil persuadirle. El psicólogo aporta algunos ejemplos prácticos de cómo mostrar comprensión y seguir manteniendo las reglas: “Entiendo lo que me explicas, pero tu hora de llegada es a las 00.00h” o “Te creo cuando me dices que perdiste el bus/tu amigo ha tenido un problema, pero has llegado una hora más tarde de lo que acordamos, entonces...”. Imponer y hacer ver los límites tiene efectos positivos. “Aunque de primeras pretendan hacer lo que quieran, los adolescentes son conscientes y les da seguridad que el adulto se ponga firme y sereno y cumpla lo que ha dicho que pasaría si él no ha llegado a la hora o no ha hecho aquello con lo que se había comprometido”, recalca el experto.
Como colofón, Peralbo recuerda a los padres y madres no mostrar al completo su estado emocional al hijo porque así sabrán cómo manipular y se produciría un contagio emocional: “Si te ven enfadado, ellos se enfadarán mucho más y con los jóvenes puede darse un mayor riesgo en la confrontación”.
A modo de recordatorio, Gregorio Pérez Bonet, docente de Universidad y psicólogo, perfila tres ideas cruciales para las familias: