El 95% de nuestro funcionamiento cerebral es inconsciente. Desde respirar a dormir, pasando por la capacidad para razonar, enamorarnos o discutir, todo pasa por nuestro cerebro. Nos dirige y define quiénes somos, pero también podemos dirigirlo, o entrenarlo, para sacarle el máximo partido posible, de la misma forma que entrenamos el cuerpo para mantenernos en forma. Si conocemos cómo funciona este órgano, podemos aprender a desarrollarlo y controlarlo, al tiempo que potenciamos su salud y rendimiento.
La ingeniera especialista en neurociencia Ana Ibáñez se propone en 'Sorprende a tu mente' (Planeta) explicar "de manera sencilla y científica los grandes temas de nuestra mente, como el estrés bueno y el estrés malo, la energía vital, el miedo, la autoestima, el perfeccionismo o la concentración" para acercar al lector a pautas que le permitirán "jugar" más con su cerebro para vivir mejor. La autora, que también es exnadadora de alto rendimiento y piloto de helicóptero, es de las pocas trainers en España especializada en el alto rendimiento cerebral, tanto en niños como adultos. Con ella hablamos sobre los problemas que más a menudo ocupan nuestro cerebro.
¿Por qué deberíamos entrenar nuestro cerebro a diario?
Al igual que ocurre con nuestro cuerpo cuando lo ejercitamos de manera específica (más allá de los movimientos que realizamos en el día a día por el mero hecho de vivir), que se vuelve más fuerte, desarrolla músculos, retrasa el envejecimiento y previene lesiones, lo mismo ocurre con nuestro cerebro. Si lo ejercitamos se vuelve más fuerte, utilizamos y desarrollamos más capacidad cerebral, generamos conexiones neuronales nuevas, retrasamos el envejecimiento, prevenimos enfermedades mentales y degenerativas y, sobre todo, nos sentimos mucho más fuertes y más felices.
¿Cuál es el primer paso para que nuestro cerebro mejore?
Que no funcione desde sus estructuras de emergencia sino desde una buena conexión entre los distintos sistemas cerebrales, en particular el sistema límbico y las áreas del córtex prefrontal. Eso supone que nuestro cerebro no esté sometido a demasiada tensión y que puede hacer un riego adecuado a todas las áreas cerebrales. El punto de partida es que nuestro cerebro no se “sienta amenazado”, lo que provoca una excesiva activación de la amígdala (sistema de supervivencia cerebravo) que cuando se sobre activa disminuye e inhibe el funcionamiento de nuestro cerebro más sofisticado (el que nos permite la reflexión, toma de decisiones, creatividad en encontrar soluciones, pensamiento abstracto y toda nuestra capacidad cognitiva). Así que el primer paso es siempre calmar a nuestro cerebro.
¿Cómo influye el amor en el cerebro?
El amor hace que nuestro cerebro desconecte el circuito cerebral de alarma y conecte muy bien nuestro córtex prefrontal derecho. Esto significa que ampliamos nuestra capacidad para conectarnos con los demás, estar también más conectados y contentos con nosotros mismos, así como que podamos despejar mucho más de nuestra capacidad cerebral. Cuando nuestro cerebro se siente a salvo, que es lo que ocurre cuando sentimos amor, producimos más cantidad de frecuencias alpha cerebrales, con lo que generamos también más oxitocina (la hormona del amor) y nuestro sistema se relaja y expande.
¿Cómo podemos aprovechar el miedo a nuestro favor?
El miedo aparece siempre, en mayor o menor grado, frente a un evento que es nuevo. Nuestro cerebro quiere protegernos de amenazas y todo lo que es nuevo lo es porque no puede anticipar el resultado (algo que no puede hacer frente a algo que no hemos vivido antes). Por eso, el miedo es un mecanismo de protección que lo que busca es alejarnos del peligro.
Pero no debemos olvidar que el ser humano necesita progreso y novedad, así que no podemos evitar enfrentarnos a situaciones nuevas y desconocidas, es parte de nuestra evolución. Tenemos que saber que estas situaciones nuevas nos van a generar miedo, contar ya con ello y no verlo como un sinónimo de que no debamos hacerlo sino como un sinónimo de que tenemos algo nuevo por delante, posiblemente un reto que nos llevará a un lugar distinto que muy seguramente nos hará evolucionar.
¿Hay alguna forma de hacer que el cerebro deje de fabricar ansiedad?
Una de las técnicas que enseño a mis pacientes para rebajar ansiedad es hacerse a la idea de que el cerebro es como un niño asustado que está haciendo una pataleta para demostrártelo. ¿Y qué haces para calmar a un niño asustado? Lo despistas con otra cosa. Cuando un niño aparta su foco de atención de la situación que le asusta y ve otra que le motiva, se calma instantáneamente. Y eso es exactamente lo que tienes que hacer con el cerebro después de aceptar los síntomas que te provoca. Vas a ponerte una canción que te guste, vas a coger el teléfono y llamar a alguien, vas a salir a dar un paseo, te vas a poner a hacer algo manual, vas a hacer deporte... Lo importante es hacer cualquier cosa salvo quedarte más tiempo mirando la "pataleta" de tus síntomas. Si dejas de prestar atención a esos síntomas y llevas tu atención a otro lugar, empiezan a pasar cosas muy interesantes. No se trata de ignorar un sentimiento, sino de mover el foco hacia otro lugar mucho más agradable.
¿Podemos emplear el estrés de forma positiva?
Sí, por supuesto. El estrés es lo que nos permite hacer algo más allá de lo que es lo que hacemos normalmente. Nos inyecta de frecuencias cerebrales y neuroquímicas específicas que permiten que nuestro organismo funcione por encima de lo que hacemos normalmente. Sin estrés un deportista no puede alcanzar nuevas marcas o sin estrés evitaríamos enfrentarnos a nuevos retos.
¿Por qué nos cuesta tanto comprender nuestros sentimientos y emociones?
Porque son muy cambiantes y muchas veces operan en el inconsciente. Responden a memorias emocionales que hemos ido guardando en nuestro cerebro y que en gran medida se hacen fuera de nuestra parte racional. No podemos explicar racionalmente por qué sentimos lo que sentimos y eso nos confunde mucho. Si bien no podemos cambiar las emociones que sentimos, sí podemos evitar que aniden o se queden en nosotros, por un tiempo largo, emociones que no queremos para evitar que se conviertan en estados emocionales.
¿Cómo podemos controlar nuestros estados emocionales?
Los estados de ánimo son la consecuencia de una emoción predominante que se ha quedado alojada en ti durante un tiempo. Cuando tu estado de ánimo principal es de agobio y estrés es porque durante largo tiempo las emociones que han predominado en tu sistema han sido la angustia, el estrés, el miedo o la inseguridad. Para cambiar de un estado de ánimo a otro simplemente fíjate en la energía que sientes. Mira si es pesada, si es ligera, si es lenta, si es fría, si es caliente. Suena un poco raro, ¿verdad? Pues te aseguro que es la manera más directa para que entiendas y cambies tu tipo de energía y, con ello, tu estado de ánimo.
Es muy intuitivo. Si te sientes triste, estarás sumido en una energía lenta, pesada, oscura. Si tu cerebro y tu cuerpo generan energía más rápida, ligera y colorida, te sentirás mejor. Pero al principio no la generan ellos: eres tú quien tiene que generarla. Ellos están ocupados produciendo energía triste. Tienes que sorprenderlos y recordarles que también pueden generar otra energía más alegre, la energía propia de emociones más positivas. En definitiva, para salir de un estado de ánimo lo primero es querer salir de ese estado de ánimo. Sé que cuesta, pero se es capaz de lograrlo.