Rodolfo Sancho ha visitado por primera vez a su hijo en la cárcel de la isla de Koh Samui, situada al sur de Tailandia. Daniel, que se encuentra en prisión provisional desde el pasado 7 de agosto acusado del asesinato y desmembramiento del cirujano colombiano Edwin Arrieta. El actor ha permanecido dentro del centro penitenciario unas tres horas y a la salida ha hablado con los medios de comunicación para transmitir su "más sentido pésame" a la familia del médico, para poco después mostrar el "máximo respeto a las autoridades tailandesas".
Pero lo que más ha llamado la atención ha sido su mensaje de superación: "Aquellos que creen que estoy tirado por los suelos llorando, ese no soy yo. Hay dos formas de tomarse las cosas cuando vienen en la vida, como una desgracia o como un reto, lo he dicho siempre. No van a conseguir lágrimas de mí", ha afirmado de manera tajante ante la prensa.
Las declaraciones impactan por la gravedad de los hechos, pero pueden ser el desarrollo natural en este tipo de tsunamis emocionales. Cuando nos enfrentamos a una tragedia transitamos por una serie de fases: del shock y la negación iniciales hasta la adaptación de la nueva etapa. Entre esas fases, habría que superar el momento del huracán emocional y mediático, la desolación e, incluso, desesperación y, por último, la aceptación. "Rodolfo Sancho lleva un mes procesando todo esto. Ya no está en la fase de shock o de negación, como vimos a la madre, Silvia Bronchalo, al principio. Sancho está muy arropado por su abogado", explica la psicóloga Lara Ferreiro.
Para esta experta, cuando experimentamos un suceso tan traumático como este caso, nos sumimos en un proceso de duelo eterno, ligeramente distinto al habitual. Lo cierto es que las palabras sobre asumir una desgracia como drama o reto denotan, no tristeza, sino furia contenida. "Normalmente, las mujeres en estas circunstancias suelen tender a la tristeza y los hombres, al enfado. Pero esto también depende de la personalidad, sin olvidarnos de que debajo del enfado suele esconderse una profundísima tristeza enmascarada", señala Ferreiro.
El caso de Daniel Sancho es atípico por su atrocidad y por las implicaciones que tiene tanto para él como para su entorno. Sin embargo, sin llegar al punto trágico, en la vida nos enfrentamos necesariamente a adversidades, pero la manera de abordarlas dependen de varias factores; entre ellos, el contexto social.
Para algunos pensadores, la nuestra es la sociedad del 'hacer' frente al 'ser'. Importa más lo que hacemos que lo que somos; de ahí, que, en una sociedad que premia la acción frente a la reflexión, tendamos a convertir en desafío cualquier evento que no nos sea favorable. ¿Es, por tanto, el contexto social el que determina la manera de encarar una adversidad? "Al margen de tendencias culturales o sociales, la personalidad es la variable que va a llevarnos por un camino u otro", confirma la psicóloga.
Para Ferreiro, hay dos tipos de personalidad significativos: "Las personas pueden ser confrontativas o pesimistas, y eso ya marca la manera de relacionarnos con las circunstancias adversas. Las personalidades confrontativas pertenecen a personas luchadoras que se crecen frente a la adversidad. Por el contrario, las pesimistas suelen corresponder a gente derrotista que se viene abajo". Esta última, claramente, no es la personalidad de Rodolfo Sancho, a quien su oficio podría estar ayudándole en estos momentos. "Tiene una personalidad confrontativa, es actor y, por tanto, está acostumbrado a los retos y a la incertidumbre", concluye esta experta.