Según el Diccionario de la Real Academia, la ambición es el deseo "ardiente" de conseguir fama y riqueza. Vista así, la ambición se ve de manera negativa y se asocia a actitudes prepotentes. Es la ambición combativa, la que avasalla, al margen del bienestar de los demás, a quienes se suele convertir en un mero instrumento. ¿Ser ambicioso, por tanto, equivale a ser egoísta y, digámoslo claramente, 'trepa'?
Afortunadamente, el concepto de ambición está cambiando. Para Anna Vicen Renner, asesora y coach especializada en autoestima y relaciones de pareja existe "una nueva forma de entender la ambición". Se trata de la ambición amable, una fuerza que “nos ayuda a conseguir cambios positivos en todas las áreas de nuestra vida, cuando la usamos de manera equilibrada, consciente y teniendo siempre en cuenta nuestro bienestar en todas las parcelas de la vida, sin descuidar ninguna”, según explica en una entrevista a EFE.
La ambición amable toma lo mejor del concepto: la fuerza que querer alcanzar objetivos como motor de cambio, un resorte que tambien permite hacer realidad nuestros proyectos y sentirnos más felices.
Para la experta, la ambición amable implica una mirada holística a todos los aspectos que componen la vida de una persona. Alguien que vive obsesionado por su trabajo, pero que no se compromete en la vida familiar, de pareja o social, o no presta cuidado a su salud, puede tener éxito profesional, pero no disfrutará de las otras dimensiones de su vida.
Para la coach alemana, la ambición amable promueve el equilibrio, es sana, empática, condue al bienestar y excluye la competencia que alimenta rivalidades y envidias. En ella, es básico entender el trabajo en equipo y facilitar que cada persona dé lo mejor de sí mismo. Si hasta el momento, la ambición se asociaba a tener éxitos profesionales; ahora, se vincula a lograr el equilibrio entre eficacia y bienestar en todos los ámbitos de la vida.
Tomar conciencia de qué tipo de ambición es mejor o peor tiene que ver con la edad, y también con el desarrollo cerebral. Hasta los 30 no se ha desarrollado por completo la corteza prefrontal, esa que nos permite realizar funciones ejecutivas, priorizar, plantearse objetivos, hacer estrategias, postergar y, lo más importante, saber qué implicaciones tienen nuestras acciones.
Esta es una de las razones por las que los jóvenes son más impulsivos y tienden a querer lograr sus objetivos de manera unilateral, sin tener en cuenta las implicaciones que sus actos puedan tener. La experiencia acumulada hace que seamos más conscientes del escenario en el que estamos, de las personas que forman parte de ese entorno y de las consecuencias de una acción concreta. Dicho de otra manera, los años nos predisponen a practicar la ambición amable porque también es el momento en que solemos hacer un alto en el camino para testar nuestra vida como pareja, como profesional, como cuidadores o como progenitores. También como amigos. La ambición sana es la que nos hace tomar decisiones para mejorar o entrar en esa esfera de mejora.
La consecuencia natural de practicar la ambición amable es vivir de una manera consciente, cuidando las esferas privadas y sociales, y siendo un agente de mejora constante para nuestro entorno. ¿Cómo podemos activarla? Los expertos ofrecen las siguientes pautas: