Siempre nos han enseñado que si te esfuerzas mucho por lograr algo, si no te rindes y perseveras, acabarás por conseguirlo. Casi como si solo bastara con desear fuertemente que se cumpla un sueño para que este termine haciéndose realidad. Y no, lamentablemente no es cierto. You can't always get what you want, que decían los Rolling Stones. Alcanzar una meta depende de varios factores, y algunos de ellos escapan totalmente a nuestro control. Por eso, en ocasiones, dar un paso atrás o simplemente no hacer nada puede ser la mejor estrategia para lograr un objetivo. Es lo que se denomina ley del esfuerzo inverso.
En un mundo basado en la cultura del esfuerzo y articulada en torno a la idea de competitividad, solemos pasarnos la vida tratando de hacer méritos para llegar a algún sitio que aparentemente nunca alcanzamos. Por eso la nuestra es una sociedad a menudo desencantada. Muchas veces cuanto más nos obsesionamos con algo, más lo alejamos de nosotros. Tal vez nos iría mejor poniendo en práctica esta teoría del filósofo Alan Watts, situada en el vértice opuesto a otra ley conocida, la de la atracción.
Watts, conocido hoy por sus pensamientos lúcidos y provocadores dentro de la contracultura británica de mediados del siglo XX, lo expresaba así en su libro 'La sabiduría de la inseguridad': "Si no sabes nadar y te caes al agua, intentas mantenerte a flote desesperadamente y lleno de angustia. Cuanto más pelees y más te sacudas, más te hundirás. La teoría del esfuerzo invertido consiste, sencillamente, en relajarte, en pensar que, si estás tranquilo y llenas los pulmones de aire, esto te hará flotar y no te ahogarás".
Por supuesto, esto no significa que siempre haya que asumir una actitud pasiva frente a la vida. Hay momentos en los que es necesario dar el máximo de nosotros mismos, pero en determinadas ocasiones adoptar una actitud más serena y calmada, poniendo distancia, es mejor para conseguir algo. Desacelerar y no invertir grandes energías en conseguir un objetivo también puede traer resultados.
Esta perspectiva encuentra ecos en otras manifestaciones filosóficas. Por ejemplo, recuerda mucho a la mentalidad wu wei del 'Tao Te Ching' de Lao Tse, que defiende que la fuerza no siempre nos trae los resultados esperados, y que la no acción nos puede traer buenos réditos.
Conviene no confundir la ley del esfuerzo inverso con la pura y dura resignación. Ambos conceptos implican una clase de renuncia, pero se refieren a realidades y vivencias muy diferentes. La resignación implica rendirse ante una situación que se percibe como insuperable. Es una actitud derrotista en la que se ha renunciado en conseguir algo porque se cree imposible.
Sin embargo, ley del esfuerzo inverso no renuncia a la consecución del objetivo, simplemente pretende conseguirlo desde la tranquilidad, el no esfuerzo y la quietud, pero la esperanza se mantiene intacta. Es importante entender que retroceder no implica rendición. La clave es saber en qué contextos es necesario aplicar esta visión más reflexiva y lúcida y cuándo sí procede invertir todas nuestras energías. Como decía el emperador Marco Aurelio, la sabiduría consiste en el arte de diferenciar lo que podemos cambiar de lo que no.