Todos tenemos en nuestro entorno un amigo, un colega o un ser querido a quien nunca confiaríamos el más mínimo secreto con la seguridad de que no lo guardaría más de cinco minutos. No son mala gente, no es nada personal: la realidad es que guardar un secreto es de las cosas más difíciles de cumplir. Como dijo Sigmund Freud: "Ningún mortal puede guardar un secreto". Hemos sido advertidos.
La mayor dificultad de guardar un secreto es obligarse uno mismo a no revelarlo. "Mantener el secreto es difícil porque hay que hacer un ejercicio de calma, de autorregulación para que no se activen algunas zonas de la amígdala. Por otra parte, en el córtex prefrontal, que es la zona lógica, se estimula la sensación de que algo malo está ocurriendo. Por eso, nos cuesta tanto. El secreto produce un aumento del cortisol, la hormona del estrés, lo que provoca sensación de ansiedad y peligro. Por esa razón, cuando lo revelamos también nos sentimos liberados, sin tener en cuenta si compartimos algo de la intimidad de otra persona. La gente prefiere liberarse sin medir las consecuencias", explica la psicóloga Lara Ferreiro.
El secreto, por tanto, es un estresor importante y eso tiene consecuencias en nuestra psique. Un estudio de la Universidad de Tufts (Estados Unidos) sobre la complejidad del silencio lo confirmaba. "Este estudio mostraba que guardar secretos puede dañar nuestra salud mental porque genera mucha ansiedad, puede, incluso, provocar depresión. De 1.000 voluntarios, se vio que había un límite en la capacidad de guardar secretos: solo podemos guardar 13 a lo largo de la vida. El resto se desvela por esa responsabilidad social que siente el guardián del secreto".
En esto de mantener la boca cerrada, el tipo de secreto importa. Los desafiantes sí pueden guardarse indefinidamente, sobre todo si revelarlos supone un cambio de vida que afecta a muchas personas. Son los que generan mayor ansiedad.
A su vez, guardarse una buena noticia puede ser positivo para la salud, también con sus propias dinámicas. En ambos casos, el secreto es un arma que trabaja a favor o en contra de la reputación de las personas. "A veces, los secretos se usan para obtener validación social, eso de 'ven que te voy a contar'. Estas personas se relacionan entre ellas intercambiando secretos", señala la experta, quien también habla de un cierto sentimiento de superioridad por parte de quien comparte algo oculto. Ya se sabe: la información es poder.
En otras ocasiones, puede producirse la llamada disonancia cognitiva. "Ocurre cuando el secreto produce un conflicto, queremos contárselo a alguien, pero no queremos traicionar a la persona que nos ha hecho la confidencia", afirma la experta.
"Por supuesto, hay tipos de personalidad en las que se puede confiar más o menos", asegura rotundamente la psicóloga. ¿Quiénes son más o menos confiables? "Las personalidades muy rígidas, con valores muy claros, incluso obsesivas. También, dentro de los cinco tipos de personalidad, las personas con alta conciencia, muy organizadas, responsables y fiables. Son las que mejor cumplen sus promesas y guardan secretos. Tienen valores como la honestidad, la humildad, la sinceridad y la justicia muy integrados. Las personas estables emocionalmente también son muy buenas guardando secretos, así como las personas más empáticas, capaces de ponerse en el lugar de los demás", explica Ferreiro.
En el lado contrario, ¿quién es peor guardando secretos? La psicóloga lo tiene claro: "Las personas más extrovertidas son más sociables y comunicativas. Tienen una naturaleza más abierta y ganas de compartir y conectar con los demás. No son tan estrictos. Las personas que estén deseando agradar a los demás tampoco van a saber guardar un secreto".
¿Por qué no podemos guardar un secreto recibido? Como explicaba Lara Ferreiro, tiene que ver con el tipo de personalidad y lo que queramos conseguir al revelarlo, ya sea validación social, aunque eso implique que nos califiquen de personas poco fiables, o venganza. Otras veces lo contamos para alejarnos de algo que no va con nuestros valores; en ese caso, sería una manera de afirmar que no somos cómplices de algo que no queremos.
Pero no todo es malo en el mundo de los secretos. "Hay que saber guardarlos, es fundamental", asegura Ferreiro, también psicóloga de la app de citas Ashley Madison, un bagaje que le ha permitido conocer la interioridad de muchas parejas y matrimonios. "He visto familias rotas por la revelación de un secreto. Se tarda un minuto en perder la confianza de alguien. En el fondo, en esta sociedad donde se van perdiendo valores, lo bueno para la salud mental es saber guardar secretos, independientemente de que al guardarlos se genere estrés. Sabiéndolo, hay que aprender a autorregularse y a serenar la mente, algo que puede intentarse, por ejemplo, a través de la meditación", apunta la experta. De lo que habla Ferreiro es algo que se hace comúnmente en el campo médico: valorar riesgos y beneficios. Si la revelación de un secreto supone un daño mayor al beneficio de saberlo, ¿es necesario compartirlo?